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Febrero 2023

DOLORES DEL RÍO,  diva en la boca del ratón. O de cómo encontrar un oasis en el desierto. Silvia Siller

 

Museo Boca Raton Museum of Art

https://bocamuseum.org/

 

CRÓNICA Y RESEÑA DE VIAJE

 

Dolores del Río y Cedric Gibbons en el documental del museo.

Fotos por Silvia Siller

 

Boca Ratón, Florida, Diciembre 2022

 

Así como el oro, donde hay hermosura y calidad, aún en los lugares más recónditos, por su naturaleza de luz, Dolores del Río está destinada a brillar a través del tiempo.

 

Hay muchas maneras de sentirnos distintos cuando emigramos y nos hemos acoplado a otras comunidades, religiones y culturas. Pero de repente, es posible voltear a tomar un sorbo de nuestro propio chocolate como sentir el asombro de regresar a alimentar una raíz dormida.

 

Uno no se espera ver a una diva mexicana en un museo de Boca Ratón, Florida, o al pasar por una calle en Nueva York verla entre muchos libros de un vendedor desarrapado de libros viejos.

 

Pero fue lo que me sucedió de manera insólita en estas vacaciones decembrinas para sacarme de contexto.

 

Quise darme una escapada de lo rutinario de unas vacaciones en casa de parientes en Florida donde muchos neoyorquinos buscan buen clima en medio del invierno.

 

Una decisión de ir a un museo logró quizá como dicen en inglés salir del ¨sameness¨ que a veces nos toca vivir con las repetidas reuniones familiares durante épocas navideñas. Fue así como indagué sobre actividades culturales, una exhibición de arte que me recordara que es posible alimentar el espíritu en un viaje de familia, en donde generalmente nos reducimos a complacer con aquello que los hijos y familia anticipan de ocasiones anteriores; piscina, centro comercial, shopping, confort y como bono, una noche de comida mexicana en la cantina del único restaurante mexicano de esa colonia;  El Jefe Luchador. Mención que realizo tan solo para contrastar una zona de uniformidad estética en el barrio de Boca Ratón; en donde todo es nítido, blanco, los supermercados impecables y las casas cortadas con tijera, blancas, grandes, prístinas ah, y de repente irónicamente beige, con piscinas de mosaicos y con estacionamientos para al menos cuatro carros.

 

En esta época del año, en la zona, tanto los adornos navideños, las luces exteriores, los pesebres externos y coronas también se aprecian atinadamente decoradas con sus luces mientras uno camina queriendo hacer un poco de ejercicio sencillo en la colonia, mientras los carritos de golf van y vienen al club cercano.  La mayoría de las veces en la caminata uno se pierde por que todo se parece y porque todas las calles tienen Palm en sus nombres; Palm drive, Palm road, Palm street, palm, palm, palm.

 

Esta zona, generalmente de adultos jubilados, con recursos, aunque reconozco con la presencia picosa de un restaurante mexicano, me atrae observarla tan solo por una curiosidad  sociológica sin juzgar.  Y es así como me llegó el oasis del desierto en una esquina, con un museo,  con un poco de arte. Me di cuenta del Boca Raton Museum of Art.  Destacaba por su moderna arquitectura, por sus espacios amplios con terracitas internas y por colorido. Nunca antes me percaté de su existencia pese a haber estado en la zona repetidas veces.  Lo cómico es que lo noté porque en el exterior se aprecia un anfiteatro grande, color amarillo pollo, con una pintura de bailarines de color, quizá cubanos, o quizá afro americanos como los que llegaron a Pearl City originarios de esa zona, o hasta por que la pintura en sí disuelve un poco que la zona es de cierto estrato social de jubilados americanos blancos.

 

 

 

 

El teatro junto al museo, está frente a una calzada que se extiende unas ocho cuadras, llena de restaurantitos y tienditas boutique bien arregladitos color meloncito claro o como dicen por ahí manicurados. El museo, amplio, se despliega en una esquina en dos pisos.

 

El piso de arriba, tiene la colección permanente, sorprendentemente variada y rica; una colección tanto de figuras prehispánicas, máscaras africanas, pinturas, incluso un autorretrato del mexicano José Clemente Orozco, pero también arte contemporáneo, esculturas, artes visuales, o piezas de vidrio soplado. Llama la atención una escultura grotescamente artística de un Don Quijote de la Mancha de aspecto metálico, o bien, la exhibición de fotografía temporal de una comunidad originaria de Boca Ratón afro-americana ahora excepcional, Pearl City, la cual, al irse gentrificando la zona, se ha ido reduciendo en su diversidad. Dicha exhibición fotográfica desplegaba genuinas fotos de la comunidad negra de Boca del fotógrafo activista, Reginald Cunningham.

