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Noviembre 2023

EL TIEMPO . . . Y EL METEOROLÓGICO. Eduard Reboll

 Cuando los pantalones todavía aparecen cortos en las fotos de blanco y negro durante mi adolescencia en la escuela, recuerdo las preguntas que me hacía. Aquellos interrogantes ligados al ser y el estar. O incluso, más metafísico. Unidos al origen del Todo y su evolución. Hoy que la senectud es un preludio cercano, la noción de tiempo ha hecho su proceder a lo largo de estos sesenta y ocho abriles. Pues bien, me gustaría hacer memoria en este artículo de cómo nace, en mí, este concepto binario por su significación tanto “filo” como “meteoro” lógica.

 

 

Caminando hacia la escuela en tercero de bachillerato, mi amigo Roberto y yo llevamos tres libros de la editorial Luís Vives. Obras básicas en el aprendizaje y comprensión de lo vivido durante los años sesenta en España: Historia de la Filosofía, Historia de la Iglesia e Historia Moderna y Contemporánea. Los acabamos de adquirir en nuestro primer día de curso. En aquella época, la conciencia del tiempo iba ligada, sí o sí, a algo tan sencillo en el razonamiento que entendíamos, simplemente, que cuando eres un bebé te dan de mamar. Cuando tienes siete, te confirman y haces la comunión vestido de militar o marinero. Y que, desde aquel mismo día, al reflexionar sobre el porqué en cualquier pregunta enciclopédica, sabemos ya que somos “grandes”, por un humilde cigarrillo de Winston en nuestros labios. Esto era el significado del tiempo a los catorce. Cuando Dios entra en ti a través de la hostia sagrada los domingos, mientras debates qué chica te gusta más del grupo: si Clohé o Rubiana. Algo tan sencillo, como observar el desplazamiento de los labios desde el pezón de tu madre, hacia otros ribetes de mujer. Es decir, aguzar los sentidos del ayer. Certificar el momento vivido en aquel instante y suponer qué sería lo venidero en ti mismo.

Heràclito

 

 

Nietzsche

Entonces ¿Qué decían aquellos libros que tuvimos que empollar para poder “pasar el curso” sobre este pensamiento? Sencillo, aparecían frases como la siguiente según la Biblia. Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo; un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar-…recuerdo que esta frase siempre me impresionó- y un tiempo para curar; un tiempo para destruir y otro para edificar. Eclesiástés 3

En el apartado de Historia de la Filosofía, con respecto a Heráclito, por ejemplo, surgía la metáfora del arroyo: No es posible bañarse en el mismo río dos veces, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti. Aquella reflexión tan simple de que nada es lo de ayer porque este instante que vivimos ya no es el mismo que hace unos segundos, se manifestaba en el patio con la pandilla bajo una broma a uno de los nuestros: “Juanito, pasados los tres minutos desde las doce, ya eres otro diferente. Ahora estás más burro de lo que fuiste… que ya es decir. Ja ja ja”. Pues sí, con estos simples ejemplos uno entendía el espacio histórico de Aristóteles o el simple hecho de mesurar y cuantificar el tiempo para ubicar una acción o unos hechos del pasado; en otras palabras, la relación de esta idea con el movimiento. Hasta que, al llegar a Nietzsche, entendido el tiempocomo un sujeto circular. Como un ir y venir en busca del eterno retorno. Introducimos la definición del devenir: el proceso de cambio que se origina en el tiempo y el espacio.

Pues bien, hasta que no llegué a Miami y vi los resultados del huracán Andrew (1992), uno no entendió otra definición para nada teológica o dentro del campo de la filosofía, que no fuera que, el tiempo, en este caso el meteorológico, -que también sucede en un espacio determinado- tendría por sinónimos: caos, destrucción, barbarie, ruina, catástrofe…A partir de aquí, quien escribe, siguiendo los consejos de los que habitan la ciudad, hizo que el espacio del tiempo atmosférico en los telenoticias fuera preferente, sobretodo, entre los meses de junio a noviembre en La Florida.

Desde Barcelona, valga la redundancia como título de la columna, hoy el dominio de términos como sequía, heladas, tormenta seca, niebla, frente caliente, anticiclón, lluvia torrencial… junto al más reciente y preocupante llamado cambio climático forman parte del día a día de cualquier individuo.

Nunca imaginé que, en esta época, el concepto meteorológico sustituiría al filosófico como precedente a la hora de pensar. Conclusión que, desde la felicidad inminente, ahora voy a coger el paraguas después de tres meses de abstinencia de aguaceros como el que ahora mismo se descarga en mi barrio de Sants. Si alguien me inquiriera hoy sobre qué tal va tu bienestar interior. O qué preguntas existenciales están en tu mente de sol a sol. Debería de hablar, más que de Heráclito, Aristóteles o Bergson… de los meteorólogos Tomás Molina o Eloi Cordomí o Gemma Puig. Ellos son los individuos del tiempo en el canal televisivo de TV3. Y van a determinar si mi equilibrio psicológico se va a estabilizar o por el contrario dejaré de pensar como ser ontológico que soy.

He dicho.

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

 

 

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