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Puede 2019

BARRO DEL PARAÍSO: EL VIAJE A ÍTACA. Lilliam Moro

Después de leer Barro del Paraíso, de Alfredo Pérez Alencart, tengo la impresión de que todo este poemario es un solo poema de Amor, que se despliega, se ensancha y respira a través de las treinta y tres composiciones poéticas que lo conforman. Y no es de extrañar, porque la voz personal de este poeta hispano-peruano —como hemos podido comprobar en toda su obra— tiene la coherencia de un tema alimentado por una misma energía envuelto en una ternura prístina: de esa inocencia que todavía sostiene el mundo.

El Amor se vive con naturalidad, sin reparar en él, porque no está en la mente, en el pensamiento, en ninguno de esos atributos con los que nacemos, como imprescindibles instrumentos de interpretación de la realidad mundana: Y el cuerpo se quema bajo el carbón azul del raciocinio. El Amor es ese destello incorporado al nacer, la esencia primordial de nuestra naturaleza, el hálito divino que se nos otorga para expresarlo y compartirlo en cada momento de nuestro acontecer cotidiano, tan empeñado en soslayarlo mediante una falsa escala de valores y prioridades.

Pienso que los ascetas y los que eligen la áspera vida recogidos en el claustro y la oración, poseen una enorme ventaja porque tienen el Silencio a su favor, esa ausencia de todo reclamo exterior, de estridencia y aspaviento. Ya en 1941 los metafísicos rusos Gurdjieff y Ouspensky proponían una alternativa: el Cuarto Camino, lo que significa vivir inmerso en el mundo pero desde el sentimiento de la trascendencia, deslindando lo importante de lo que no lo es, preservando nuestra calma interior, nuestra esencia divina.

El Amor de Dios no puede explicarse, solo vivirse, pero toda verdad que ansía expresarse para no quedar en una utopía inalcanzable o una entelequia, necesita de cierta praxis, que en este caso se trataría de una dinámica de carácter moral. La compasión hacia los seres humanos desfavorecidos —las víctimas en primera y última instancias— sería la expresión de ese Amor en la relación con nuestros semejantes: …cambiemos la mirada para ver /la urgencia del otro, pero marcando una línea roja que nunca se debe traspasar: transigir con el victimario, que es, en definitiva, el ignorante. Dicho esto, la moral sería el imperativo categórico que movería, consecuentemente, nuestra conducta …dispuesto a morir de amor sin fantasía.

Hay dos acepciones de moral en el Diccionario de la Real Academia de las que me sirvo:

 

  1. adj. Perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva.
  2. f. Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican.

 

Somos los herederos de la moral judeocristiana, que más que una ética o una fe significa hacernos merecedores a través de la rectitud, de la epifanía del Amor, porque El mal lo traga todo… Por eso He barrido excrementos del paraíso de plástico del consumismo.
/[…]/ He destrabado las mandíbulas para así clamar contra inequidades.

No ha existido mayor revolución en la historia de la humanidad que la Revolución del Amor llevada a cabo por Jesús. Porque como dice Pérez Alencart en un memorable verso: Donde fluye Tu sangre empieza la humanidad, ya que Su inmolación, al trascenderlo, nos ha permitido trascender también a nosotros. Su revolución fue una visión más humana de acercamiento que ciertos libros ríspidos del Antiguo Testamento: el galileo marcó un antes y un después, ampliándolo desde la Luz del Amor. Desde entonces, aunque parezca que no hemos cambiado, que podemos seguirlo crucificando día a día (Apuesto por esta reordenación de la ternura, aunque /estén forjando clavos para atravesar el alma), esa herencia es la certidumbre, incluso en el inconsciente colectivo, de que existe la posibilidad de la redención a través del Amor y no Pleno en el desasosiego de quien expolia la ternura.

No hay otro camino, no existe otra alternativa, porque ese relámpago divino se nos dio como atributo de la vida. Como dice el autor en uno de los mejores poemas del libro: Así, durante largo tiempo golpearán la puerta que ellos mismos cerraron. Nos podemos demorar, el tiempo es una invención humana, pero es inevitable enfrentar el momento decisivo, aunque como decía Lope de Vega siglos atrás: “Mañana le abriremos”, respondía, /para lo mismo responder mañana.

Y aquí, como en el resto de su poesía, Pérez Alencart sigue …blandiendo la espada que parte en siete /al jinete de la maldad, airados ecos que nos recuerdan a Jesús echando a los mercaderes del templo, sin contemplaciones: Un par de escobazos se merecen… Y no otra cosa es esa ira del autor en el poema “Larga vida a los profetas”.

