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Diciembre 2021

SALUD MENTAL Y EL SRAS-CoV-2. Eduard Reboll

El 14 de noviembre de este año, el diario El País publicaba a toda plana y en portada el siguiente título: “España, en terapia” (Patricia Gosálvez. Su autora). Por primera vez, no se hablaba de la situación políticamente tensa, entre la derecha y la izquierda en el Parlamento. Ni de la inflación económica que sufrimos globalmente. Menos aún, de los datos alarmantes de la pandemia en crecimiento en Europa y los países africanos. Y tampoco se hacía eco de la tirantez entre EE.UU y los países asiáticos por el tema de los suministros, el precio del petróleo, el gas o el bloqueo en el transporte marítimo. O incluso, la situación del volcán en la isla de La Palma; la lava incendiaria tenía … otra textura distinta a los gases de azufre.

 

 

Por primera vez, la salud psicológica de los ciudadanos (deduzco que pasará lo mismo en otro continente) era una noticia en primicia. Y para ser más exactos: la mala salubridad mental del planeta que habitamos, hoy, ya es un hecho.

 

En el vocabulario de análisis, citar los siguientes registros: ansiedad, depresión, psicofármacos, drogas, servicios sociales, víctimas, suicidio, anorexia, bulimia, abusos sexuales o de poder dentro del campo de la pareja, divorcio, agresión, huidas de casa de algún hijo …psicólogo clínico, psiquiatra, terapeuta. En conclusión, todos estos sintagmas en crisis y con su correspondiente símbolo %, en los datos.

 

Situaciones

 

Bernabé, trabajadora de una residencia de ancianos, atenta siempre al cuidado minucioso de los nonagenarios. Simpática por doquier. Dulce en su literatura inventada para distraer en el jardín a los residentes, este lunes vive la culpabilidad por contagiar a más de una decena de moradores del lugar. Y por omitir a viva voz: “¡Esto es una farsa para controlar, los laboratorios, nuestro ADN!”. Contrajo la covid con su respectiva cuarentena. Pasó por la Unidad de Cuidados Intensivos en el hospital. Y estuvo a punto de desaparecer de este mundo por una enfermedad grave. Hoy vive una depresión por despido en su lugar de trabajo y por balancearse aún, ante el dilema imaginario, de quién ha creado esta maldita infección. Durante el diálogo escuchamos: “En verdad, necesitaría mi alter ego que cuide de mí, me azuce con sus abrazos, y me explique un cuento antes de irme a dormir”.

 

Agustinito acude a la escuela local de su ciudad. Tiene 12 años y forma parte de este 15% aproximado de casos de contagio. Él y toda su clase de sencundaria están confinados durante quince días. La primera jornada en casa es un festín con sus juguetes y enseres. El miércoles se atraca de chocolate mientras mira a Estella (Emma Stone) en la película Cruella. Durante el cuarto día, su madre lo ve saltando por el sofá sin función alguna y le llama al orden “¡Para¡Ya estoy harto de ti! Le ha quitado el móvil y su PlayStation. “Tú todo el día en la computadora hablando por Zoom con tu gente y siempre chillándole a papá lo que debo de hacer. Grrrrr…Me voy a la calle.” Al cabo de dos horas llaman a la puerta. Frente a ella, un policía de azul y Agustinito con lágrimas en la mejilla. Lo ocurrido es lo de menos. Cada jueves acude a terapia… y su psicóloga nos dice que siempre inicia la sesión con un: “Yo no quise hacerlo. De verdad se lo digo”.

 

 

En El Molino de la Roca están recogiendo las sillas y los enseres de la terraza. Han llamado a todos los negocios de la hostelería y la restauración a cerrar por obligado cumplimiento. Cada día, frente al Mediterráneo, ante un sol esplendoroso en julio o incluso, resguardados bajo el cobijo de un palio durante el otoño, este establecimiento, es un hito para toda la comunidad. Tanto para tomarse un café y un cruasán de mantequilla a primera hora. Como para degustar los surtidos variados de mariscos y pescado al mediodía. O incluso, disfrutar en las cenas privadas de los supuestos famosos que acuden con sigilo y confianza al restaurante de Juan Carlos Sirviente.  Su mujer lo ha abandonado. Tenía pensamientos de muerte y locura. El miedo se apropiaba, a tal punto, que pasó días en cama sin levantarse. No soportó, por imperativo legal, la clausura de seis meses, no solo por no poder vivir sin su sustento económico, sino por la carencia a no poder transitar de mesa en mesa y departir con sus asiduos. Escuchar los secretos bajo la luna negra de los amores prohibidos que allí venían. O, simplemente, tomarse un gin-tonic de Bombay y un cohíba a las tres de la madrugada cuando el local cerraba a diario frente la bahía. Enterrado sin mármol ni cruz, en el cementerio de la localidad hay un epitafio bajo la primera persona del pretérito indefinido del verbo ser que lo define..

 

Todo bien explícito. Este “fui…”, laico, en minúscula y puntos suspensivos del susodicho es, posiblemente, un adiós muy honesto en su despedida de este mundo. Un bye bye que muchos de los lectores habrán reflexionado entre lo que fueron y sentían. Antes de que este acrónimo, SRAS-CoV-2, se convirtiera en el nombre propio de este virus, más conocido, por “El Covid”.

 

Hoy, el mismo, no sólo entrará en el aire de alguno de los pulmones de sus familiares o conocidos bajo el duelo de su desaparición, sino también en el cerebro mismo de quien me está leyendo, buscando algunos porqués en el cambio de su conducta, su sentir o simplemente la percepción de la realidad.

 

Y conversando sobre el ambiente actual del que escribe, acabo el artículo hablando, ya no de los otros, sino de mi propia familia. Ayer noche mi esposa me comunicó que mi querida suegra, la Sra. Ángeles Sánchez, la trasladaron al Hospital de Can Ruti en Badalona (Catalunya). ¿Razón? Una doble neumonía a causa de este virus. (1)

 

La salud mental de todos los que convivimos a su alrededor dependerá del deseo y una pronta recuperación.”¡Ánimos¡“ Y entiéndase este grito: desde un plural extendido para todas y todos los que sufren en este instante mientras circulan por este planeta llamado Tierra.

 

Nota (1) Esta noticia verídica, en cuanto a nombre y lugar, sucedió mientras escribía el artículo ayer noche para su entrega, sin que fuera la razón para ser publicado bajo este título. Lo inicié hace dos días. A partir de aquí, decidí finalizarlo esta mañana para ver como evolucionaba la situación de mi suegra. El resto de relatos están con nombre y lugar simulado para no denunciar a sus víctimas. Las historias están basadas en la realidad actual que vivimos.

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

 

 

 

 

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