Compartí con el viejo algunas palabras agonizantes entre ron y habanos. Eran auténticos, me aseguró. Al barbero que se los compraba se había dedicado por años a traficarlos desde la fábrica H. Upmann del Cerro, en La Habana. Por las tardes de heridas naranjas en el cielo de Miami fumábamos en el balcón del segundo … Continuado