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Febrero 2022

UN SOSPECHOSO FORMATO DE CIENCIA FICCIÓN. (1) Luis Benítez

Selinunte fue la primera novela publicada por Teódulo López Meléndez (2), quien, sorprendentemente, eligió un engañoso formato de ciencia ficción para darle cuerpo a su obra. Desde el primer momento, el lector sospecha que hay alguna clave o razón oculta para que un autor que en otros géneros narrativos de su multifacética producción (la poesía, el cuento y el relato) nunca apeló a un formato similar a este, se decidiera a hacerlo con su primera novela. Pese a las revalorizaciones operadas desde antes mismo del establecimiento de la posmodernidad, el de ciencia ficción sigue siendo un formato reputado como de “clase B” para aplicarlo a la novela. Esto sucede particularmente en América Latina, quizá no por prejuicio remanente, sino porque en nuestra cultura literaria este género fue siempre poco cultivado. La causa de esto último se le ha endilgado a la característica supuesta de que la ciencia ficción es un género privativo de las letras de los países desarrollados, más compenetrados y atravesados por la tecnología. Una afirmación que se evidencia como falsa, ya que desde los años 70, cuando la ciencia ficción se convirtió en un subgénero de difusión más masiva en nuestros países latinoamericanos, nuestro contacto con la tecnología siguió las directivas de la cultura globalizada, en cuyo centro se mueve continuamente la conceptualización de la tecnología y la ciencia como eje de todas las actividades humanas del presente. Esto es, si bien la tecnología no ocupa aún en nuestros países exactamente el mismo papel que en los desarrollados, hace tiempo ha acaparado el espacio de legitimante y es parte fundamental de todo lo que hacemos quienes socialmente disfrutamos, en mayor o menor medida, de los encantos de nuestra época.

La ciencia ficción adolece de un problema mayor: sus posibilidades como formato dependen demasiado de los conceptos científicos, que aunque planteados como fantásticos, actúan a favor de una supuesta verosimilitud. Al ser la ciencia la medida de todas las realidades en el universo burgués, lo legitimante, en la ciencia ficción esta cualidad de discernir entre lo cierto y lo falso está colocada en el futuro, no en el presente.

Reputada como una actividad humana en constante e indetenible progreso

—hija predilecta del positivismo del siglo XIX— la ciencia en la ficción debe ser proyectada hacia sus logros futuros para que le brinde verosimilitud al presente virtual de la obra literaria en cuestión. Dirá la obra “en el ahora de mi tiempo, esto es lo que posibilitará la ciencia en el mañana del lector”. La conocida receta de la literatura fantástica, que obliga a partir de unos supuestos evidentemente no reales, pero donde el afán de verosimilitud debe cumplir un papel fundamental a lo largo de todo el discurso, produce en la ciencia ficción esta nueva vuelta de tuerca, colocando el presente del relato en el futuro del lector.

Selinunte aborda varios tópicos empleando este sorprendente formato, pero el del poder no es el menos fundamental. Es posiblemente el eje mismo de su discurso, como veremos en nuestro examen. ¿Por qué o para qué, entonces, el autor emplea el formato peculiar de la ciencia ficción para hablar del poder? En realidad, saber por qué o para qué un autor eligió una frase específica para decir algo en particular o por qué y para qué optó por tal o cual formato para su obra, no es lo más importante. Selinunte o cualquier otra obra, de cualquier autor, se transforma en un objeto literario independiente de su autor al ser publicada. Desde entonces nos pertenece a los lectores y será lo que leamos en sus páginas, no lo que el autor se propuso narrar en ella —si es que un autor se propone algo al escribir una obra.

Lo importante quizá sea observar detenidamente cómo afecta el formato elegido a lo contenido en la narración, cómo la potencia o debilita, como refuerza el discurso vertido o lo desvanece.

En Selinunte, lo que hace el formato de ciencia ficción es potenciar la imagen colectiva de una colectividad humana (los élemos) volcada a la conquista —un acto de poder— de un nuevo planeta (el que da nombre al texto), sin obviar que para ello debe destruir a otras culturas (como los sáculos, destruidos por los conquistadores élemos), un paso inevitable y también, otro acto claro de poder. Inclusive la batalla donde los élemos se quedan con el planeta Selinunte destruyendo a la cultura sécula es minuciosamente narrada por López Meléndez al promediar el libro, mediante un flash back sustancioso que, retrotrayéndose a los orígenes de la civilización imperante en el planeta-título, muestra a través de un combate entre naves espaciales cómo el tema del poder y sus actos se traslada al espacio, en la mejor tradición del género elegido.

