
Con las manos en los bolsillos de su elegante abrigo y con la cabeza gacha, Garrison cruzó el pórtico. Parecía un día más, hasta que se vio a sí mismo sentado en el umbral del edificio donde vivía. Su otro yo, estaba vestido con harapos, lucía una melena larga poblada de alimañas y una barba … Continuado