A Mario Diament y Olimpia Barcelona
Sí, lo sé. Éticamente es incorrecto.
Recuerdo en una clase del Máster de Periodismo en FIU que el profesor Mario Diament puso énfasis en resaltar que el protagonista es el otro o lo Otro. El suceso o lo denunciable. Una noticia de impacto político y social objetiva, no una opinión tergiversada bajo tu tendencia. El anuncio de la muerte del líder de un país, no el relato de tu velatorio por no poder asistir al acto presencial. El descubrimiento de una eminencia en el campo médico, científico, o en el mundo de la cultura y el arte por su innovación; no tu “yo” por haberle hecho la entrevista… Sólo por citar algunos ejemplos.
Pues bien, empiezo por aquí. Y al final entenderán la razón de este título.
Barcelona+Miami+Barcelona
70
La semana treinta y nueve de su embarazo había llegado a su fin. Las aguas de la madre se revientan en un comercio de frutas y verduras en el mercado municipal del barrio de Hostafrancs, en Barcelona. Nace el susodicho. Moreno, gordito –4,627gr– y le gusta hacer el payaso allá donde fuere. Se ríe de sí mismo, sí. Pero en la escuela religiosa donde acude -los Hermanos Maristas– todos sus compañeros se mofan de él. Independientemente de que tenga el rosario en la mano izquierda. Saltando el potro, sin conseguirlo, en la asignatura de gimnasia. O cuando aprende hacer las letras mayúsculas, bajo una caligrafía silenciosa, utilizando una pluma de ave mientras la remoja en el tintero de su pupitre. Hay dos razones para que el acoso exista en el colegio: su primer apellido y la hegemonía de su cuerpo. “Rebolla la marinera la más gorda la más entera”. Amaba el mar azul, el buceo en busca de galápagos, los castillos de arena junto a la orilla… Sin embargo, su delicia era el boniato asado en otoño, los chicharrones frescos de la tocinería, las patatas fritas doradas y recién hechas, unos churros calientes hechos por el señor Ambrosio, el pastel de chocolate y almendras el domingo, los caramelos gelatinosos de la ciudad de Zaragoza. O, simplemente, quedarse sentado en el sillón de terciopelo de su padre y ver la serie de dibujos animados Los Picapiedra, es decir, The Flintstones. Y moverse lo menos posible, allí recogido, junto al televisor en blanco y negro mientras el ventilador hacía su curso. Conclusión: Una barriga deleznable en su esqueleto, una fisonomía de cara parecida al oso Yogui, unas piernas de cerdito ibérico y unos brazos, eso sí, delgaditos como un famélico. Y ¡ah!, sin los bíceps rigurosos, para hacerse “el fuerte” delante de su pandilla.
Sí, pensó ser misionero para ayudar a los necesitados en África mientras leía la vida de San Francisco de Asís. Tocar el bongó en una orquesta de salsa y cantar rumba catalana cuando escuchó a la Fania All Stars. Había especulado en ser vendedor de muebles, para no pagar los mismos, cuando se casará con una chica “guapa y ama de casa”. Fantasear con ser millonario, para salir en las revistas del corazón. Desenlace, al fin y al cabo: su primer oficio fue pesador de reses en un matadero de animales a los trece años. Allá vio como degollaban las cabezas de las vacas, cortaban los despojos de miles de ovejas mientras la sangre chorreaba por el suelo. O, simplemente, advertir como se peleaban los matarifes por quién se iba a quedar el rabo del toro de lidia, muerto el día anterior, banderilleado por el famoso diestro del momento: Don Jaime Camino.
A los dieciséis tomó “conciencia de clase’ en el instituto. Sí, tuvo al Che Guevara colgado en su habitación. Después se hizo anticomunista defendiendo los hitos libertarios y asamblearios. Vivió en dos comunas hippies compartiendo trabajo, tareas del hogar y dinero por igual. Y desde la libertad máxima, entendió el amor libre entre hombres y mujeres. La no-posesión entre los sujetos de una pareja. Hizo el servicio militar y fue encarcelado en un penal de Galicia, por motivos políticos y, a la vez, ser un antifranquista comprometido con la democracia. Con la hermosa suerte que, cuando se agarraba a la reja de la ventana para ver qué ocurría fuera del recinto, tenía a un sujeto sin brazos ni figura; es decir, frente a sí: el océano Atlántico hurgando, con la furia azul de las marejadas, los muros del presidio. Al regreso, se fue a vivir al barrio popular del Carmelo de su estimada urbe y emprendió una lucha vecinal que le mantuvo resistente en aquella meta interior, que aún sigue viva en su cerebro: ayudar a los demás.
Se hizo educador de niños “subnormales, paralíticos y delincuentes juveniles”. Léxicos hoy eliminados del vocabulario docente actual, para referirnos a las personas con discapacidad mental, física o psicosocial. Trabajó como maestro en una escuela ácrata donde los niños aprendían a vivir, sin estar registrados ni por cursos, edad, ni con libros oficiales. La única motivación era: desear aprender e investigar sobre la vida y la naturaleza que los rodeaba. Más tarde, ejerció de director, desde una nueva perspectiva alimentaria e higiénica, de cómo implementar los comedores escolares de su país en los años 80. Fotógrafo de bodas y eventos en un barrio popular, haciendo sonreír al suegro mientras la novia le regañaba por no esperar a que el vestido blanco cubriera sus pies bajo el tacón de sus zapatos. Montó una empresa de ideas y proyectos que se llamó La Ninfa mientras estudió diseño, para dar voz a sus pensamientos de cambio e innovación. Cierra este círculo en Catalunya a la edad de cuarenta años al trabajar de ejecutivo en el campo de la hostelería en los Juegos Olímpicos del 92. Después se inicia otra etapa.
