saltar al contenido
  • Miami
  • Barcelona
  • Caracas
  • Habana
  • Buenos Aires
  • Mexico

Septiembre 2023

OSMÁN AVILÉS: SENCILLEZ, GENUINIDAD Y SAPIENCIA PARTE I. Héctor Manuel Gutiérrez

 

La trayectoria estética de Osmany Pérez Avilés, conocido en los círculos intelectuales como Osmán Avilés, está dejando una marca indeleble en el acontecer literario de la literatura hispana en general y la cubana en particular. Sus libros Los extraños monzones, Serafina Nuñez, Sonetos escogidos, Un vintage en la basura, Los remanentes de un vintage, el manto de mi virtud, La persistencia de los fragmentos, Interpelaciones, y una nueva edición de Pilares de un reino, dan cuenta de un profundo amor por el amplio y misterioso mundo de la poesía y el difícil arte de la crítica literaria. En este acercamiento bio bibliográfico, me place sobremanera compartir nuestro intercambio conversacional con fragmentos de sus reacciones a mis preguntas. Como verán, las respuestas nos llegan vehiculadas en un discurso sencillo, coherente y sabio. Empecemos.

Eres un ser tan polifacético, que he de valerme de una especie de ruleta imaginada para seleccionar las primeras preguntas al azar. Empecemos pues de manera cronológica. ¿Nos podrías ilustrar algunos datos sobre el devenir de tu educación temprana en la isla, hasta convertirte en lo que hoy tan claramente representas: un curioso lector, poeta, escritor y profesor?

Es una pregunta muy abarcadora, sobre todo, si se tiene en cuenta que toda la vida del escritor es un continuo estudio. Por eso, voy a rememorar mi origen y trayectoria. Yo nací y viví los primeros 9 años de mi vida en Marianao, municipio de La Habana. Soy el menor de dos hermanos e hijo de un matrimonio compuesto por Melvin y Eloina, ambos de origen humilde, los que vinieron del campo a la ciudad en busca de mejor fortuna.

Melvin y Eloina, padres de Osmán Avilés.

 

Realicé mis primeros estudios en una escuelita del municipio mencionado, a la cual amé casi desde el principio. Era como una mansión de la etapa republicana, probablemente de las primeras casas que poblaron Marianao, a finales del siglo XIX o primera mitad del siglo XX. Fue ahí donde aprendí a leer y a escribir a la edad de 5 años, con una maestra que se llamaba Estrella, también a relacionarme con mis compañeros del colegio, donde era muy querido. Esos primeros años de mi vida eran muy competitivos, en buena lid, y lo mismo se competía en lectura que en carreras de velocidad, incluso, natación. En mi caso, no llegué a lograr resistencia cuando aprendí a nadar, pues mi familia se mudó a otro apartamento más grande en el municipio Cerro y a los 9 años cambié de escuela.

 

Hospital Maternidad Obrera

Conocer un nuevo ambiente me sirvió de experiencia, aunque dolorosa para mí, pues este cambio me afectó anímicamente debido a que dejé de ir a la escuela de Marianao, donde estaban mis amigos; sin embargo, conocí a nuevos compañeros y a fortalecer mi carácter, ya que el nuevo ambiente era menos amable por los compañeros de clase y entonces dejé de ser el líder que fui en Marianao para convertirme en un niño introvertido, pero con óptimas calificaciones, tanto es así que en la graduación de 6to grado me otorgaron el título de primer expediente de toda la escuela.

 

Osmán Avilés a temprana edad.

Luego, en la etapa de la adolescencia, comencé a desarrollar mi interés por la literatura. Tiempo antes, había escrito un poema en la jornada del medio ambiente, justo a los 11 años, el cual sirvió de inspiración para continuar desarrollando lo que parecía ser un interés pasajero. Por su parte, mi madre, al ver ese interés por la literatura, me vinculó a talleres literarios, donde se leían y comentaban los trabajos de los talleristas. Pero los análisis de los textos eran muy agresivos y esto me desmotivó a continuar yendo a dichos talleres. En casa, leía y escribía y me alejé de mis compañeros de juegos, algo que mis padres interpretaron como un signo de temprana madurez. Me he detenido a comentar la psicología de mi temprana edad, porque esta tiene que ver con el impulso creador que paso a paso se gestó dentro de mí. Esas emociones, las cuales callaba, dieron impulso a mi sueño de ser escritor algún día y me senté a escribir poesía y cuentos. Aquellos cuentos se perdieron, pero los poemas sobrevivieron y todavía los conservo en una libreta. Recuerdo además que, en mi adolescencia, mi hermano era un lector voraz y había entre sus libros la poesía de Julián del Casal, un libro que se convirtió en mi preferido al aprender de este la estructura del romance y, sobre todo, a comprender su métrica, así como la del soneto. Por cierto, tengo una amiga de mi etapa preuniversitaria (esto era entre mis 15 y 17 años) que conserva un poema mío, al cual puede verse la influencia que la lectura de Casal ejerció en mí durante la primera juventud.

