
Me han robado la voz Me han robado la voz y la luz, adocenada, se retrae, en un desperezado mediodía. Muere, afónico, el último gallo de la veleta, precipitado al vacío desde su sitial, el palo más alto. Mientras, el corral se parapeta en el ahínco de infinitas alambradas de espino. No hay más … Continuado