Si mencionamos La sangre de los inocentes (2007), si hablamos del sorprendente título Dispara, yo ya estoy muerto (2013) enseguida pensaremos en Julia Navarro, la autora española superventas.
De vocación periodística, durante 35 años Julia Navarro ha cubierto la información política de su país, sin embargo, en el año 2004 su carrera da un vuelco. Tras la publicación de la novela La Hermandad de la Sábana Santa cambia su labor como periodista y decide dedicarse a la fabulación. Es aquí donde Julia Navarro obtiene un éxito clamoroso. Desde ese momento pasa a convertirse en escritora y de su mano recorremos períodos históricos tan antiguos y misteriosos como los de los primeros cristianos o nos paseamos emocionados por la convulsa Europa de la Segunda Guerra Mundial en Dime quién soy (2010).
Su estilo directo, su ritmo narrativo, su manera de abordar las tramas argumentales, su caracterización de personajes le han valido el reconocimiento de millones de lectores en todo el mundo. Y eso se dice fácil, pero muy pocos lo consiguen.
Hoy vamos a charlar con ella sobre su sexta y última novela, Historia de un canalla, publicada en febrero de este mismo año en Plaza & Janés. Desde sus inicios los éxitos no han dejado de sucederse y Julia Navarro, la alquimista de las letras, parece haber hallado la piedra filosofal. Ella, sin perder de vista la realidad solo dice: “¿Hay que disculparse por vender millones de libros?”
Para empezar, Julia, una pregunta directa: ¿el “canalla” nace o se hace?
No tengo respuesta… Me lo preguntan muchos lectores… En el caso de Thomas Spencer, el protagonista de mi libro, bien podría decir que “se hace”. De niño tiene un problema de identidad que le hace estar a disgusto consigo mismo y por tanto con los demás. Y por si fuera poco escucha una conversación entre sus padres que le hiela el alma. Pero eso no le justifica, puede explicar los porqués del personaje pero no justificar sus canalladas.
¿Historia de un canalla, su última novela publicada, podría llevar un nombre y un apellido diferentes a Thomas Spencer? ¿Cree que su personaje es icónico, el hijo no deseado de nuestro tiempo?
Thomas es el hijo no deseado de cualquier tiempo, no solo del que nos ha tocado vivir. En realidad canallas los ha habido en el pasado, los hay en el presente y los habrá en el futuro. La condición humana está llena de claroscuros.
Historia de un canalla es su sexta novela y ha sido editada con una tirada de 300.000 ejemplares en España, Latinoamérica y EE.UU. ¿Nota alguna diferencia entre lectores? Seguro que a lo largo de estos años ha ido recibiendo el feedback de muchos de ellos.
Hay diferencias entre los lectores “latinos” respecto a los norteamericanos. El lector norteamericano está ensimismado en su propio mundo y le interesa poco lo que queda fuera de su realidad. Los lectores “latinos”, sean españoles o latinoamericanos, están, estamos más abiertos a todo lo que sucede fuera de nuestra propia realidad. No somos tan ombliguistas como los norteamericanos. Yo espero acercarme a los lectores norteamericanos a través de Historia de un Canalla porque, como han señalado algunos críticos, es una novela muy norteamericana.
Me gustaría que nos comentara la importancia del título para Julia Navarro. En casi todas sus novelas los títulos son explícitos, como en Historia de un canalla, pero también es así en otras obras suyas: La Biblia de barro, La Hermandad de la Sábana Santa o La sangre de los inocentes. Por el contrario, existe una tendencia simbolista que opta por titular las novelas de un modo más sugerente para crear expectativas en el lector, y que sea este quien desvele lo que hay detrás. Estoy pensando en La conjura de los necios, de John Kennedy Toole; Las uvas de la ira, de John Steinbeck; o Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, solo por citar algunos ejemplos emblemáticos. ¿Cree que un título explícito es en sí mismo un buen argumento de ventas?
No sé si el titulo incide en las ventas, en todo caso los títulos de mis libros creo que reflejan el contenido de lo que el lector se va a encontrar aunque a veces no comprendan el título hasta la última página.