 

Efectivamente, los que te hemos leído reconocemos esas incidencias sensoriales en tus textos, pero nos consta que hay más. ¿Qué otras influencias te marcaron, no sólo en tu acercamiento a la literatura, sino también a tus preferencias o perspectivas existencialistas?

 

Durante esos años, me interesé también por conocer la iglesia católica. Había un grupo de compañeros de aula que habían hecho sus sacramentos y me animé a ir a la iglesia con ellos. Como se sabe, en los años ´90 en Cuba hubo una apertura hacia la religión y se dejó de perseguir a los religiosos, así como de expulsarlos de universidades e institutos de enseñanza. En ese contexto, me acerqué al convento de las Religiosas de María Inmaculada, que está en la Calzada del Cerro. Me convertí en un asiduo visitante y me enrolé en el grupo de actividades para los jóvenes que se realizaba allí. De modo que hice la catequesis y abrí mi corazón a las enseñanzas de José Pérez, más conocido por Pepe, un buen hombre que había permanecido toda su vida al servicio de la iglesia. Este catequista, como suele llamársele al profesor que imparte la catequesis, era muy querido entre todos los jóvenes y me ayudó también a romper con el miedo escénico e ir al púlpito a hacer una de las lecturas de la misa frente al público. En la capilla de ese convento, tomé los sacramentos de bautizo y primera comunión, siendo José Pérez mi padrino y mi madrina Bábara Puerta, quien era la madre de un amigo del preuniversitario. Más adelante, recibí el sacramento de la confirmación por Mons. Beniamino Stella, quien era entonces Nuncio apostólico en Cuba y ahora Cardenal, quien últimamente ha vuelto a la Isla, a petición del Papa, para interceder por la juventud que busca un mejor destino en nuestro Archipiélago. Por otra parte, Zeynel Díaz, un buen amigo en esos tiempos, quien es hoy un conocido músico cubano que vive en Colombia, fue mi padrino de confirmación. Creo que la formación religiosa es clave dentro de mi visión del mundo y la ubico como un aspecto importante dentro de mis esencias como escritor, porque ha sido parte de mi espiritualidad y del confrontamiento de mi ser con el statu quo de la sociedad; de ahí que haya hecho alusión a una parte de esta época, a mi experiencia, tan bonita en medio de las muchas carencias, tanto económicas como sociales, de esos convulsos años. Ahora bien, al terminar el preuniversitario, fui reclutado por el Servicio Militar, el cual era obligatorio en la Isla. Esto me atrasó un año en mis estudios, pues había sido admitido en el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona” para estudiar la carrera de Pedagogía en la especialidad de Español y Literatura, y hasta no cumplir con dicho mandatorio, no ingresé en la Universidad.

 

 En otras palabras, sucedió algo muy común dentro de las circunstancias que son la norma en el devenir social que te rodeaba. ¿Qué tal fue tu experiencia en tu entrenamiento universitario?

Yo recuerdo con mucho cariño mis años universitarios. Tuve profesores excelentes. Era un claustro magnífico. Recuerdo algunos nombres como Alicia Obaya, quien más que maestra se convirtió en mi amiga. Ella me presentó a la poeta Serafina Núñez, amiga también de la hermana de Obaya. Otros maestros que integraban el claustro eran Zoraida Puentes, Jaime García, Élida Grass, entre muchos otros que no puedo recordar sus nombres, pero cierro mis ojos y puedo verlos junto a la pizarra, hasta creo escuchar sus voces.

Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”

En 2002, siendo todavía estudiante del Pedagógico, participé en un evento internacional por el Centenario de Dulce María Loynaz en el Aula Magna del Instituto de Literatura y Lingüística. Era el coloquio “…en el Jardín”, dirigido por el amigo Marcelo Fajardo, quien hoy día es profesor de University of Mary Washington y me ha ayudado en mi proceso de superación dentro de los Estados Unidos. Pues bien, en ese coloquio fui premiado al otorgárseme el 3er Premio —para sorpresa mía— por una ponencia que sería el germen de mi primer libro. La participación en ese coloquio es lo que he reconocido después como el inicio de mi carrera literaria. En 2003, obtuve mi título de graduado universitario y continué mi desarrollo como escritor en ciernes a la vez que impartía clases en el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas “Vladimir Ilich Lenin”. En el 2005, fui invitado por el Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias para impartir sendas conferencias sobre Serafina Núñez y Dulce María Loynaz, gracias a la gestión de los amigos José Javier Hernández, gran escritor y promotor de mi obra en la isla de Tenerife; e Isidoro Sánchez, a quien conocí poco tiempo después de retirarse de su puesto como eurodiputado del Parlamento Europeo. Por cierto, llevé a ambos a conocer a mi amiga Serafina Núñez, quien los recibió con su natural simpatía, a pesar de encontrarse encamada producto de una operación de fractura de cadera, de la cual no pudo recuperarse por encontrarse muy mayor de edad. Núñez fue mi maestra también (sin serlo), pues escuchar sus anécdotas e impresiones de la literatura y del arte en general, era como asistir a una clase magistral y fue ella quien al escuchar mis modestos versos me reconoció como poeta. Desde entonces, me sentí más seguro de mis textos poéticos si bien se avistaba en mí un interés más grande por la ensayística. Serafina conoció mi libro “Pilares de un reino. Una incursión por la obra de Dulce María Loynaz”, inédito hasta ese momento, y lo apreció tanto que un día me pidió que escribiera también un libro sobre ella. Yo le prometí hacerlo, pero ella no pudo verlo escrito, pues sobrevino su muerte en 2006. En 2008, salió publicado Pilares de un reino por una editorial habanera. El cuidado de edición estuvo a cargo del poeta y amigo Ramón Elías Laffita, gran conocedor de la poesía y mi aliado en la búsqueda definitiva de mis versos. El libro se presentó en la Casa de la Poesía y la académica y amiga Marta Lesmes Albis tuvo a su cargo las palabras de presentación, las cuales aparecieron posteriormente publicadas en la revista Extramuros. Un año después se publicó Sonetos escogidos, de Serafina Núñez (antología de la cual soy el compilador y prologuista), por una editorial santiaguera. No me bastó el homenaje póstumo para mi amiga y seguí adelante con mi promesa, hasta escribir mi libro de ensayo Serafina Núñez: la verdad amaneciendo, el cual nunca se ha publicado en Cuba si bien ha estado en el plan de publicaciones de dos editoriales distintas. Es un hecho que me causa pesar, pues este libro es el primero que recoge de manera crítica y abarcadora, la vida y obra de la autora que tuvo el privilegio de ser reconocida por grandes escritores de talla internacional, como Juan Ramón Jiménez y Gabriela Mistral, y si bien no pareciera suficiente su relación con quienes obtuvieron el máximo galardón al cual un escritor puede aspirar, el Premio Nobel de Literatura, la poeta Serafina Núñez sigue siendo una desconocida para las nuevas generaciones en su país. Dicho esto, desde 2008 hasta 2012 trabajé en la revista digital Cubaliteraria y ocupé el puesto de redactor.

 

Impresionante… y, ¿qué tal fue tu experiencia en esta importante entidad?

El trabajo en ésta fue una escuela para mí, pues además de relacionarme con grandes escritores, el trabajo de edición de sus obras amplió aún más mis conocimientos en torno a la historiografía literaria de Cuba, la cual posee ya más de cuatrocientos años. En 2010, obtuve el Premio “Luis Rogelio Nogueras” en el género ensayo por un libro de investigación sobre poetas féminas que titulé Los extraños monzones. En la Feria Internacional del Libro de La Habana de 2011 presenté la antología El manto de mi virtud. Poesía cubana y uruguaya del siglo XXI realizada con el editor uruguayo y amigo Alfredo Coirolo, en Montevideo.

