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Diciembre 2025

SOLTAR Y SEGUIR SIENDO. Erendira Paz López

En diciembre, cuando las casas se llenan de luces y los aeropuertos de despedidas, una aprende que no todo lo que duele se rompe y no todo lo que brilla se queda.

Para quienes hemos cruzado fronteras, el fin de año no se mide en regalos ni en cuentas regresivas, sino en lo que logramos sostener sin dejar de avanzar.

Este texto nace de ahí: de esa forma silenciosa en que el amor también sabe migrar.

 

 

Para mis hijas:

Que ninguna distancia las borre.

Que ningún dolor las detenga.

Que ningún amor las encierre.

Que la vida siempre las expanda y las transforme.

 

 

Soltar y seguir siendo.

 

 

La casa tenía su propio ritmo en cada etapa de nuestras vidas.

Hubo un tiempo en que el silencio no existía porque ustedes lo llenaban todo: los pasos pequeños por el pasillo, las risas que surgían de repente, el llanto breve que encontraba mi hombro sin necesidad de palabras. Yo era abrigo, orilla, sostén. No era sacrificio ni renuncia. Era simplemente el tiempo de ustedes, y yo lo vivía con el cuerpo entero.

 

 

Pero el tiempo cambia primero en lo profundo. Un día sentí que sus pasos ya no buscaban los míos para afirmarse. Habían encontrado ritmo propio. Dirección propia. Y ahí entendí algo que nadie me enseñó: soltar no es desaparecer. Soltar es cambiar de lugar. Es pasar de ser techo a ser raíz. La raíz no se ve, pero sostiene. No aprieta. No encierra. Acompaña desde el centro.

 

 

La primera vez que solté con verdadero dolor fue antes del aeropuerto.

Mi abuela, con noventa y cuatro años guardados en sus manos, me sostuvo el rostro sin miedo. No dramatizó. No pidió explicaciones.

 

 

Dijo lo que solo se dice cuando se ama de verdad:

“Crece donde tengas que crecer.

Mi bendición va contigo.

Y tu hija está conmigo. Yo la cuido.”

Ese fue mi permiso, mi tranquilidad y mi paz.

 

 

Mi niña estaba a su lado, intentando hacerse adulta en un solo segundo. Mi madre me acarició la espalda como cuando la fiebre me tumbaba de pequeña. Y no lloramos. No porque no doliera, sino porque sabíamos. Lo vivo duele cuando crece. Y aun así, crece.

 

 

En el aeropuerto, la vida siguió como si nada. Maletas, puertas automáticas, voces sin historia. Yo llevaba a Cleopatra. Ustedes sostenían el país que quedaba atrás y el que aún no tenía forma. Y mi tío estaba ahí, con esa firmeza silenciosa que nunca pide reconocimiento. No dijo que todo estaría bien. Solo dejó claro, con la mirada:

“Lo que se queda, lo guardo. Lo que sigue, lo llevas.”

Eso es amor: acompañar hasta el límite y abrir la mano sin romper la raíz.

 

 

Cruzamos. Y comenzó la segunda vida.

 

 

Aprendimos a cocinar en una cocina sin recuerdos.

A pedir café en un idioma que todavía no nos reconocía.

A dormir con el cuerpo alerta.

A sostenernos sin ruido.

 

 

No hubo épica.

No hubo celebración.

No hubo proeza.

Hubo valentía y entereza silenciosa: la que se vive, no la que se cuenta.

 

 

La de catorce soltó su adolescencia en medio de dos geografías.

La de veintiséis soltó una carrera que la nombraba para encontrarse consigo misma.

Y ninguna se quebró. Porque lo que se suelta con raíz no se pierde: se transforma.

 

 

Un año después, cuando la vida volvió a moverse, fueron ustedes quienes soltaron: amistades, calles conocidas, versiones de ustedes mismas que ya no tenían lugar en lo nuevo. No lo hicieron por seguirme. Lo hicieron porque ya sabían cómo escucharse. Cómo caminarse. Cómo sostenerse desde dentro.

 

 

Llegaron a esta tierra con paso cauteloso, sí, pero con la espalda erguida. Porque la tierra fértil no es un país. La tierra fértil es la manera en que una pisa la vida.

 

 

No crecieron después de soltar.

Crecieron porque soltaron.

 

 

Esto es lo que quiero que nunca olviden:

 

 

Soltar no es perder.

Soltar no es vaciarse.

Soltar no es abandonar lo amado.

 

 

Soltar es hacer espacio para seguir siendo.

 

 

Yo no desaparecí cuando las dejé avanzar. Me convertí en raíz.

Presencia que no necesita ocupar lugar para estar.

Amor que no retiene, pero permanece.

 

 

Y ustedes no se pierden cuando dejan algo atrás. Se encuentran.

 

 

La raíz no está en un territorio.

La raíz está en la manera en que caminan el mundo.

 

 

La niña que lloró en la frontera ahora mira hacia adelante sin miedo.

La mujer que dejó una carrera ahora lleva su nombre dentro.

Y yo camino con ustedes, no adelante ni detrás, sino a su paso.

 

 

Somos de las que atraviesan.

No de las que se quedan mirando lo que se fue.

 

 

Lo que se suelta con conciencia no desaparece.

Se expande.

 

 

Y ahora, que diciembre vuelve a encender sus luces, entiendo algo que antes no sabía:

las fechas no son un calendario.

Son un recordatorio.

 

 

La Navidad no ocurre el 24 ni el 25.

La Navidad ocurre cuando una reconoce lo que ha sostenido con las manos temblando,

cuando mira lo que avanzó aunque no hubiera camino,

cuando se permite descansar un momento dentro de lo que logró construir.

 

 

No importa en qué país estemos ni qué ventana nos alumbre:

la Navidad aparece cuando lo vivido cabe sin culpa en el pecho

y lo que sigue puede mirarse sin miedo.

 

 

Este año —como los que vienen— no celebro el día.

Celebro que seguimos siendo, cuando la vida cambia de lugar y de aroma.

 

 

 

© All rights reserved Erendira Paz López

 

 

Erendira Paz López. Psicóloga clínica egresada de la Universidad Autónoma de Sinaloa (2006–2011), con especialización en salud mental, psicoterapia humanista, género y adicciones.

Ha trabajado en instituciones como el Hospital Pediátrico de Sinaloa, clínicas de rehabilitación y programas de formación con CEPAVIF y SEMUJERES.

Colaboradora en medios como TV Azteca Culiacán, TVP, Grupo ACIR y la revista Gente Sinaloa.

Cuenta con certificaciones otorgadas por CONOCER, CONADIC y la CNDH en violencia, derechos humanos y atención psicosocial.

Entre 2019 y 2022 coordinó en Culiacán las acciones de la Ley Sabina, enfocadas en la defensa de los derechos económicos y judiciales de madres e infancias.

Actualmente reside en Canadá, donde ejerce como terapeuta, acompañando a mujeres migrantes en sus procesos de empoderamiento, reconstrucción emocional y fortalecimiento

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