Como si se tratara de una receta de cocina, ¿podría decirnos tres ingredientes con los que condimenta sus libros?
No hay ingredientes fijos para escribir novelas. Cada historia requiere una estructura, una manera de contarla.
A menudo Julia Navarro ha aclarado que sus novelas no son históricas, sino que son el relato de personajes inscritos en un período histórico. De cualquier modo, hasta ahora siempre han quedado lejos en el tiempo. Sin embargo, con Historia de un canalla ha dado un salto: abandona el pasado y se centra en el presente. Escoge para ello un tema complicado y a un personaje enrevesado y turbio a través del cual nos presenta una maraña de intrigas, intereses y manipulaciones. ¿Temía Julia Navarro quedarse encasillada o sentía la necesidad de hablarnos del aquí y el ahora, de contar una historia actual? El recuerdo de escándalos financieros y políticos de alcance mundial está muy reciente en la memoria colectiva. Es de suponer que en la suya también.
Quienes dicen que escribo novela histórica es que no han leído mis novelas. Las tramas de mis seis novelas transcurren en el siglo XX. Y que yo sepa el siglo XX es anteayer… Lo que yo cuido son los escenarios donde se mueven los protagonistas. Siempre me han fascinado autores como Tolstoi o Balzac que cuentan historias en las que detallan con esmero el marco donde se mueven sus personajes.
Lo único que diferencia a Historia de un canalla de mis anteriores novelas es que su estructura es diferente, es una novela escrita en primera persona, y que el lenguaje también es diferente, acorde con la historia que cuento.
Al hilo de la pregunta anterior: ¿qué opina del escritor que vive en su torre de marfil? ¿Cree que el autor tiene una deuda con la sociedad en la que vive, que debe implicarse con su tiempo y denunciar aquello con lo que no está de acuerdo?
Yo soy una periodista que escribe novelas. A veces no sé dónde termina la periodista y empieza la escritora. En realidad periodismo y literatura son caminos paralelos, se trata de contar una historia. El periodista cuenta una historia real y el escritor una historia fruto de su imaginación.
Como periodista siento ese compromiso con la sociedad en la que vivo y me implico escribiendo sobre la desigualdad o la defensa de los derechos humanos, de la misma manera que siempre me encontrarán en primera línea de batalla defendiendo la causa de las mujeres. Y en mis libros también escribo de las cosas que me preocupan: la guerra, el fanatismo religioso, el efecto devastador de las ideologías totalitarias en el siglo XX, la crisis financiera del 2008 que ha dejado a millones de personas a la intemperie….
Pero a mí no me gusta dar “doctrina”, en todo caso sugerir al lector temas para la reflexión. Yo no vivo en ninguna torre de marfil pero me parece que cada cual debe decidir lo que quiera y eso no hace a unos mejor que a otros.
En el prólogo de Historia de un canalla, muy breve ─de tan solo tres páginas─, se nos presenta al protagonista anciano y enfermo. En ese momento rememora su vida, desde la niñez. Es el punto de arranque de la novela. En esas primeras páginas Thomas Spencer reconoce que podría haber actuado de otra manera y, sin embargo, dice textualmente: “Soy un canalla y no me arrepiento de serlo”. Es una declaración que impacta mucho al lector. ¿Nos enfrentamos a un alarde de cinismo? ¿Cree que es la marca de nuestro tiempo?
En ese prólogo lo que sucede es que la “conciencia”, esa compañera terrible e inoportuna, llama a la puerta de Thomas. Él dice que no se “arrepiente” pero en realidad no puede sustraerse a esa llamada de la conciencia.
En Historia de un canalla se contrapone constantemente lo que es con lo que podría haber sido. Para ello utiliza una técnica narrativa que consiste en escribir las escenas por duplicado, es decir, una versión “mala” y otra “buena” de los hechos. Desde el principio muestra a su protagonista como a un ser malvado, carente de empatía, incluso con tendencias sádicas. Ofrecer en la novela las dos opciones, la real y la hipotética, ¿es un ejercicio didáctico para el lector? ¿Por qué está más presente en la primera parte, la de la infancia, y restringe este recurso en el resto de la novela? Apenas lo observamos en el apartado de “Juventud” y va decreciendo en “Madurez” y “Declive”.