También él publicó mi primer libro La persistencia de los fragmentos, con prólogo del poeta uruguayo Rafael Courtoisie un años después. Justo en 2012, antes de mi decisión de internarme en un convento, concluí el libro acerca de Serafina Núñez. Era mi momento de esplendor debido a la promoción que, de mi obra, recibía por diversos medios de comunicación. La página de autores cubanos de la revista Bohemia se había reseñado mi obra y, por si fuera poco, la periodista Magda Resik me entrevistó para el programa de televisión Entre libros (canal 6). Coincidentemente en el tiempo, el poeta y profesor universitario Jesús David Curbelo (mi maestro en el diplomado de poesía junto con su esposa Susana Haug y el escritor Roberto Manzano, padre en la poesía para muchos poetas como yo), me entrevistó para el programa A contraluz (canal 4), cuyo principal tema era la poesía. De modo que un día, casi a la misma hora, pasaron ambas entrevistas en diferentes canales por la televisión nacional.

Pero mi lado espiritual y enamoramiento por la vida franciscana pesaron mucho en la decisión de abandonar mi carrera literaria, aunque no sospechaba que esta renuncia no sería para siempre. Pienso al mirar esta época que era un gran soñador y la vida en el convento se encargaría de enseñarme a mirar las circunstancias de la vida con más realismo. A todo esto, mi formación intelectual se fortaleció como postulante de la orden de los hermanos franciscanos conventuales, al asistir al Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana. Allí tomé cursos de Filosofía, de Latín, de Lógica, entre otros. Sin embargo, desde el punto de vista espiritual aprendí a conocerme y es, sobre todo, esto último lo que más agradezco de mi tiempo en la vida religiosa conventual. En 2014, viajé a México para realizar el noviciado, ese tiempo de estudio y preparación definitiva para tomar los primeros votos, los cuales son la obediencia, la pobreza y la castidad. Pero como se sabe —lo he dicho en otros lugares—, no llegué a tomar dichos votos y una madrugada escapé del convento vestido con mi hábito franciscano. Poco tiempo después, viajé a Miami para fijar mi residencia por un espacio de cuatro años.

 

Fue precisamente en ese período en que te conocí y no me enteré, sino mucho después, que habías cambiado de residencia.

En Miami, encontré tiempo para la literatura y publiqué el libro de ensayo sobre Serafina Núñez; en 2015, gracias a la edición de Unos & Otros y su director Armando Nuviola, quien por entonces comenzaba a aventurarse en el mercado editorial. Luego abracé otros proyectos de publicación; sin embargo, mi ansia por seguir superándome me condujo hasta Puerto Rico, donde estudié la Maestría en Artes con concentración en Estudios Hispánicos. En la Universidad de Puerto Rico (UPR) aprendí muchísimo y en gratitud a este pueblo y su cultura, escribí mi tesis sobre Julia de Burgos, la cual poco tiempo después de presentada, como último ejercicio evaluativo de la Maestría, obtuvo dos premios Medalla de Altas Distinciones por el Programa de Estudios Hispánicos de la UPR y Medalla Ricardo Alegría por la Academia Puertorriqueña de la Lengua.

Deseo aún continuar estudiando, así que, si Dios me lo permite, seguiré por este rumbo seguro, de encontrar la felicidad con lo que más amo: la literatura.

FIN PARTE I.

Quod scripsi, scripsi 

 

© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.

Héctor Manuel Gutiérrez, Ph.D., es instructor de español avanzado y literatura hispana. Funge como Lector Oficial de Literatura y Cultura Hispánicas en el programa de evaluación superior Advanced Placement, College Board/ETS. Colaborador mensual de la revista musical «Latin Beat», Gardena, California. Miembro/fundador de la revista literaria «La huella azul», FIU, Miami, Florida. Editor de contribuciones, «Revista Poetas y Escritores Miami», Miami, Florida. Colaborador «Revista Suburbano», Miami, Florida. Colaborador/ columnista, «Nagari Magazine», Miami, Florida. Colaborador «Linden Lane Magazine», Fort Worth, Texas, Colaborador, «Insularis Magazine», Miami, Florida. Es autor de los libros: Cuarentenas, marzo 2011, Cuarentenas: Segunda Edición, Cuando el viento es amigo, Dossier Homenaje a Lilliam Moro,De autoría: ensayos al reverso. Les da los toques finales a Encuentros a la carta: entrevistas en ciernes, a publicarse en 2024, La utopía interior: estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato, a publicarse en 2024, y la novela El arrobo de la sospecha, a publicarse en 2025.

Te abrazo fuerte, te aplaudo de pie mi querido amigo Saludos desde West Palm Beach Fl
Excelente relato, de un hombre inteligente, agradable y gran amigo. El éxito es solo un puente de las cosas venideras…!

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.