 

 

Y es así como llego al momento sobresaliente de mi visita, o el motivo de compartir mi experiencia en esta crónica, lo que descubrí en la planta baja del museo.

 

Juro que llegué a la exhibición a ciegas, sin saber en lo absoluto lo que iba a ver. Llegué para tener un respiro a solas, y entonces se me atravesó el museo, vi bailarines de color afuera en una pintura extravagante para el lugar y entré. Leí el título de la exhibición sin tampoco saber qué significaba. The ¨Art of the Hollywood backdrop¨ y aprendí que no es más que la serie de lienzos, de telas de fondo de películas, una suerte de trazos realistas escenográficos para reproducir localidades y nutrir de contexto una película. Esas pinturas clásicas de Hollywood desde los años veinte que ahora constato eran diseñadas y creadas por pintores talentosos como George Gibson y no necesariamente tomas cinematográficas en el lugar.

 

Estos lienzos podían simular todo tipo de naturaleza, o arquitectura, desde las caras esculpidas de los presidentes de Estados Unidos en Rushmore Mountain, hasta la ciudad de Nueva York, o París, Montmartre o el Castillo Schloss Leopoldskron de la famosa película Sound of Music, (La novicia voladora) con Julie Andrews. Es la prueba fehaciente de la evolución del cine en su tecnología, el backdrop como la reliquia de lo que hoy se ha convertido en la tecnología digital.

 

De la misma manera se despliega una calle, un pasillo como en Singing in the Rain cuando Gene Kelly baila con un muñeco de trapo en un sofá ( con la canción Make`em laugh), o el fondo fantástico y caricaturesco del Mago de Oz original. El más impresionante y espectacular de los backdrops en el museo es el que dio la imagen a la exhibición, el de Rushmore Mountain de las caras esculpidas de los presidentes estadounidenses en las escenas de acción de Gary Grant y Eva Marie Saint, haciendo sus escapadas por las rocas en la famosa película tragicómica de Alfred Hitchcock North to Northwest (1959) tan icónica de espionaje de los Estados Unidos.

 

 

Esta exhibición era en honor al cine, a Hollywood, relataban en el documental cómo se desarrollaron estas técnicas del backdrop y cómo creció y se fusionó la famosa Metro Goldyn Meyer, o las aportaciones de Walt Disney.  Se destacaba y honraban a personajes como Cedric Gibbons, uno de los más conocidos directores de arte y escenografía de todos los tiempos, quien diseñó la estatuilla del Oscar. También George Gibson quien era quien hacía pinturas y las técnicas de estas escenografías de fondo. Y es aquí donde se incluye el asombro de mi visita, cuando en el documental aparece la diva, la única y trascendental Dolores del Río del círculo élite de Hollywood que fue casada justamente con Cedric Gibbons, ambos conformando una pareja icónica del momento en los tiempos del Art Déco.

 

 

 

En el documental introductorio que presenta el museo, y que es preferible mirar antes de visitar los ¨backdrops¨ accesibles en las salas, los cuales se acompañan de videos de las películas mismas en donde se utilizaron dichos backdrops, mencionan a Dolores como ¨the beautiful Mexican actress ¨casada con Cedric Gibbons y presentan no menos de quince momentos con Dolores del Río; como si fuera realeza en la época del Art Deco; en su casa con el Director, la muestran bailando en las películas,  con sombrero con su perro posando, en una piscina, pero eso sí en todas las fotografías la presentan como diva, en todas bella.  Dolores de Río fue parte de toda esta élite hollywoodense de los años 20 en adelante.

 

Llama la atención que en la zona como en la que se encuentra el museo, sobresale la manera como la presentaron en el documental, como la bella actriz mexicana, un adjetivo que le pone acento en otro nivel. Lo menciono porque bien hubiera sido posible decir solo la actriz mexicana Dolores del Río, pero aquellos que conocen el idioma inglés saben que los adjetivos tienen una jerarquía en la lengua y en el orden que se ponen. Cuando se encuentran varios adjetivos juntos, es el más específico al que se le da prioridad en el primer sitio de la frase, hasta adelante, en este caso el adjetivo es bella.  Sin juzgar, es curioso que haya que priorizar la belleza de esta actriz para el público estadounidense y también como la bella esposa de Cedric Gibbons. Por supuesto el documental era de él y ella era solo co-protagonista.