Thomas es un personaje complejo, lleno de aristas y claroscuros. En realidad es una persona muy débil. De niño se sintió solo, como un “patito feo”, y eso le marcó, no supo gestionar sus complejos ni tampoco sus padres supieron dar respuesta a sus problemas. A veces no basta con querer mucho a alguien, y sus padres le querían, sino también saber dar respuesta a sus necesidades. Hay niños que hacen cualquier tipo de cosas reprobables porque intentan llamar la atención.
Historia de un canalla es una novela dura, difícil, incómoda para el lector. Se trata de un viaje a lo más recóndito del ser humano, a esa parte que todos intentamos taponar. También quiere ser una reflexión sobre la sociedad de la comunicación en la que estamos instalados y en la que con las nuevas tecnologías es más fácil manipular a los ciudadanos. Y por último también propongo a los lectores una “visita” detrás del escenario del “Poder”.
¿Podríamos decir que Julia Navarro es una escritora de grandes escenarios? Sus novelas recorren medio mundo. En Historia de un canalla su protagonista viaja de Nueva York a Londres y a Madrid. Nunca está demasiado tiempo en el mismo sitio. ¿En este sentido podrían tildarse de “novelas itinerantes”?
Vivimos en una sociedad globalizada y por tanto procuro huir de localismos para que mis personajes sean más fácilmente reconocibles para los lectores.
En la escritura de su última novela es evidente que ha echado mano de sus conocimientos sobre política y periodismo. Hay un dilema que se plantea de principio a fin, que es hacer lo correcto o plegarse al interés de los poderosos. Y subsidiario de este: ¿es lícito beneficiar a unos pocos para perjudicar a muchos? ¿Es una novela que ahonda en el sentido de la justicia?
Como he dicho anteriormente esta es una novela en la que invito al lector a reflexionar sobre la sociedad del siglo XXI. Y no es una invitación agradable. Pero sobre todo aflora mi preocupación por la facilidad con que los poderosos pueden manipular a la gente ahora más que nunca, precisamente por esas nuevas herramientas tecnológicas, que por una parte son fantásticas y nos hacen la vida más fácil, pero que también tienen una parte inquietante.
Algunos lectores me dicen que la novela les ha revuelto las entrañas y yo les respondo que me alegro, que de eso se trata, de que nos detengamos a reflexionar sobre la parte menos amable de la sociedad de la comunicación y, sobre todo, sobre cómo se mueven los hilos del Poder. Cuando le entregué a mi editor el manuscrito de Historia de un canalla le dije: “Con esta novela puedo quedarme sin lectores o puede que adquiera otros nuevos”. Era consciente de que es una novela que provoca una auténtica convulsión en el lector. Sí, sé que es una novela inquietante, porque ese viaje a los confines del ser humano no deja indiferente a nadie.
Estas opiniones pueden extrapolarse fácilmente al mundo del periodismo. ¿Existe hoy por hoy el periodismo “independiente”?
Claro que hay periodistas independientes. Periodistas que se juegan su trabajo e incluso su vida por contar la verdad de lo que sucede. Y le digo más: sin periodismo libre e independiente no hay democracia.
¿Cree que en la actualidad la política está en manos de canallas? ¿Es algo privativo de nuestro tiempo o es que siempre ha sido así?
Canallas hay en todos los estamentos de la sociedad, no sólo entre quienes detentan el Poder, solo que quienes están en la “cúspide” tienen más posibilidades de hacer daño a más gente. Pero canalla puede ser el compañero de trabajo que te hace mobbing para quedarse con tu puesto, puede ser el adolescente que se dedica a acosar a un compañero de clase más débil, puede ser la amiga o el amigo que te traiciona… Tendemos a mirar hacia arriba buscando canallas, pero los hay en todas partes.
Otro aspecto muy llamativo que define a Thomas Spencer es su misoginia. Odia a su madre desde niño. A lo largo del libro no muestra sentimiento alguno hacia las mujeres. De hecho, las relaciones que mantiene con ellas son estrictamente mercantilistas, ya sea por vínculos profesionales o a través de la prostitución. Es en el círculo más íntimo, el familiar y el erótico, donde exhibe un sadismo sin límites. ¿No cree que su familia y su esposa Esther son demasiado benévolas con él?
