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Julio 2019

<> CONVERSACIÓN CON ANTONIO GAMONEDA

Premio Cervantes 2006 y Premio Iberoamericano de Poesía 2006

 

A Rodolfo Häsler y Juan Pablo Roa

 

Oí de él por primera vez, cuando el poeta Luís García Montero, hoy director del Instituto Cervantes, vino a Miami hace aproximadamente más de tres lustros junto a su esposa, la novelista Almudena Grandes. Aquel día, impartió una conferencia sobre la poesía de la experiencia en el CCE (Centro Cultural Español) y habló también de su obra. Al firmarme su libro, Completamente viernes, le pedí una recomendación sobre la poesía actual en España en aquel momento. El autor me recomendó un poeta que había marcado parte de su trayectoria en su última etapa y que había sido muy aplaudido por la crítica por varias obras, una de ellas: El libro del frío Editorial Siruela, 1992. Pues bien, este poemario, estuvo en la mesita de noche durante mi estancia en EE.UU, tal como lo hiciera un creyente antes de ir a dormir con el libro revelado por Dios, durante largo tiempo.

 

Los años se sucedieron… Un día, observándome a mí mismo, vi que mi naufragio como hombre estaba cerca. Y el ocaso era parecido a los versos de su otro gran libro llamado Arden las pérdidas 2003; más explícito, el título no puede ser. De repente, me di cuenta que pronto vendría La Parca a buscarlo -…o a buscarme a mí, si así lo decidiese – y no tendría el placer de confrontar pupilas ni ponerle la mano en su hombro. Así como suena; rodearlo con mi brazo en la espalda y decirle: “Llegué; ya estoy aquí Gamoneda”. Despedirme de su quehacer como hombre y sus revelaciones como poeta. Decirle adiós, por ejemplo, a su vigilante de la nieve. Este personaje que tantos inviernos, bajo la calidez real que ofrece La Florida, había acompañado mis sábanas y mi memoria hablando del paisaje imaginario de su tierra de acogida.

 

El vigilante fue herido por su madre;

describió con sus manos la forma de la tristeza y acarició cabellos

que ya no amaba.

Todas las causas se aniquilaban en sus ojos.

 

El hoy

 

5 de junio de 2019. Después de una relación epistolar de dos cartas gracias a la intermediación del prestigioso poeta cubano Rodolfo Häsler para esta entrevista en Nagari, me encuentro en la ciudad de León. Cerca de su hermosa catedral, donde santos y vírgenes cogen amparo a la fe católica bajo la luz tamizada de sus vidrieras.

 

¿Cómo sería la casa de un poeta que tiene todos los honores bajo el Parnaso oficial en lengua castellana y es lo más anti-mito de sí mismo?

 

Allá vamos. Desde el tópico más usado, una pequeña descripción…

 

Llamo al timbre. La señora a cargo de la casa pregunta – valga el énfasis – “¿Por quién pregunta?”   Se abre la puerta de la calle. Accedo a un pequeño jardín romántico umbrío y discreto con un monumental busto de bronce a ras del suelo. Entro a su salón-comedor rodeado de cuadros cubistas de su admirado pintor Juan Barjola. Gamoneda se sienta en un sillón y el que escribe en el sofá contiguo. Desde la cocina se oye levemente algunos cristales en el fregadero lavándose bajo el grifo del agua y el silbido de una cafetera.

 

Comienza el diálogo.

 

Don Antonio. Perdón… Antonio.

Me parece mejor.

Iniciemos una conversación más que una entrevista. Odio este término donde uno pregunta y el otro sólo contesta ¿…no?

A mí me pasa lo mismo con la palabra prólogo. No me gusta. La sustituyo por preámbulo cuando empiezo a leer un libro. Es decir, este término es algo que se hace a favor; en cambio, prólogo es un antes. Un decir lo que sucederá después… Conclusión: demasiadas pistas.

A menudo usted habla del acto de escribir como un fenómeno ligado a la revelación y no me refiero a la que uno atribuye dirigiendo su mirada al cielo. Dígame entonces: ¿qué es para usted este tipo de escritura que ya forma parte de su ser?

La escritura poética es reveladora porque el propio acto de escribir pone en términos de imaginación circunstancias y realidades de la vida. O, incluso, las realidades íntimas del poeta. Es reveladora porque el propio poeta las desconoce y las descubre al escribirlas.

Usted está catalogado como un “niño de la guerra”. Es decir, durante la Guerra Civil Española (1936/1939) usted vivió su infancia durante este periodo. Los niños tienen que llevar el silencio dentro de lo que han sufrido y este silencio se rompe para hablar de aquellos detalles. En cambio, Antonio Gamoneda se resiste a que lo cataloguen como un poeta de denuncia social de lo que experimentó en su niñez y se le relaciona más, como un bardo ligado a la poesía de la intimidad.

Yo no doy importancia en diferenciar entre una poesía de denuncia u otra ligada a la intimidad. No me propongo hacer ni la una ni la otra. Un poeta como yo, vivió la guerra. Sí, la ha vivido. Ha interiorizado el horror, así como otras muchas cosas. Por lo tanto, esto va a salir sin pretenderlo en sus versos. La poesía no tiene mucha razón de ser si no sale dentro de uno mismo. No hago distinciones entre poesía social, poesía histórica o poesía del relato interior. Tengo dos libros en los cuales hablo de la desdichada historia española y son básicamente en Descripción de la mentira y Lápidas.

Acabo de llegar a León hoy mismo y desde el tren he contemplado los amarillos de la retama y un horizonte natural que lo define como propio. Usted describe mucho este paisaje que le envuelve y del cual forma parte de su obra.