Esta anécdota de la diva no hubiese sido tan relevante si no fuese porque un mes antes, mientras caminaba por las calles de Nueva York para hacer compras navideñas, me encontré con uno de estos señores que venden libros de segunda mano en la calle, el equivalente a los bouquinistes franceses junto al Río Sena en París, pero esta vez cerca de Lincoln Center. Era una tarde fría y ya oscura a las cinco de la tarde, cuando iba caminando por Columbus Avenue, y vi un libro con la portada del rostro de Dolores del Río, el libro era honrando a un fotógrafo de las actrices de Hollywood y sobre todo había retratos de Ava Gardner, Hedy Lamarr o Greta Garbo y pocas fotografías de Dolores del Río, pero aún así, ella era la que estaba en la portada por ser considerada como uno de los rostros más perfectos de la época, incluso se la llegó a considerar la versión femenina de Rudy Valentino, desde sus películas mudas.

En el libro, una vez más pese a ser la diva en la portada, es la musa del fotógrafo Ernest Bachrach, en el libro compilado por John Nobal, de la misma manera que en el documental de Gibbons, es la esposa de.

Mi atracción por el libro surgió porque, meses antes produje dos programas de radio sobre las vida de Dolores del Río por #calleviejaradio donde hablé de toda su vida, sus influencias, sus amores, sus orígenes y su aporte cultural a las artes de México, y donde entrevisté a un conocedor de sus películas y de su vida,  Jonathan Esau Luna García, así como a su sobrina nieta, la artista y diseñadora Luciana Corres.

Se habló sobre su trabajo de la preservación de la cultura y al enaltecimiento de nuestras artesanías mexicanas mucho más allá de su belleza, su abogacía por los derechos de los artistas para estancias infantiles, etc. Dolores del Río fue una mujer artista enteramente, merece un reconocimiento total sin ser la musa de un fotógrafo o la esposa de Cedric Gibbons. Por eso me detuve y asombré de reencontrarla tan insólitamente tres veces, sin buscarla, como una aguja en un pajar. Una actriz, una bailarina, cantante, y promotora del arte mexicano con gran sentido social quien precisa de su propio lugar en la memoria de los mexicanos y su herencia artística.

 

Este camino de regreso al origen de mi interés por esta actriz, estos tres momentos donde se me ha aparecido me llevan a preguntarme si la vida también nos va llevando anárquicamente por esas calles, por esos barrios en los que nos encontramos sin decisión propia, o bien, si es en los desiertos donde nos toca encontrar los oasis, si es en los lienzos blancos donde nos toca pintar nuestras propias escenas de películas,  donde diseñamos nuestros backdrops para traer el color y contexto del momento que nos toca vivir.

 

En este nuevo año, deseo encontrar siempre esos hilitos de sentido en nuestro caminar para buscar el mapa de nuestros tesoros. Acaso es posible saber también que es, cuando menos esperamos, que podemos encontrar la belleza y el talento en la Boca del Ratón.

 

© All rights reserved Silvia Siller

Silvia Siller. Escritora mexicana. Estudió Relaciones Internacionales en la U. Iberoamericana y la Maestría en Columbia University en Nueva York. Además tiene diplomados en literatura hispanoamericana y ha estudiado flamenco por más de 20 años. Tiene varios poemarios publicados, dos reconocidos en el International Latino Book Award  (2015-2016) y uno finalista del concurso Entreversos (2017) Danza de Cuatro Brazos dedicado a la danza. Ha sido participante de antologías, festivales y recitales de poesía en Nicaragua, El Salvador, México, Chile, EU, Colombia, y más. Su poesía acompañó la obra Man(o)rar en el Museo Franz Mayer en México y el Museo Textil de Oaxaca. Premio G. Mistral, J. Burgos y F. Kahlo otorgado por el grupo Galo Plaza en N.Y. por su contribución a la cultura latinoamericana. Tiene un libro reciente de narrativa es “El día que el cortés dejó de florecer” de memoria histórica editado por la editorial Ojo de Cuervo del Salvador.

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