0+70=70+0
Cuando llegó a EE. UU., su primer trabajo profesional fue digno y bien distinguido en una escuela. Es decir, cogió la esponja y el jabón en la cocina del centro y se puso a lavar freidoras, sartenes, bandejas, ollas y utensilios. Su mejor labor para enseñar (…perdón: higienizar) a los alumnos. La manager del lugar siempre le recordó: “¿Por qué vino usted el primer día vestido con traje y corbata?”. Él cerró sus labios ante aquella respetable autoridad femenina, poniéndose el delantal en aquel mismo instante. A continuación, empezó a barrer y a fregar el suelo That’s it. Más tarde, llegó a ser jefe de cocina implementando la comida mediterránea en la Florida. Y al final, llegó a ser director del departamento culinario como su estimada manager le había dicho el primer día que lo recibió. “No se preocupe, usted llegará pronto al cargo que yo ejerzo”. Después de estudiar Lengua y Literatura Española en la Florida International University con Summa Cum Laude en su haber, acabó enseñando el abecedario de Cervantes en múltiples escuelas para los nuevos emigrantes latinos que venían a Miami. Visitó las galerías de arte de la ciudad, al principio ubicadas principalmente en Coral Gables y empezó a hacer reseñas sobre las formas y contenido de las obras. Y a conversar, sin tapujos ni alimañas, sobre la verdad del arte interior de sus creadores. Se sumó al mismo tema, en este caso, al género donde las cortinas se abren y la platea está esperando a los personajes en la dramaturgia. Al cabo del tiempo, conoció a un grupo de intelectuales que, recordando su origen sudamericano, hablaban y escribían sobre la ciudad de origen de donde venían, mientras tomaban un café o un té en la librería Books and Books. Como curiosidad decir que casi siempre había un par de preguntas entre este colectivo: “¿Vosotros creéis que Miami es una ciudad como lo es La Habana, México DF, Caracas, Buenos Aires o Barcelona? ¿Dónde están las tiendas de ocio y cultura en la calle, el paseo por las aceras luciendo la compra, los transeúntes saludándose, el café de barrio, lo monumental que determina e identifica la historia en una digna localidad?”. Una mujer de este grupo, influida por la cultura hindú de su novio en aquel momento, se le ocurrió decir: “Hagamos algo que determine que nosotros somos de ciudad. Hagamos una revista y pongámosle el nombre de Nagari que, en sánscrito quiere decir -…y valga la redundancia: de la ciudad”. El sujeto referido en este artículo le cambió la vida a partir de este acontecimiento. Se rodeó del mundo erudito en una metrópoli, donde casi el 70% provenía del mundo latino. A partir de aquí, su vida se llenó de sintagmas en tres sentidos: como poeta, ensayista y crítico cultural.
Un día, coincidiendo su existencia de jubilado en EE. UU. con la eterna, -…y nunca mejor dicho- figura que le dio vida tiempo atrás, un amigo de su ciudad natal le llamó. “Escucha, tu mamá ya es mayor y está casi vegetando sola y en difíciles condiciones de dependencia por su avanzada edad. Es decir, creo que deberías regresar si tienes la opción”. La villa que daría segundo nombre a su hija Olímpia Barcelona, le esperaba en dos sentidos: por un hecho real de ayuda hacia su matrona y por la añoranza siempre presente de querer que sus cenizas descansen bajo el vuelo del viento de Levante en el barrio de Sants donde vive. Hoy, ya lleva ocho años subsistiendo en ella como retirado mientras, Miami y la gente que estima, regresan a menudo a su cerebro recordando el hoy y su ayer en este sucinto relato vital: un resumen de trescientos sesenta y cinco días …setenta veces hasta hoy: 29 de junio de 2025.
70 años, de aquello que fue. Y, los más importante: de aquello que sigue (1)
(1)Nota
– ¿Tú crees que puedo publicarlo Mario?
– Yo creo que sí. Hablas de un sujeto en tercera persona y más que real parece un personaje tan insólito y narcisista que nadie se va a creer que es real. No sale ninguna mujer que hubieras tenido en tu piel o a escondidas
– No me vanaglories que conozco tus ironías bonaerenses debajo de tu manga.
– Yo hago lo que quiero. Al fin y al cabo, incluso esta nota es una ficción. Ja Ja Ja Ja Ja
– Bueno…
– Bueno, no. No me marees más que tengo que acabar mis artículos sobre Milei y Trump Es el tema del Máster en la próxima clase. Y tú sabes la razón. He dicho.
– Te quiero hermano y a ve si escribes algún día que sé poco de ti.
Epílogo
En el restaurante más antiguo de su ciudad, Can Culleretes (1786), están celebrando con su esposa, hija y una amiga: el cumpleaños de este personaje. En un momento determinado, se destapa una botella de champan catalán mientras el dulce del pastel acompaña en su interior a los asistentes. Él esta inquieto. Antes de apagar la vela del siete y el cero, su hija Olimpia le recita un poema frente a sí. Entre ellos, aquí van unos versos para la remembranza de aquel domingo de fin de mes.
…Tú me diste las letras /antes que yo supiera usarlas/y me mostraste que las palabras/ son más poderosas/ cuando las mismas vienen/ de un lugar/ llamado corazón.
Ahora que lo pienso, este relato ha sido escrito bajo este órgano humano que todo sujeto tiene a su izquierda cuando nace. Una intuición, me dice, que debo parecerme bastante al protagonista de esta historia
Eduard Reboll Gascón
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Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)