Antes, acostumbraba a andar 20 minutos hacia cualquier dirección; y de repente, me encontraba pisando la hierba. León está entre dos ríos, el Esla y el Bernesga. Hay una meseta alta tapada por un pinar. Y a partir de aquí empieza la naturaleza. Mi paisaje está circundado por montañas y llanos. He andado mucho por el monte. Y ahora, como ve, me es imposible por la edad.

Hay una parte suya que hasta le provoca “el óxido en su lengua”. A esto le llama usted: …olvido.

Sí señor. Primer versículo del libro Descripción de la mentira.

El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición. /El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido y no acepté otro valor que la imposibilidad.

Seguimos ¿Es un olvido relacionado con la pérdida natural de los recuerdos por la edad? ¿O es aquel que el inconsciente te niega como un bien para no perpetuar lo sucedido?

Hay el olvido incluso necesario para no ser devorado por el recuerdo. Y luego está el camino hacia el gran olvido; el olvido perfecto y temible… Y allí está: para todos.

¿Un olvido que lo lleva a la siempre bienvenida inspiración?

De la inspiración tendríamos que hablar más detenidamente. Pero como decía Picasso “La inspiración está muy bien, pero que te coja trabajando”. Me siento una persona capaz de emocionarse igual que lo hace otro ser. Tengo, por eso, una pasión personal. Y la misma tiene un nombre: se llama lenguaje. Y no cualquier lenguaje. No el que nos estamos comunicando tú y yo ahora a través del conocimiento, si no el que aludíamos antes: el que sale de uno mismo como una revelación.

Habla también del discurso científico… y también de la famosa poética de la muerte.

No hablo, en sí, bajo estos términos. No hay nada… que sea un repelente para la poesía. Es decir, la Ciencia no sabemos integrarla todavía. Pero sí, pudiese ser cierto que esto sucediera en un futuro. La muerte, en cambio, es la desaparición que hacemos nosotros para los demás, o para nosotros mismos. En aquel momento pasamos a algo que no es un estado, sino un no sé que. Es el mismo que pudiéramos haber tenido uno de los dos, hace doscientos años, en un intervalo sorprendente que se llama la vida. No creo que haya una poética de la muerte en sí, si no una actitud ante la desaparición en la cual pueden entrar las mismas cosas que se suceden ante la presencia. Mi poesía es el relato de cómo avanzo hacia la muerte.

Pero cuidado, cualquier persona que esté relatando lo que le ocurre ahora también va hacia este camino. Tanto da de que nos cuente la cerveza que se ha tomado en un bar hoy, o la última relación que ha tenido con su mujer o su amante ayer noche.

Tiene sentido lo que cuenta. No había caído en ello.

Te voy a decir una cosa: en poesía las definiciones no sirven para nada.

Hablemos de un poeta que le marcó su juventud. Me refiero a Nazim Hikmet. Este poeta turco del siglo XX del cual usted toma enseñanzas para sí y dice en una entrevista en el año 2003 de la Revista Libros: “La poesía no es social ni poesía, si no se hace en un lenguaje de la especie poética”.

Cuando yo tenía diecisiete o dieciocho o algo así, las lecturas de muchos libros de autores extranjeros en España, eran difíciles de encontrar y los teníamos que leer en su lengua original cuando nos los traían ciertos amigos al regreso de sus viajes. La dictadura no permitía su ingreso; se aplicaba la censura. En un tiempo, leí una traducción de sus libros en francés y posteriormente en la revista Claraboya le traduje unos poemas suyos. Hasta que después de unos años, ya fue reconocido como uno de los mejores poetas de su país. Nazim… fue encarcelado y se exilió hacia los países del Este. Fue un poeta, noble, luchador y muy querido en Turquía -no por todos por supuesto- pero sí por muchos de sus compañeros de partido; él era comunista.

Vayamos por otro nombre, el prestigioso crítico literario, Miguel Casado. Él lo define así en una entrevista: “Antonio Gamoneda es un poeta serio, melancólico y apasionado”. ¿Se reafirma?

Él ha sido un hombre que no sólo ha tenido la generosidad de ocuparse de mi obra, sino que ha sido – o mejor dicho-, él es un gran crítico literario. Uno de los mejores de España. Y yo he sido muy afortunado en que Miguel haya dedicado parte de su tiempo a mi escritura. De todas maneras, la crítica sea favorable o contraria, no mejora tu poesía; como tampoco los premios. Concluyendo: un gran lector y conocedor de mi trabajo.

Tiene el vicio -en el sentido positivo se lo digo-, de reescribir o reorganizar aquello escrito en su anterioridad. Hábleme de ello. ¿Qué significa para usted esta revisión textual que ha elaborado en parte de su obra anterior en nuevas ediciones?

Hay muchos poetas que dicen “Esto está grabado en piedra hasta los siglos de los siglos. Amén”. Para mí, un poema, es un organismo vivo. Y si ya no me queda ninguna célula de los millones que tuve cuando era niño ¿Por qué ahora voy a ver este poema tal como lo concebí antaño? Para mí no hay poemas definitivos. En una edición se escribieron de una manera y durante la siguiente, se muestran estos cambios.

Y para acabar y hablar de la realidad de hoy. Hay dos Españas que tanto habla Machado. ¿Usted siente o vive que esta división no ha muerto?

La división existe. La otra es que, por suerte, esta fragmentación no se manifiesta de una manera sangrienta desde hace 80 años. Las elecciones políticas de abril y mayo lo han demostrado. La izquierda está dividida y en cambio la derecha, estándolo también, parece que tiene claro lo que quiere. En fin, volviendo a la pregunta: Sí; existen las dos Españas de Machado… pero de otra manera.

 

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

 

 

Me encanta, el tono de la introducción, tan acorde con el poeta, las preguntas y las respuestas... Gracias Eduard
Gracias Eduard, por la conversación con Gamoneda.

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