La bola de cristal
A veces, la soledad entra en mi casa cuando tú estás. Me despierto temprano, cuando el sol está saliendo y, como en un cuadro de Hopper, me siento entre las sábanas dejando que los rayos de sol me llenen de luz; mientras tú duermes. Sentir la soledad a tu lado me gusta. Dice la wikipedia que la soledad es un estado de aislamiento en el cual el individuo se encuentra solo, sin acompañamiento de una persona. Pero no es así cuando estoy contigo. A tu lado me invaden las ganas de un recogimiento acompañado. Una soledad íntima y deseada. Y entonces, en medio de nuestro silencio, me entran unas ganas terribles de aprender el idioma de los ángeles, la lengua oculta del enoquiano, ahí en mi lámpara de la mesilla, que es muy redonda y parece una bola de cristal.
Las flores
La señora Daisy se ha hecho mayor pero las flores las sigue comprando ella. A su edad, cuando ya parece que todo está hecho, el silencio es su nueva ocupación así que una de sus aficiones favoritas es sentarse a no esperar nada. Cada sábado a las cinco de la tarde con puntualidad de Big Ben recibe la llamada de su vecina Dorothy para tomar el té, y la señora Daisy cada sábado a las cinco de la tarde con paciencia cabalística le dice que lo siente mucho pero que tiene una cita con sus tulipanes frescos y el señor Hopper, que se esfuerza en leer sin lentes su libro sobre antiguos globos aerostáticos engalanado en su traje y botines para la ocasión, que todo libro merece un respeto. El aburrimiento de su vecina Dorothy hace que nunca desista en su llamada porque piensa que la señora Daisy se ha vuelto rara. Por eso, cada sábado lo intenta, para cotillear como una forma de supervivencia. Mientras, la señora Daisy vive el mundo en colores con elegante sencillez.
Absenta
Cuando la señora Flannery entendió que había nacido para limpiar, ideó una técnica para pasar el resto de su vida limpiando: una cucharadita de absenta le daba la fuerza interior precisa para poner la casa patas arriba mientras nada se movía de su sitio. Un superpoder para mantener la armonía familiar que era solo suyo, su secreto. Mientras limpiaba, cantaba, siempre cantaba: limpiando espero, la muerte que más quiero. Un domingo de 1952, la señora Flannery se vistió por última vez su traje de rosas preferido. Duplicó su dosis de absenta, usó conmovida por última vez su aspiradora y en silencio se quedó con dos finalistas: Madame Bovary o Sylvia Plath. Optó por una muerte casera. El señor O´Connor, no la encontró hasta que necesitó su vermut del mediodía.
Una bufanda casual
– Querido, que maté a un hombre es evidente. Aunque lo hice por casualidad. Como Meursault de Camus, el sol me cegó y pum. Disparo certero. A veces cuando voy conduciendo y una voz me dice que cierre los ojos mientras agarro el volante y entonces los cierro como por casualidad como para matarme por casualidad. La muerte preside mi vida. De manera obsesiva cada día pienso en ella. Y muchas veces pienso que moriré de la manera más ridícula. Subida a una moto con una bufanda kilométrica que se va enredando poco a poco en la rueda de atrás hasta dejarme sin aire. Tanta lucha para terminar mi vida con este epitafio: Se la llevó una bufanda casual. Sin embargo, este tipo de muerte tiene algo de glamuroso. ¿Sabes que una actriz de los años 50 la palmó así? Envuelta en un largo chal de seda… Ay, Edward,
-suspira- ¿Otra copa?
– Cariño, me encantaría pero me vas a tener que disculpar. Me temo que mañana saldré de viaje por un largo tiempo.
© All rights reserved Lourdes Díaz
Lourdes Díaz. Nací en el norte de España, en Galicia, una tierra de brujas y niebla. Ahora vivo en Barcelona, una ciudad hermosa y ecléctica que tiene en común con Galicia, el mar.
Mi madre me regaló el vicio de la lectura y ahora de mayor sigo leyendo. Estudié Filología inglesa, fui editora y después fundé la Agencia Literaria Rolling Words. Creo en la cultura como estilo de vida y sin libros me parece que la vida sería un error.
Instagram: @rollingwordsld