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Noviembre 2020

VISIÓN DE LA NEGRITUD EN ÉCUE-YAMBA-Ó DE ALEJO CAPENTIER. Héctor Manuel Gutiérrez

  Federico García Lorca en Matanzas, 1930.

 

Los cuantiosos ensayos de Alejo Carpentier (Luasanne, Suiza, 1904; París, Francia 1980) con frecuencia respiran una ineludible inquietud: enfrascarse en un análisis e interpretación de aquello que significa pertenecer al continente americano. Este interés es compartido por gran parte de sus colegas dentro del fenómeno literario y mercantil bautizado como el Boom de la novela hispanoamericana, concepto totalizador que con frecuencia trae consigo la narrativa producida en los 60 y los 70 del siglo XX. El contexto abarca problemas y realidades, sueños y anhelos, que son los mismos en las diferentes esquinas del continente, sus costas y sus islas. La diferencia está en los matices: color, clase, educación, clima, accidentes geográficos y substratos lingüísticos, entre otros modos peculiares y generales que a la vez definen y colectivizan.

Al enfocar su obra, en la cual se destacan por igual las novelas, deduzco que Carpentier quiere expandir el alcance de esas ideas. Para esto se vale de una imagen global, integral, abarcadora de una realidad compartida que, según el propio autor, se proyecta inyectada por las contradicciones que conviven en el suelo americano: dicotomías o contrastes cronotópicos, y desigualdades económicas, para mencionar unas cuantas.

Entre esos componentes sistémicos, no falta el tema de la negritud que, de acuerdo con el contexto que señalo, sería una preocupación por las cuitas históricas de la población de descendencia africana, una toma de consciencia del ancestro africano dentro de las coordenadas americanas que él mismo se encargaría de sugerir en futuros planteamientos. Es la misma tendencia que, de forma paralela, se manifestó en diversos contornos literarios, particularmente en el terreno de la poesía, donde se abordaba el tema desde ángulos diversos: José Manuel Poveda, Ildefonso Pereda Valdés, Manuel del Socorro Rodríquez, Federico García Lorca, Luis Palés Matos, Nicolás Guillén, Marcelino Arozarena,Vicente Gómez Kent, Ignacio Villa, Emilio Ballagas, José Zacarías Tellet, Nancy Morejón, y otros.

Écue-Yamba-Ó (1933), la primera de una serie de novelas, es un intento precoz de ensayar su hipótesis. Si la fiebre estética de La Vanguardia, movimiento que Carpentier conocía muy bien, tiene dentro de sus postulados una actitud intrínseca de romper con el pasado, como expusiera el futurismo de Marinetti o el cubismo de Picasso, por ejemplo, la negritud se preocupó en agrupar los elementos necesarios para establecer una identidad continental. En esto quizás hay una especie de contradicción, pero tendríamos que excusar las liviandades de la época y otorgarle crédito al artista por intentar darle un lugar a lo africano en la constitución conceptual de lo nuestro, a través de las singularidades de los ámbitos literarios. En otras palabras, se trata aquí de reivindicar los valores culturales e históricos del legado africano y sus connotaciones circunstanciales con el colonialismo político, económico y cultural, elementos excluidos por siglos en el contexto general de lo americano.

En Écue-Yamba-Ó el novelista muestra una especial destreza narrativa y eficacia discursiva. Logra aquí una prosa que, a pesar del énfasis barroco que impone en determinados momentos, por lo general resulta fácil de leer, es liviana en lo anecdótico, y sobre todo, rica en referencias folklóricas, como ilustra este pasaje: “Los sones y rumbas se anunciaban gravemente, haciendo sonar hocicos negros en las rendijas del corral. Una guitarra perezosa y el agrio tres esbozaban un motivo. El idioma de toques y porrazos nacía en los percutores. Los ruidos entraban en la ronda, sucesivamente, como las voces en una fuga. La marímbula, clavicordio de la manigua, diseñaba un acompañamiento sordo. Luego, los labios del botijero improvisaban un bajo continuo en una comba de barro, con resonancia de bordón. El güiro zumbaba con estridencia bajo el implacable masaje de una varilla flexible.” (Págs. 35-36. Consciente de sus muchas ediciones, de aquí en adelante, aludo a la de 1933).

