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Julio 2025

EVOCACIÓN DE MARIO MORALES. Alfredo Palacio

MARIO MORALES nació en Pehuajó, Provincia de Bs. As., Argentina en 1936 y falleció en Buenos Aires el 29 de enero de 1987 a los cincuenta y un años años.

Fue discípulo de Roberto Juarroz y Antonio Porchia, a quienes siempre reconoció como sus maestros.

Con Juarroz posteriormente desarrolló una amistad personal y una estrecha conjunción poética que desembocó en la fundación de una relevante revista, Poesía=Poesía, que produjo veinte números entre 1958 (un Morales de apenas 22 años) hasta 1967.

Escribieron un poema conjunto, “El Otro Pensamiento”, el que lamentablemente no pudimos encontrar entre la documentación revisada para esta ocasión.

Poeta de profusa formación literaria, filosófica y hasta religiosa, (Profesor de Filosofía y Pedagogía habiendo enseñado Literatura, Metafísica e Historia del Arte) fue en los 80 un factor aglutinante de importantes voces poéticas con quienes formó el que se conoce como grupo “Último Reino”.

Podemos mencionar entre otros a Víctor Redondo, Jorge Zunino, Daniel Chirom, Pablo Narral, Enrique Ivaldi, Roberto Scrugli, Horacio Zabaljauregui, María Julia de Ruschi Crespo.

Anteriormente conformó otros grupos, siendo el más relevante “Nosferatu” con el que llegó a editar doce números de la revista del mismo nombre entre 1972 y 1978.

Mantuvo estrecha amistad con Edgar Bayley y Francisco Madariaga, con quienes solían embarcarse en interminables veladas de letras, vida y vino.

Ha publicado entre 1958 y 1986, a escasos meses antes de su muerte, seis libros de poesía:

Cartas a mi sangre (1958)

Variaciones concretas (1962)

Plegarias o el eco de un silencio (1974) con apoyo del Fondo Nacional de las Artes y recomendada su publicación por Raúl Gustavo Aguirre y Federico Gorbea.

La canción de Occidente (1981)

La tierra, el hombre, el cielo (1983) (integrado por los libros El polvo y el delirio – El juglar de los ojos ciegos y La distancia infinita)

En la edad de la palabra (1986)

Mantenía inéditos al menos otros siete libros escritos entre 1962 y 1973 y un volumen de poemas comprensivo de su obra entre 1981 y 1985.

Podríamos afirmar, quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y formar parte de sus talleres literarios que luego derivaron en fructífera y enriquecedora amistad, que para Mario “La poesía es la casa del relámpago”.

Como bien afirma Daniel Chirom en una justa, extensa y relevante nota en su Revista El Jabalí (Nº 7 de 1997), su poesía cumple lo que decía Morales en su último libro En la edad de la palabra: “Persigamos excesos”.

Poesía inconformista, vital, áspera y refulgente a la vez, jugando al filo del abismo con fragmentos de sangre y silencio, con ese gesto anónimo que las hojas escriben al caer en la soledad o en la tierra.

A mediados de los 70 emerge una de las cofradías poéticas más amalgamadas de la literatura argentina: la del neorromanticismo.

Declaraba, desde el inicio, su filiación con el romanticismo alemán (Von Kleist, por ejemplo) y el surrealismo, tanto el francés como el de su versión loca: el de los poetas Enrique Molina-fundamentalmente con su exquisito libro Hotel Pájaro y Olga Orozco.

Nuestro paisaje político, como el del romanticismo o el de la mística, era la noche; pero una noche sin alba ni trascendencia, como la de una cárcel.

Quizá la mayor noche de nuestra historia: la del Proceso de Reorganización Nacional, eufemismo de la más cruel dictadura que haya asolado a este país. Noche y desaparición de la democracia, de los derechos, de la verdad; desaparición de vidas y junto a ellas miles de sueños.

La poesía, su lenguaje, buscó la otra noche, otro reino, no como evasión, sino como salvación lírica, como habitar poético, diría Hölderlin, aunque el habitar haya sido un destierro abrazado.

Eran años tan negros que buscar la belleza era una rebelión, era encender la noche.

“Último Reino” aparece en octubre de 1979 y fue el encuentro, amalgama, fusión, síntesis entre dos grupos: “Nosferatu”, congregado en torno a Morales, y “El sonido y la furia”, que incluía a Victor Redondo y Susana Villalba entre otros poetas afines al planteo neorromántico que antes los había reunido en el intento de resistir el avance de la razón utilitaria, la razón instrumental, la desacralización. Más que una estética, una crisis.

Esa misma noche le dará a su poética un cierto tono umbrío, un cierto hermetismo, no complaciente de sí sino necesario.

Allí no reinan los límites de la razón (que es la razón de los límites) sino los claroscuros de la profundidad, la penumbra de lo hondo, los bordes temblorosos de lo naciente.

El mundo neorromántico fue un recorte de sentido en la prosa de la realidad, para “Último Reino” en ella no entraba lo que ya es sino lo que aspira a ser, lo que debe ser, no en el sentido moral sino en el sentido imaginario: se trataba de crear y, sobre todo, y como a priori, de imaginar: imaginar para elevar.

La imaginación es en esta estética la fuerza motriz, el poder para transfigurar la realidad.

Encasillado por muchos como fiel exponente del neorromanticismo (al igual que los integrantes de “Último Reino”), coincidimos con  Daniel Chirom en que por Morales corren además el surrealismo, lo beatnik (era gran admirador de Ferlinghetti, Corso, Kerouac, Ginsberg).

