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enero 2019

EL PRESIDENTE FRANCÉS VERSUS LOS ESCRITORES FRANCESES. Luis Benítez

En el muy parisino Palais de l’Élysée no solamente se ventilan los problemas que trae aparejado el clima de feroz rebeldía por el aluvión de impuestos y estrecheces resultantes que sufre el país, los conflictos internacionales e intereuropeos en los que está involucrada Francia y las secuelas y perspectivas -escribo esto a mediados de diciembre de 2018- de las protestas masivas que cada sábado hacen temblar a París y varias de las más importantes ciudades de la nación gala.

Las marchas y contramarchas protagonizadas por los llamados gilets jeunes (“chalecos amarillos”), heterogéneo colectivo que incluye a jóvenes y no tan jóvenes pertenecientes a la clase trabajadora y la baja clase media, jubilados y agricultores, etc., han sacudido desde fines de 2018 la modorra de la ciudad con más visitas turísticas provenientes de todo el mundo, turistas que han huido espantados ante los violentos enfrentamientos sostenidos entre la policía local y los manifestantes.

Encontronazos salpimentados con incendios de automóviles y barricadas, saqueos y destrucción de comercios, inscripciones de protesta en monumentos públicos icónicos, contraataques con gases lacrimógenos por parte de la policía, detenciones, corridas y procesamientos… Una revuelta que hizo descender en un cuarenta por ciento la actividad económica nacional, que tampoco era precisamente floreciente cuando Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron asumió sus funciones, el 14 de mayo de 2017, como el vigésimoquinto presidente de la República Francesa.

El jefe de Estado galo más joven desde Napoleón I Bonaparte, ya vapuleado duramente por la opinión pública gracias a los efectos de las medidas sociales, políticas y económicas que implementó su gestión, se encontró en los últimos meses de 2018 con la caída más abrupta de su decreciente popularidad, mientras que el 79% de sus connacionales estaban de acuerdo con las consignas y motivaciones de los que protestaban en las calles.

Pero el juvenil primer mandatario francés -admirador confeso como dice ser de Charles Baudelaire y otros clásicos locales- además de estos problemas tiene otro, de dimensiones y características diferentes, pero que desde la óptica específica del sector que lo enfrenta posee una gravedad no menos estimable. Es que Emmanuel Macron se lleva muy mal con los escritores franceses, por más fanático lector de Les Fleurs du Mal que diga ser.

 

Voilà: le problème c’est de l’argent!

Como lo dice el subtítulo, el problema es el dinero, la causa habitual de todos los enredos, declaradamente o no, como en las novelas del siglo XIX. Se trata del dinero que les permite a nuestros colegas del país de Baudelaire comer, dormir bajo techo, enviar sus hijos a la escuela y todas esas actividades básicas sin las cuales no es posible concentrarse en escribir poesía, narrativa, ensayo ni la lista misma del supermercado.

Monsieur Macron -ex asistente de Paul Ricoeur en sus años universitarios- anunció como parte de su política estatal una serie de reformas de la seguridad social que perjudican, entre otros segmentos, al de los autores. Y no hablamos aquí solamente de los escritores propiamente dichos, sino que las medidas concretadas en la materia afectan también a ilustradores, traductores, diseñadores, etc. A ello se suma el incremento de los impuestos que merma el poder adquisitivo del colectivo, mientras que la modificación de su regimentación social no hace distingos, en la nueva etapa instrumentada desde el Estado, entre ganancias mayores e ingresos menores ni contempla lo poco regulares que son las retribuciones recibidas por los creadores, cuando hasta la reforma establecida sí se discriminaba esta particularidad del escritor como trabajador.

Para comprender mejor la gravedad de la situación de nuestros colegas franceses -que, por otra parte, en mayor o menor medida compartimos una amplia mayoría de los autores en todo el mundo- basta con señalar que el 90% de ellos ni siquiera llega a recibir, por su trabajo, el salario mínimo interprofesional. Además, por su régimen especial como trabajadores autónomos o independientes, carecen de beneficios de los que sí disponen aquellos que ejercen otros oficios u otras profesiones, tales como prestaciones por accidentes laborales, seguro por desempleo o vacaciones pagas, a modo de simple ejemplo.

Según se ve, en Francia es una tradición enorgullecerse por la contribución que ha hecho la creatividad nacional a toda la cultura universal, pero ello no quita que el creador local deba pasar las de Caín para sostenerla.

La respuesta de los autores al intento gubernamental de reducir todavía más sus ya alicaídas retribuciones laborales no se hizo esperar. El detonador fue el prestigioso Salon du Livre de Paris, la gran feria del libro francesa: sus organizadores tomaron la decisión de no pagar un centavo por la participación de artistas y escritores en mesas de debate y conferencias, argumentando que estas “son parte de la promoción de sus libros”.

El promedio de este tipo de encuentros con el público, en el curso de cada edición del Salon du Livre, ronda las 250 presentaciones programadas, ahora queridas gratuitas en lo que se refiere a los expositores de conceptos, ideas y valores simbólicos, cuando a nadie, desde la organización general, se le ocurriría no pagarle a los que instalan las alfombras, arman los stands, colocan los micrófonos sobre la mesa de exposición o proveen, por ejemplo, las botellitas de agua mineral.

 

“Sin autores no hay libros”

Ante la gravedad de la situación laboral del creador francés, más de treinta mil firmas se sumaron de inmediato a la exigencia de los damnificados en cuanto a detener esta escalada de medidas que perjudican, fundamentalmente, a los más pobres e indefensos del conjunto, esto es, a la mayoría de los escritores, ilustradores, traductores y diseñadores franceses, ya pauperizados por el régimen especial que regía desde antes sus actividades.

La exigencia de los damnificados incluye una urgente reunión con las autoridades estatales que son las responsables directas de este grave perjuicio a la cultura y es refrendada, también, por el mundo editorial y aquellos contados autores que sí gozan de muy buenas regalías. Es que Emmanuel Macron, el fan de Baudelaire, ha logrado lo que parece ser un prodigio: que afamados e influyentes escritores, habitualmente enfrentados por diferencias radicales en cuanto a tendencias y opiniones, se unieran en defensa del bien común. Un bien común que no es solamente el de los escritores, los traductores, los ilustradores o los artistas del diseño. El bien común es la cultura, que es de todos, y cuando padece el desmedro, la agresión, la falta de contemplación en cuanto a cuáles son sus necesidades más básicas y fundamentales, eso lo sufrimos todos -directa o indirectamente- en el corto, el mediano y también el largo plazo.

Quede en claro que en Francia no se está defendiendo solamente la satisfacción de lo más necesario y básico para un sector específico de los trabajadores. Se defiende mucho más que aquello que ya, de por sí, implica una manifiesta necesidad de justicia, urgente e ineludible.

Porque con leer a Baudelaire solamente, no, definitivamente no alcanza, veremos cuál es la situación, a escala nacional, de nuestros colegas franceses cuando llegue, entre el 15 y el 18 de marzo próximo, una nueva edición del afamado Salon du Livre de Paris, “L’événement littéraire de l’année” (el evento literario del año), como gustan definirlo sus ahorrativos organizadores, y qué actitud regulatoria y tributaria, a esa escala más amplia, habrá tomado para entonces el gobierno francés frente el justo reclamo de los trabajadores de la imaginación, quienes, como todo ser humano, también necesitan comer, dormir bajo techo, enviar sus hijos al escuela…

En fin: vivir.

© All rights reserved Luis Benítez

Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay

 

 

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