Pero lo que podría parecer una transposición a las palabras de los sonidos e imágenes de Play Station se revela como algo más, escondido detrás de esas “bajas cualidades” del subgénero ciencia ficción. En el marco de Selinunte, del conjunto de la obra, la batalla espacial por la conquista del planeta se ofrece como la graficación dramática del eterno afán de lucro de nuestra especie, que respaldada por su necesidad de abandonar su planeta de origen en decadencia y apropiarse de un nuevo mundo donde sobrevivir —una argumentación remanida de la ciencia ficción, repetida hasta el cansancio en centenares de películas y novelas como pretexto del conflicto necesario que de base al relato— puede justificar todas sus atrocidades como siempre lo ha hecho: por el imperio de una causa mayor, el de la supervivencia cultural.

A partir de esta premisa, todo lo que suceda con las culturas que ofrezcan resistencia puede ser adjudicado a la tranquilizante categoría de los “daños colaterales”. Pero la validez literaria de Selinunte no está dada por estos primarios movimientos, donde se muestra una batalla y una masacre como fundamento de toda la belleza posterior de la civilización que los triunfantes élemos edifican sobre las ruinas de la cultura a la que hacen desaparecer; si el discurso se quedara allí, tendríamos algo muy parecido a un panfleto corto de vista, reducido a la exhibición de los actos del poder y al esbozo de sus consecuencias.

¿Atempera el formato elegido, los horrores relatados por Teódulo López Meléndez en este pasaje capital de su novela inicial? En absoluto: el mostrarlos bajo la máscara que le permite un supuesto relato de ciencia ficción los potencia por distanciamiento y este no es recurso de la ciencia ficción sino de la así llamada “literatura mayor”.

La frialdad que proporciona la narración de una batalla de conquista y destrucción a través de los resortes de la ciencia ficción, en el contexto de un relato como el de Selinunte, donde abundantemente se apelará a los conflictos internos entre los personajes, exacerba el contraste entre continente y contenido. La escena de la batalla surge a la mitad de la lectura, cuando ya nos hemos empapado de los conflictos que sobrellevan Arquíloco y Neóbula, Licambes y Magdea, Heraclio y Sarielba, la variada serie de personajes que revelan una profundidad sicológica absolutamente diferente de la habitual pintura plana con que corporizan los autores de ciencia ficción clásica a los caracteres que necesitan para que la maquinaria de sus narraciones funcione. Al incluir en el medio del volumen la batalla que originó la civilización posterior, lo que hace López Meléndez con consumada habilidad es brindar engañosamente un aparente momento de “acción de aventuras en el espacio” —un distanciamiento del conflicto plasmado en los capítulos anteriores— para que el contraste sea tan fuerte que el sentido de ese combate narrado llegue a nosotros con una fuerza que no tiene en el contexto que tendría que ser el natural para esas escenas con rayos láser, naves espaciales que estallan y el resto de la liturgia de la guerra de las galaxias.

Paradójicamente, percibimos que la brutalidad, el horror y la sanguinaria voracidad de una civilización destruyendo a otra llegan verdaderamente a nuestra sensibilidad gracias a ese distanciamiento. También gracias a esta batalla espacial —otra aparente paradoja— Selinunte se revela como algo que trasciende en mucho su formato de ciencia ficción. Siendo las escenas de batallas espaciales posiblemente lo más representativo del subgénero, al articularlo el autor en su discurso narrativo lo que hace es desenmascarar la falsedad del formato que ha elegido. Selinunte no es un relato de ciencia ficción, sino, ladinamente, la estrategia que emplea una novela de fines del siglo pasado para potenciar sus recursos, que entre otras cosas, hablan del poder, pero también del eterno conflicto del hombre consigo mismo y con los demás: una tópica de la que difícilmente puede dar cuenta una obra de ciencia ficción.

NOTAS

(1) Una primera versión de este texto fue incluida en el volumen La novelística de Teódulo López Meléndez: escribir desde la fisura, de Luis Benítez, Ed. Ala de Cuervo, Caracas, Venezuela, 2007.

(2) Teódulo López Meléndez (Barquisimeto, Venezuela, 1945). Abogado, diplomático, novelista, poeta, ensayista, traductor de poesía y editor. Entre sus ensayos cabe mencionar lecturas del nuevo milenio y su recopilación La hojarasca sobre la hierba. Su poesía está recogida en dos tomos, Viaje en la comedia y Fin de la comedia. Entre sus novelas, En agonía, La forma del mundo, El indeterminado de cabeza de bronce y Selinunte.

© All rights reserved Luis Benítez

Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay.

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