El tono de su poesía es exaltado y vertiginoso, oculta la atroz visión del mundo para apoderarse mejor de ella.

Y sus poemas se vuelven plegarias por la luz, porque la vida es la gran nostalgia de Morales.

Y como mago y poeta, se sabe ni aquí ni allá, sino más acá y más allá.

Y esa especie de ambigüedad la sintetiza en fragmentos como cuando dice “el terror y la belleza nos salvarán”.

Morales tiene la particularidad de no anular las oposiciones, sino de agudizarlas.

Su poesía contiene una gran ironía crítica en medio de estallidos, excesos y manotazos desesperados.

Esa enjundiosa búsqueda, acaso inútil, se refleja en su decir:

“entonces la soledad única,

la salvaje lujuria: “la plegaria del hueso”

en la niebla final de los orígenes”

 

o

 

“y hay un porvenir de flor brotando de su propio color arrepentido.

Y hay un estallido

Ciego,

Y algo, y todo para nada.

Y desnudos.

Y despertar como una canción en el polvo.

Amén.”

 

o

 

“a veces,

cuando el silencio se da vuelta

y canta hasta despertar,

hasta cubrir de alas ese presagio de catástrofe

que tiembla como una penumbra en el fondo de las últimas raíces.

A veces, solamente a veces,

el fondo de la vida hecho de piedra y soledad

y cicatrices de lluvia buscando su forma de caer o permanecer

semejantes a un pensamiento abrazado

a su día y a su noche y a su edad

de relámpago, de flor unánime”.

 

 

o

 

“Pero, sobre todo, hay la noche:

esa caída en bloque, esa furia de témpanos, ese paso hacia atrás

donde la memoria vacila y se hunde

vulnerada por un poema que sabe a olvidos y resaca,

 y a despertar en la niebla como el ala de un pájaro en la soledad”.

 

 

MARIO MORALES es un poeta a quien entendemos aún se le debe una lectura en profundidad y un reconocimiento a su trayectoria y valores poéticos, debido a una muy marcada voz propia y a haber impreso con su sello una dirección diferente a la poesía de los años 80.

Es probable que su escasa pretensión de notoriedad y figuración haya favorecido el silencio que ha rodeado su valioso aporte a la poesía de las últimas décadas.

Esta evocación pretende, al menos, rescatarlo de ese podio invertido y generar la curiosidad de conocerlo en lo que generó y en su producción poética, lamentablemente inexistente hoy aún en los anaqueles de las amadas y casi extinguidas “librerías de viejo”.

Afortunadamente quienes fuimos sus discípulos y amigos nos arrogamos la fortuna de contar con su obra editada completa.

 

Bibliografía:

 

  • Revista El Jabalí Nº 7, 1997
  • Daniel Chirom
  • Libros Editados de Mario Morales

PLEGARIA 10

Te amo

y es una sílaba lenta el asombro,

y es la vida un diamante tallado por las cenizas,

y es la muerte un tumulto ahogado

derivando hacia una bandera de carne y silencio,

y es tu forma de soltarte los cabellos

como una música de arenas astilladas,

y es tu nombre la puerta viva que se abre

hacia ese clima de exorcismos prematuros,

hacia esa combustión de distancias y sed

   y pájaros hacia adentro.

Y cae la hora del amor

como un cielo herido

por un presentimiento de alas o vuelos

infinitamente postergados.

Y te me caes de la palabra a la piel

semejante a una opacidad de temblor

                                                              y furia devastada.

Y comienza el día y la última noche

y el tiempo se vuelve perpetuo y lejano

como un beso, como la palabra que nadie dice,

como un muro que se alza a pedazos

                                                                imaginado por un relámpago

                                                                y una flor desconocida.

MARIO MORALES

de “PLEGARIAS O EL ECO DE UN SILENCIO”, 1974

POEMA

Allí donde el amor se astilla

quebrantado por un hálito,

por un sismo de sed y sombras.

Allá donde la desnudez es joven

y los amantes yacen y la voz que despierta tinieblas

mueve sus miembros

como una espina y una flor y un cielo inmóvil.

Allá, hasta que se rompa la vida,

Hasta que la luz se arrodille

En campanas y muerte y nacer:

Allá donde la voz

Es un ciego

Leyendo de un manotazo el infinito.

 

MARIO MORALES

 

de “PLEGARIAS O EL ECO DE UN SILENCIO”, 1974

 

 

 

© All rights reserved Alfredo Palacio

 

Alfredo Palacio, nació en Buenos Aires, Argentina, en 1949, donde siempre residió. Publicó en poesía Filamentos (Ed. Del Dock) en 2007 y BluesEros (Ed. Del Dock) en 2016, libro que obtuvo Primer Premio Concurso Internacional de Poesía Marosa Di Giorgio 2013 (Salto, República Oriental del Uruguay) como inédito y Mención Honorífica Premio Municipal de Poesía Inédita Bienio 2010-2011 Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

Libros Inéditos: Segundos Afuera (2009) y Visiones Cotidianas (2016) Integra diversas antologías poéticas de Argentina y el exterior. Poemas suyos han sido traducidos al portugués, catalán y francés y han sido incluidos en diferentes sitios, páginas, revistas literarias y blogs de poesía de Argentina, Brasil Chile, Perú, México, España, Italia y EE.UU. Co-dirigió el Café Literario “Mirá lo que Quedó” con los poetas Alicia Grinbank, Alberto Boco y Rolando Revagliatti. Es columnista mensual de jazz en Revista Nagari (Miami, EE.UU.).

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