Al respecto hay un poema que considero muy importante, “Piedras” (p. 37), del que no puedo citar un verso porque sería insuficiente; tendría que copiarlo todo. En él la humanidad del poeta se manifiesta en toda su amplitud como una declaración de intenciones.

Pero Barro del Paraíso no es solo la expresión de la epifanía del Amor, sino un clamor doliente, angustiado, temeroso de no cumplir con las expectativas del regalo que se nos ha otorgado, y eso se siente cuando se lee especialmente el poema que da título al libro, “Barro del Paraíso”: pero el soplo del deseo es huracán adherido al barro /que me tocó del paraíso… No hay una poética complaciente, sino un barro esencial en espera del milagro de la remodelación, la metáfora de la alquimia que transforme nuestra densa pesadez humana para hacernos ligeros como el Amor mismo, porque Fuera de los milagros uno siempre está a oscuras. Por eso Barro del Paraíso no es solo un poemario del gozo, sino también angustioso ante la posibilidad de “no dar la talla” para estar a la altura de la circunstancia del Amor: Debo estar en guardia para huir de costumbres /que propicien la caída. El poeta pide ayuda: Necesito que algún profeta me explique/por qué realmente no todo está perdido. Porque se siente solo en semejante batalla, que no es poca: …Nada más deseo /que la íntima llamarada flameante dentro de mí /junto al cuerpo que sangra por todos.

Dios está en nosotros, con nosotros, pero el camino que ha de recorrer el individuo hacia la plenitud, debe hacerlo solo: Así conviviremos con lo que no se ve, con el Dios /enredado a la soledad de los hombres. Y basta darle un apretón de manos a la esperanza para continuar el viaje, como modernos Odiseos anhelando pisar la tierra de Ítaca: Lo secreto del trueno entra en nuestro entendimiento / alumbra la vida de todo el reino /levantado sobre el corazón de las tinieblas.

Pero el Paraíso siempre lo llevamos dentro. Lo difícil, por intrínsecamente humano, es llegar a Ítaca, que no es otra cosa que el “camino de perfección” para lograr recuperar lo que nunca hemos perdido.

(*) Barro del Paraíso acaba de ser editado por Ars Poetica (Oviedo, España) y será presentado el 7 de mayo en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo de Salamanca. La foto del autor es de José Amador Martín

 

 

© All rights reserved Lilliam Moro

Lilliam Moro (La Habana, 1946), salió de Cuba en 1970, vivió en España más de cuarenta años, y desde 2010 reside en Miami (EE.UU.). Estudió Magisterio (Instituto Pedagógico Makarenko) y Letras y Artes (Universidad de La Habana). En España se dedicó a la edición y las artes gráficas y realizó ediciones críticas-didácticas de clásicos de la literatura como Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes (1977); El Lazarillo de Tormes, Anónimo (1977); La Celestina, de Fernando de Rojas; El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina (1977); La vida es sueño, de Calderón de la Barca (1977); Peribáñez y el Comendador de Ocaña, de Lope de Vega (1977); La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón (1977); Poema del Cid, Anónimo (1977); Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cer­vantes (2002), entre otras. Poeta y narradora, su obra poética comprende La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005); Obra poética casi completa (Miami, 2013), Contracorriente (2017), El silencio y la furia (2017) y Tabla de Salvación (2018). También tiene publicada la novela En la boca del lobo (Madrid, 2004: Premio de Novela Villanueva del Pardillo). Lilliam Moro obtuvo el Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’ en 2017.

 

Caro Alfredo, Alegra-me tomar conhecimento dos sucessivos êxitos que obtém em sua carreira literária. Ter seus livros resenhados, comentados, traduzidos mundo afora, atesta tanto sua enorme disposição de trabalho, como seu talento, enfim. Um caloroso abraço,
¡Muchas felicitaciones!¡Bienvenido sea Barro del Paraíso!¡ Una VOZ de ESPERANZA y de un AMOR EN MARCHA!Desde la lejana , para vos, Argentina,
Me encantará leer este libro de poemas. Tengo el poemario Cristo del Alma, también del poeta Alencart. Gracias por escribir estos versos tan llenos de fe y de calidad poética.
Gracias por este comentario. Me ha motivo para buscar los poemas de Alfredo Pérez Alencart
Desde Colombia mi enhorabuena por esta poesía de raíz cristiana pero trascendente en el lenguaje y en el resultado.
Felicitaciones, poeta Alencart, por esta nueva obra tan bien reseñada por Lilliam Moro.

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