Como cada tarde, aún antes de que oscureciera, Luz cerró con llave la pesada puerta de madera. Puso la tranca y revisó que sus hijas hubieran cerrado bien todas las contraventanas. Mientras prendía el quinqué, escuchó con atención: nada. Ni un ruido. Hacia ya varios días de calma aparente. Pero eso era Real del Monte … Continuado