La prosa de Carpentier, cuando traza los hechos engrasada de elementos tan propios al acervo musical cubano, se mueve en un barroquismo tropical de elegantes y sensuales cadencias telúricas dotadas de un misticismo muy de las antillas. He aquí otra muestra de su discurso alusivo: “Música de cuero, madera, huesos y metales, ¡música de materias elementales!… A media legua de las chimeneas azucareras, esa música emergía de edades remotas, preñadas de intuiciones y de misterio. Los instrumentos casi animales y letanías negras se acoplaban bajo el signo de una selva invisible. En las frondas, las gallinas alargaban un ojo amarillo hacia el corro de sombras entregadas al extraño maleficio sonoro.” (36)

Así como Serpa hace uso del mar como materia narrativa, Carpentier pide prestado lo negro, para lograr su intención totalizadora. Aunque el préstamo es en cierta manera superficial, lo que le falta de genuino, le sobra en ingenio y humor, elementos presentes en la escena en que Menegildo y su futura mujer, sostienen un diálogo de enjuto contenido lexical, pero cuyas pausas y lenguaje corporal se retratan de manera genial: “El hombre y la mujer callaban, mirándose de soslayo. El mozo chupaba fuertemente el puro. Pero estaba apagado y no le quedaban cerillas… La desconocida observó que este percance lo llenaba de vergüenza.

— Agualde…

La mujer corrió hacia la hoguera casi apagada para traerle una rama en que una pálida lumbre vivía aún.

Al encender la colilla, Menegildo creyó adivinar la forma de un seno por el leve escote del vestido.

— ¡Gracia…!

— De ná!

El cerebro del macho esbozó un gesto que sus manos no siguieron. Ahora se sentía profundamente humillado por su cortedad. “¡Si no fuese tan tímido, le fajaría a la mujel esa! pero la sensación de que nunca tendría el valor de ello aumentaba su indecisión. Quería marcharse y no lograba dar un paso… Al fin rompió el silencio:

— Entonse… Buena noche.

— Adió.” (75-76)

Considero que la entrega hubiera funcionado aún mejor si se hubiese concebido como una colección de cuentos ensamblados en un tema común y no como cuasi-viñetas. Aunque muy bien trabajadas, no logran una estructura sólida, condición necesaria para el tipo de obra que sin duda aspira a ser novela. Mas aun faltándole este detalle estructural, si tengo en cuenta la historia del personaje Menegildo Cue y el resto de sus congéneres, a mi entender la obra tendrá que ocupar un lugar de importancia en la narrativa de Hispanoamérica, tanto por el valor histórico como el alegórico. El tema es una certera transfiguración de ciertos mitos dentro de la cosmovisión de la descendencia afrocubana y su incorporación al mundo americano. Esos elementos están presentes en Écue-Yamba-Ó: las creencias, los “trabajos”, las iniciaciones, las fuerzas sobrenaturales, el lenguaje corporal, la sexualidad, el determinismo, el sincretismo, y mucho más. Sin duda es un valioso tesoro de recursos que conforman un universo conceptual cuyo origen se remonta al siglo XVIII cubano. Es posible que el esfuerzo sea complejo y exótico a los ojos de muchos; sin embargo, no olvidemos que desde aquel entonces, los componentes cosmogónicos son parte del imaginario popular. Para los escépticos, agrego que el fenómeno se ha documentado frecuentemente en las investigaciones allende a o dentro de nuestra contemporaneidad.

Con estos breves, pero significativos pormenores, concluyo que los postulados de Alejo Carpentier como elementos estructurales en las coordenadas americanas, cargan un contexto socio-cultural que está siempre presente a lo largo de toda su producción novelesca y ensayística. Confirman y apoyan su tesis las investigaciones realizadas con éxito por especialistas serios y entusiastas dentro y fuera de la isla. Incluyo entre ellos a Arturo Arnalte, Fernando Ortiz, Oscar Fernández De La Vega, Rosa E. Valdés-Cruz, Mercedes Sandoval, Lidia Cabrera, y Jorge e Isabel Castellanos. Sus trabajos merecen una visita, especialmente de aquellos que no han tenido la oportunidad de leer a este controversial autor.

 

Recursos:

Carpentier, Alejo. Écue-Yamba-Ó! Historia afro-cubana.

Madrid: Editorial España, (1933)

Imágenes: portada primera edición, 1933

Tambores Batá: Okónkolo, Itótele, Iyá

 

 

© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez

Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Ekatombe, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Creador de un sub-género literario que llama cuarentenas, es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, agosto de 2015, y CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019. Les da los toques finales a dos próximos libros, AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos, y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.

Muchas gracias por el comentario y la observación. La errata ha sido corregida.
Héctor, Gracias por este breve ensayo, muy general sobre la obra del cubano. Aunque debo decir que Carpentier no nació en La Habana...

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