
Ahora que mi mundo empequeñece con el coronavirus, me parece que en nuestras juventudes todos hemos sido pillos ruidosos y blasfemos. Quizá algún día, en una biblioteca, una señora encanecida y seca, llevándose dos dedos a la boca,nos increpó –“¡silencio!”– y “¡vieja loca!” fue lo primero que pensamos, peroahora entre mis libros, prisionero, su severa … Continuado