En realidad Thomas es un tipo débil y como todos los hombres débiles no sabe relacionarse de igual a igual con las mujeres. Necesita, para sentirse fuerte, para sentirse alguien, humillarlas hasta la náusea. Pero hay algo más, el haber tenido un desencuentro, desde niño, tan hondo con su madre le hace más débil aún. En realidad busca en Esther la madre que renunció a tener en la suya propia.
¿Cree que la cercanía de la muerte humaniza a Thomas Spencer? El hecho de admitir que ha sido un canalla, aunque no se arrepienta, parece un indicio.
Es que sí se arrepiente aunque no lo diga explícitamente. Insisto en que su conciencia le llama a la puerta en los últimos momentos de su vida pero, como nadie tiene poder sobre el pasado, se revela diciendo eso de “no me arrepiento de nada”. Sin embargo, cuando alguien hace recuento de su vida, cuando sabe que hizo mal, es que no puede escapar al juicio de su propia conciencia.
Sobre el proceso de la escritura, en alguna ocasión Vd. ha dicho que es una cuestión de oficio más que de inspiración. ¿Sigue algún método Julia Navarro a la hora de emprender una nueva novela?
Lo primero es tener una historia que contar, después decidir cómo contarla y por último sentarme delante del ordenador. Pero antes de ponerme a escribir paso dos, tres, cuatro meses pensando en los personajes, en la trama, en todos los detalles. Escribir es un trabajo, de manera que luego viene el trabajo cotidiano, el pasar todos los días unas cuantas horas ante el ordenador.
De niña Julia Navarro quería ser bailarina. Lo ha explicado numerosas veces. En segundo lugar, escritora. ¿Se arrepiente de su elección?
Si pudiera dar marcha atrás sería bailarina, pero como no tengo poder sobre el pasado… En cualquier caso para mí el periodismo ha sido una gran pasión como lo es ahora escribir novelas. Pero yo no soy de las que miran atrás. Voy cerrando puertas. Lo que me interesa siempre es el futuro, mañana, no lo que fue o pudo ser.
Ahora nos situaremos en el otro lado, en el de Julia Navarro como lectora. ¿Cuáles son sus autores de referencia, aquellos que le han dejado una profunda huella?
Tantos… Soy una lectora compulsiva. Pero de quien más he aprendido sobre la condición humana ha sido leyendo y releyendo El Quijote de Miguel de Cervantes, y desde luego leyendo a William Shakespeare. ¡Ah! y no puedo dejar de referirme a La odisea…. Sin olvidarme de Tolstoi, Dostoiesvki, Pushkin, Chejov, Balzac, Flauvert, Oscar Wilde, Virginia Woolf, Marguerite Yourcenar, Doris Leasing, Thomas Mann, Julio Verne, Alejandro Dumas, Albert Camus, García Lorca… ¿Continúo? La lectura de los clásicos siempre es una fuente de conocimiento y de inspiración. Y en cuanto a autores más cercanos en el tiempo me fascinan Coetzee, Javier Marías, Vargas Llosa, García Márquez, Paul Auster, Philip Roth, Roberto Bolaño, Cormac McCarthy… ¿Continúo?
¿Qué opina de la novela experimental, un modelo de construcción narrativa muy alejado de su estilo? Según Paulo Coelho el Ulises de James Joyce ha hecho mucho daño a la literatura. ¿Comparte Vd. ese punto de vista?
Me gusta la novela experimental, el riesgo de contar historias saliéndose de los cánones tradicionales. Aunque no todo lo “experimental” es sinónimo de calidad. También hay mucha impostura. Ahora, también creo que escribir bien pero de manera sencilla y directa es bastante difícil…
© All rights reserved María Dolores Fernandez
María Dolores Fernández es filóloga y residente en Barcelona (España). Creadora del blog literario Despeñaverbos, es autora, entre otros, del conjunto de relatos Halogramas y del poemario El escriba en su pirámide.
twitter: @sibilinda