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Julio 2025

Sebastião Salgado, la mirada que cambió al Mundo. Xalbador García

En todo ser humano con tintes de humanidad se germina la idea de cambiar al mundo. Se pretende hacerlo más habitable para las generaciones venideras de todas las especies del planeta o, por lo menos, menguar un poco las llagas de la existencia comunitaria. El sueño se extravía con los años, se llena de ruido por las exigencias diarias o simplemente se abandona al percibirnos demasiados ínfimos frente a los obstáculos que supone una idea tan desbordante. Sólo un puñado de personas ha logrado heredarnos un mejor lugar para vivir. Sebastião Salgado es uno de ellos.

Nacido en 1944, el fotógrafo brasileño fue testigo de la pútrida esencia del siglo XX: una economía de mercado, tan voraz como amenazante y azuzada por regímenes políticos, que sólo busca saciar sus necesidades financieras, sin importarle los daños ambientales y, mucho menos, la orgía de exterminio que provoca lo que se ha llamado “la lógica del desarrollo”. En cada uno de sus proyectos se desnuda esa realidad terrorífica de tan miserable.

Con la complicidad inagotable de su esposa, Lélia Wanick, Salgado retrató su tiempo: la época más oscura de nuestra civilización. La hambruna de Etiopía, los embates contra los pueblos indios de América, el genocidio de Ruanda de 1994, los yacimientos de petróleo incendiados durante la Guerra del Golfo, las terribles condiciones en que se desempeñan los agricultores y los trabajadores en las minas de oro, son algunos de los motivos en los que fijó su mirada.

Entre los hechos narrados visualmente destacan el éxodo de miles de personas y las infancias en medio de los conflictos. Del primero, Salgado señalaba en su libro Génesis: “Más que nunca considero que la raza humana es una. Hay diferencias de color, idioma, cultura y oportunidades, pero los sentimientos de las personas y las reacciones se parecen. Las personas huyen de guerras para librarse de la muerte, emigran para mejorar sus fortunas, construyen vidas nuevas en tierras extranjeras, se adaptan a las dificultades excepcionalmente gravosas”.

De la segunda, en Children, el fotógrafo reflexiona: “In every crisis situation, children are the greatest victims. Physically weak, they are often the first to succumb to hunger, disease, and dehydration. Innocent to the workings and failings of the world, they are unable to understand why there is danger, why there are people who want to hurt them, or why they must leave, perhaps quite suddenly, and abandon their schools, their friends, and their home”.

Sus imágenes fueron catalogadas como perturbadoras por Fred Ritchin, editor de imagen de la New York Times Magazine, quien recibió las fotografías de Salgado a principios de la década de 1970. Por esta razón su trabajo no se publicó en Estados Unidos, a contracorriente de lo que pasó en Europa, donde su discurso visual halló eco para luego ser reconocido en todo el mundo.

Lo más perturbador de las fotografías de Salgado ¾siempre en blanco y negro¾ no sólo son los retratos de situaciones límites, aterradoras de tan grotescas, sino sobre todo su belleza estética. La paradoja entre desgracia y hermosura que se presenta en sus imágenes cala en los más profundo de los espectadores, por lo que nadie puede mantenerse al margen de lo visto. Cada cuadro es una denuncia de un hecho, de un régimen, de un conflicto, de un sistema económico, pero sobre todo una denuncia de nuestra putrefacción como especie.

Y al retratar el talante más miserable de la humanidad el artista no pudo quedar inmune. Salgado decidió abandonar su labor como fotorreportero al sumirse en una depresión provocada por haber vivido tantos años atestiguando las llagas del abismo. Necesitaba esperanzas para seguir el camino y volcó su lente hacia la naturaleza. Atestiguar el milagro diario de los animales, las geografías, los ecosistemas, alimentó su mirada. No todo estaba perdido. Ante la crisis climática fue testigo del ímpetu de la naturaleza para librar las constantes amenazas del progreso humano. El empuje de la vida frente la muerte, la lucha del medio ambiente contra la depravación humana.

Con lo aprendido, Lélia Wanick, sus dos hijos y Salgado regresaron a Brasil ¾la pareja había huido durante la dictadura¾. En Minas Gerais, donde la familia del fotógrafo contaba con extensos terrenos que habían sufrido la deforestación y la erosión del suelo, decidieron cambiar el mundo: harían que la región volviera a gozar de su bosque subtropical del tipo atlántico. En 1998 fundaron el Instituto Terra y con 4 millones de semillas de especies nativas lograron el milagro en tan sólo una década: la zona de la Hacienda Bulcao recuperó su ecosistema original, regresaron especies animales y volvieron también las lluvias necesarias para la vida.

Paulo Henrique Ribeiro, gerente de la Unidad Ambiental, explicaba para una nota de El País: “Actualmente, cerca de 7.500 hectáreas están en proceso de restauración en el Valle del Río Dulce. El esfuerzo de todo el equipo, un engranaje bien engrasado y compuesto por hasta 130 trabajadores, se ha visto materializado en la plantación de dos millones y medio de esquejes que han dado lugar a 293 especies vegetales en la zona. Estas, a su vez, han atraído a las más de 235 especies animales ¾anfibios, reptiles, aves y mamíferos¾ que han regresado a su antiguo hábitat. ‘Uno de los últimos hallazgos, un felino jaguatirica, cúspide de la cadena alimenticia, supone la confirmación de que el trabajo realizado ha dado sus frutos’”.

El Instituto Terra es un foco de esperanza para nuestro planeta. En sus páginas oficiales se ofrecen cursos gratuitos. El objetivo: que el modelo se replique en cualquier sitio donde haya aún espacio para soñar con mejorar nuestra realidad. La proeza de la familia Salgado simboliza el triunfo de la sabiduría ancestral ante la barbarie civilizatoria.

 

El pasado 23 de mayo falleció Sebastião Salgado. Su historia puede conocerse en el documental La sal de la tierra. Sus fotografías quedan como muestra de algunos de los momentos más sórdidos de nuestro paso por el planeta, pero también como la semilla para evitar que se repita el miasma de nuestra especie: Gracias, fotógrafo, por mostrarnos que, desde la oscuridad, también pueden germinarse las ideas más nobles para combatir y erradicar el horror.

 

 

 

 

© All rights reserved Xalbador Garcia

XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).

Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años. 
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.

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