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Abril 2020

ESTADO DE ALARMA. Tercer día. Eduard Reboll

a mi gente de Miami

Barcelona. Lunes. 7,45.am

Desde la legalidad y el apremio por permanecer sano y salvo en este mundo, cogí mi bolsa reciclada para ir a comprar víveres; y salí a la calle. Una hogaza y unos dulces de crema: 4,55 euros en el horno de pan. Antes de entrar en Mercadona, una línea que circunvala este supermercado permite que cada cliente esté a una distancia de 100cm entre él y su contiguo. No hay cordero, ni tampoco pechuga de pollo, ni salmón. Sí en cambio, moscatel, stevia, azúcar moreno, whisky irlandés, dátiles, uvas pasas, bleach, galletas de mantequilla y chocolate negro a la sal. Me había olvidado… el papel higiénico en las estanterías: no existe. Pago en tarjeta de crédito y me saco mi mascarilla bucal para decirle a la cajera que muchas gracias por el servicio que están dando. “Por favor, circule y deje de perder tiempo con sus tonterías: no ve la cola que hay”. Por unos momentos recuerdo que esto no es América. Y que la sonrisa sensodyne-miamense se ausenta en este market.

Voy a la farmacia por unas aspirinas. Urgentemente, mi madre las requiere como solución a cualquier dolor en nombre de su experiencia con la bendita gripe. “¿Tendrá el coronavirus o no?” me pregunto. Respuesta: no. No tiene fiebre, ni tos seca, ni ha perdido su olfato. Insiste en ir a la peluquería. A ponerse guapa: “Lo siento mamá está todo cerrado. Y las personas mayores como tú, deben confinarse en casa. Sí o sí”.

La testarudez heredada -…hay que aceptarlo- queda ingerida en mi gola cuando me dirijo a mi pareja con respecto a lo qué hay, o no, que ajustar durante esta crisis: “Deja de darme órdenes…yo ya sé lo que tengo que hacer”. La situación psicológica empieza a despertar mi neurosis infantil. A título informativo: la tasa de divorcios después de la epidemia en Wuhan (China), triplica su media habitual.

Seguimos…

Regresando a casa me detengo un instante a ver qué ocurre en la iglesia del vecindario. Mi parte curiosa como agnóstico, me lo pide. En el altar, dos velas junto al sagrario iluminan tres sintagmas en grande que el párroco ha puesto para que el feligrés entienda su significado debido a la situación: agua, luz y vida. En las capillas, reina la oscuridad. A través de las vidrieras, la luz solar evoca su color. En los bancos, sólo un señor anciano leyendo el Evangelio. Y en la última hilera, el susodicho que escribe. De rodillas. Intentando percibir aquel silencio que de chiquillo tanto partía mi corazón por la solemnidad de aquel espacio…Amén.

Al salir, el parque infantil está vacío. Los columpios detenidos sin ningún niño en su asiento. Y en los bancos, sólo un homeless, con su carretón de supermercado a cuestas, pide limosna para un sándwich de jamón. Al pasar por la calle que entrecruza a la mía, un cartel avisa de lo posible. La ratería ya es un hecho en el barrio. Alguien robó las herramientas de un taller para un uso indebido. Al cruzar la plaza, en una estatua, representando a un pagès català (un campesino catalán), un cartel dando ánimos a la población le cuelga en el cuello.

Aprovecho mi viaje como comprador y hago algunas fotografías de testimonio. En el balcón, una mujer cuelga una sábana blanca, sin más. Cerca la ventana un niño juega con su bicicleta en miniatura recorriendo el alfeizar de lado a lado. Las papeleras están vacías. Hurgando en el interior de una de ellas, un hombre protege su rostro con una bolsa de plástico en la cabeza y, su figura, con una manta de flores roída. Habla solo. Y despierta algún que otro grito, mientras nombra a su mamá en forma de melodía salvaje. Hay pintadas en los muros de jóvenes que siguen imaginando el desafío con sus frases.

Regreso a casa. Los datos de infectados y cadáveres salen en portada durante el Telenoticias. Italia releva a China en estos momentos en cuestión de muertos e infectados y España es el país que le sigue en Europa desde la gravedad. La pandemia es un hecho. Mi mujer y yo nos miramos en el sofá atónitos. Cojo mi teléfono. Una cantidad de wasaps de EE.UU. preguntando por mi situación y la de mi madre acaban de llegar. “Los quiero. Gracias, los llevo en mí siempre.”. Lo apago.

– 8 pm. La gente sale a los balcones a aplaudir a los sanitarios por su labor, dedicación y trabajo sin cuartel en los hospitales por el Covid-19. Alguien evoca una canción del Dúo Dinámico que se llama Resistiré; el aplauso es colectivo. Otros citan el nombre de algún vecino para que respondan con un: “¡Si aún estoy vivo!”

Resistiré

Cuando pierda todas las partidas

Cuando duerma con la soledad

Cuando se me cierren las salidas

Y la noche no me deje en paz

Cuando sienta miedo del silencio

Cuando cueste mantenerme en pie

Cuando se rebelen los recuerdos

Y me pongan contra la pared

Resistiré, erguido frente a todo

Me volveré de hierro para endurecer la piel

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte

Soy como el junco que se dobla,

Pero siempre sigue en pie

Resistiré, para seguir viviendo

Soportaré los golpes y jamás me rendiré

Y aunque los sueños se me rompan en pedazos

Resistiré, resistiré

Cuando el mundo pierda toda magia

Cuando mi enemigo sea yo

Cuando me apuñale la nostalgia

Y no reconozca ni mi voz

Cuando me amenace la locura

Cuando en mi moneda salga cruz

Cuando el diablo pase la factura

  Dúo Dinámico

 

– 9 pm. Hoy en las redes sociales han convocado una cacerolada como protesta por la corrupción del rey emérito Juan Carlos I. Su amante le denuncia por una comisión de 80 millones de euros provenientes de Arabia Saudí. Los silbidos y reproches son un hecho.

11:45 pm. Abro la puerta de mi loft, y miro a derecha e izquierda de la calle. De repente me encuentro a un amigo que conozco bien de niño antes de ir a dormir. No tiene ni rostro ni figura. Hoy lo percibo frente a frente por segunda vez …se llama silencio.

Buenas noches. El confinamiento sigue. Cuídense.

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

 

Gracias por el texto, por rescatar solo la letra del dúo dinámico, no había caído en la belleza de la letra. Resistiremos Eduard, y habrá belleza. Escucha de nuevo, esta vez de mi parte, la belleza, de Aute. Hay cosas q no volverán, pero otros seguimos creando. Gracias
El artículo es una ficción real como la vida misma. Quizás la manida frase " la ficción supera a la realidad" cobre sentido. La mujer Adriática.

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