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Septiembre 2025

DIÁLOGO EN UNA BIBILIOTECA QUE NUNCA EXISTIÓ (PRIMERA PARTE). Danilo López Román

Borges conversa con Heráclito sobre la fórmula –y–(x² + 1)

BORGES:
Le confieso, Heráclito, que he estado pensando en una fórmula matemática, una función modesta, casi insignificante: –y–(x² + 1).
No es parte de los teoremas famosos, pero me ha parecido un poema disfrazado de ecuación.

HERÁCLITO:
Todo lo que cambia es digno de atención. Y tú me hablas de una parábola invertida. Una curva que sube solo para caer, negando incluso el punto más alto.
¿No ves en eso el eco de mi río?

BORGES:
Lo intuyo. En esta función, hasta la cima es negada: nunca alcanza un valor positivo. No hay redención, no hay equilibrio. Sólo negación… y una segunda negación que no devuelve al origen, sino que profundiza la sombra.
Me hace pensar en los sistemas políticos, en la historia humana, en la dialéctica entre democracia y tiranía.

HERÁCLITO:
La lucha de los contrarios…
El Logos que sostiene el universo no es armonía sino tensión. Como el arco que sólo existe por la fuerza entre extremos.
La democracia que puede transformarse en griterío.
El fascismo que ofrece orden al precio del alma.
Todo es flujo, y el equilibrio es sólo una pausa entre dos incendios.

BORGES:
Y sin embargo, los hombres buscan fórmulas. Un orden. Una estructura que calme la incertidumbre.
Yo mismo, con mis bibliotecas infinitas y mis laberintos, he intentado contener el caos en simetrías.
Pero esta función —esta simple –y–(x² + 1)— me recuerda que toda estructura, incluso la matemática, puede ser también una elegía.

HERÁCLITO:
O un espejo.

BORGES:
Sí…
Un espejo que no refleja lo que somos, sino lo que inevitablemente seremos.
Un descenso lógico hacia la sombra.
Una advertencia de que toda cima contiene ya su caída.
Una curva en la que el vértice no es esperanza, sino negación del ascenso.

HERÁCLITO:
Entonces ya lo sabes, argentino:
no hay que temer al descenso.
Todo regresa. Todo cambia.
Hasta el abismo, si uno lo habita con lucidez, puede ser otra forma del ascenso.

BORGES:
Quizás por eso escribimos.
Para dibujar curvas en el aire
que nos recuerden
que nada permanece
pero que todo puede ser dicho.
Incluso lo que se niega dos veces.

Diálogo en una biblioteca que nunca existió (segunda parte)

Borges, Heráclito y Emmy Noether hablan del orden, la simetría y la función –y–(x² + 1)

EMMY NOETHER (entrando suavemente, como si ya hubiera estado escuchando):
Esa fórmula que mencionan —–y–(x² + 1)
no es sólo caída.
Es simetría.
Negación de una curva simétrica respecto al eje y.
Una forma de equilibrio escondido en la sombra.

BORGES (sorprendido, sonriente):
La simetría… claro.
¿No es eso lo que usted vio en sus teoremas?
Que toda ley de conservación nace de una simetría.
Conservar energía, porque el tiempo es uniforme.
Conservar momento, porque el espacio es simétrico.

NOETHER:
Exactamente.
La física se sostiene sobre danzas invisibles.
Cada ley es una respuesta a una pregunta no formulada.
Y esta función que los obsesiona —esta parábola negada—
es simplemente otra forma de expresar una simetría rota.

HERÁCLITO (meditabundo):
Entonces el Logos es aún más sutil de lo que imaginaba.
No sólo opone contrarios.
También los entreteje en reflejos.
El río fluye, pero su reflejo se repite en cada onda.

NOETHER:
La democracia y el fascismo que mencionaban
pueden pensarse como simetrías sociales que se distorsionan.
Una, donde cada voz tiene peso.
Otra, donde una sola voz suprime todas las otras.
Ambas curvas de un mismo eje: el deseo de orden.

BORGES (tocando su bastón, como quien apunta a una idea lejana):
Entonces la fórmula no es fatalismo,
sino advertencia.
Una curva descendente que nos obliga a mirar el vértice,
no como cumbre,
sino como punto de inflexión.
Donde el pensamiento podría torcerse… o corregirse.

HERÁCLITO:
¿Y si el Logos mismo fuera esa función?
¿Un descenso infinito que, al pensarlo, se convierte en ascenso?

NOETHER:
Entonces no hay caída definitiva.
Sólo simetrías no comprendidas aún.
Sólo trayectorias que esperan otro eje,
otra forma de leerse.

BORGES:
Y esa lectura —como la poesía—
es lo que nos salva.

 

 

 

© All rights reserved Danilo López Román

Danilo López Román. Nació en Managua el 20 de mayo de 1954. Se graduó de arquitecto en la Universidad Nacional de Nicaragua. Durante la década de los 70, perteneció al grupo literario y activista Gradas.

En 1985, se trasladó a Miami, Florida.

Ha publicado poesía y critica literaria en muchas revistas literarias, portales cibernéticos y periódicos de Nicaragua y Estados Unidos de América, en inglés y en español.

Entre sus traducciones del español al inglés, cabe mencionar “El paraíso recobrado” de Carlos Martínez Rivas (Miami, 1998).

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