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Septiembre 2023

DESDE EL OJO DEL HURACÁN. Kelly Martínez-Grandal

No puedo evitar escribir esta presentación un poco desde lo personal. Es mentira que los libros nacidos de investigaciones académicas no tocan fibras emocionales y toda investigación académica nace, creo, de una fibra emocional; de una duda que no es, al final, sino una pregunta sobre uno mismo. Este libro, resultado de la tesis de Maestría de Dainerys Machado Vento –una autora a la que, además, me une la amistad y la admiración—dialoga, a su vez, con mis propias inquietudes intelectuales, mis propias dudas existenciales.

Para todos es sabido que la literatura cubana del siglo XX está marcada por un enfrentamiento titánico: el de Lezama y Virgilio, la idea origenista y el arrebato vanguardista. Una situación casi caprichosa, un choque de egos –porque muchas veces lo fue— que, sin embargo, respondía también a un signo de los tiempos: la preocupación por la poesía cubana, por su poética y las posibilidades de su voz. Desenredar esa madeja de micros y macrocosmos, de lo personal y lo colectivo y la forma en que dialogan, es lo que hace Dainerys en El estruendo de Ciclón. Usando como motor y camino la breve revista disidente Ciclón –fundada por Virgilio Piñera y José Rodríguez Feo y abiertamente anti-origenista–, el ensayo pinza un nervio: el de la tendencia de la cultura cubana a erigirse sobre dos polaridades, la que conserva y la que rompe. Mala maña que tal vez tenemos desde la colonia, cuando peninsulares y criollos andaban peleando por definir la arquitectura del país y que parece haberse atornillado en nosotros con la llegada de la “revolución” y su poder castrante y monolítico: conmigo o contra mí, lírico o anti-lírico, heroico a antiheroico.

Que no se me malentienda. El tema aquí siempre es Ciclón y, por supuesto, Orígenes pues –y como bien señala la autora– la paradoja de las vanguardias es que, en su deseo de ruptura, nos obligan a prestar atención al referente que intentan subvertir y no logran, por tanto, una completa autonomía. Detrás del tema, hay otras capas de significaciones, una indagación más amplia en los pormenores de la cultura cubana de una época y, de alguna manera, en las raíces y los frutos de esos pormenores. Al fin y al cabo, es la naturaleza del ensayo abrir los fenómenos, poner en duda, hacer ver. Su más íntima ley, como decía Adorno, es la herejía.

Había dicho que hablaría desde lo personal. Como alguien que dejó Cuba siendo niña, ha sido todo un reto regresar a la comunidad cubana y entender ciertos códigos y maneras de funcionar. Este libro es un poco sobre esos códigos, sobre esa manía que tenemos por lo disyuntivo, incluso en el ámbito de la creación. No es malo, pero es peligroso. Corre uno el riesgo de perderse posibilidades, de condenarse a ser solo isla y no, por lo menos, archipiélago; de encerrarse demasiado en uno mismo. Lezama y Virgilio no son los culpables, por supuesto. Son un síntoma, como lo son al final todos los mitos fundacionales. Más allá de eso, El estruendo del ciclón llena huecos importantes en el estudio y conocimiento de nuestra tradición literaria, pues la revista y sus pormenores no se han estudiado lo suficiente. Permite atar cabos, zurcir las pequeñas roturas del tejido de la historia de nuestra literatura, cicatrizarlas. También afirma el hecho de que Piñera como Lezama son todavía temas que permiten nuevos abordajes.

Este, en particular, está escrito de manera chispeante (Dainerys, no lo olvidemos, también es narradora). Tiene su toque de chismógrafo, de revista de celebrités, de crónica. Las páginas de este libro son también una visita a la casa de Rodríguez Feo, una confabulación con Virgilio; un paseo por La Habana Vieja, rumbo a una imprenta, a recoger los primeros ejemplares de una revista. También están aquí los olores de la ciudad, sus sonidos, su luz. Habanera by nature, Dainerys no puede evitar asomar sus propias pertenencias y una escritura que, incluso en su aspecto más contenido y en su tono más académico, resulta siempre sensual, sensorial.

Sin tomar partido exclusivo por nadie (a todos los ubica en su justo contexto) y sin ánimo de ser moralizante, su texto es también un recordatorio de que las rencillas personales, en el campo de la cultura, pueden dar nacimiento a productos culturales tangibles y no quedarse solamente en el chismorreo ni en la arena movediza de la opinión. A su vez, es un punto de partida para otra serie de preguntas: ¿qué estaba sucediendo, por ejemplo, en las artes visuales de la época y cómo respondieron a la necesidad de establecimiento de lenguajes propiamente cubanos? ¿Cómo dialogaron las distintas disciplinas (literatura, música, artes visuales, etc.) entre sí? ¿Qué resulta importante conservar y qué debemos transformar de esa herencia en una isla cuyas circunstancias parecieran inamovibles? ¿Puede la literatura funcionar como verdadero motor de cambio? ¿En qué y para qué?

Toda buena investigación abre siempre el camino para otras investigaciones y esta es una gran investigación. No me queda más que invitarlos a leerla, a leer estas páginas escritas desde el ojo del huracán.

 

© All rights reserved Kelly Martínez-Grandal

Kelly Martínez-Grandal (Cuba, 1980) emigró a Venezuela a los treces años, en 1993. Es egresada de La Escuela de Artes y la Maestría en Literatura Comparada de la Universidad Central de Venezuela,  donde fue profesora durante siete años y donde fundó, junto a un grupo de profesores, el primer Diplomado en Crítica de Arte impartido en Venezuela. En dicho país también trabajó para diversas instituciones culturales y para la editorial de libros de fotografía Amazonas y Orinoco.

Ha publicado los poemarios Medulla Oblongata (CAAW Ediciones, 2017) y Zugunruhe (Katakana Editores, 2020; ganador de la Medalla de Plata en el International Latino Book Award 2021, en la categoría de Bilingual Poetry), ambos traducidos al inglés por la poeta y activista Margaret Randall; las plaquettes Paria (Editorial Alfa-Beta, 2019) y Una luna anacoreta (Petalurgia, 2021) y también el libro de cuentos Muerte con campanas (Suburbano Editores, 2021). Actualmente vive en Miami, donde trabaja como editora de producción para Penguin Random House Grupo Editorial.

La sensualidad en tono académico es algo difícil de imaginar, pero parece que se obtiene siendo de La Habana. Este artículo toca muchos puntos sin analizar con profundidad en una presentacion tan breve.Como cubana que soy, yo diria: sigamos pecando.

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