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Puede 2013

LO NEGATIVO DE “EL PENSAMIENTO POSITIVO”. Eduard Reboll

Recuerdo perfectamente mis cincuenta y tres bofetadas que el hermano Arévalo de la Congregación Marista implantó en ambas mejillas para que nunca olvidara en quinto grado que, eran cincuenta y tres, las provincias españolas. Hoy las podría recitar de memoria empezando por La Coruña y finalizando en la parte más al sur, Cádiz. Efecto positivo: Sigo amando los pueblos ibéricos y entendí el concepto de responsabilidad para con mis superiores.

Otro ejemplo. Un policía puso en mis hombros sus manos al grito de “queda detenido”. Había faltado al séptimo mandamiento de la ley de Dios, a la edad de once años, en el centro comercial de El Corte Inglés de Barcelona. Sin duda, la amenaza que mis padres se iban a enterar que había sustraído el jaguar en miniatura donde James Bond defendía a la corona británica, me impactó a tal punto, que nunca más robé en un establecimiento comercial como ciudadano. “No lo voy a hacer más comisario”… después de un pequeño interrogatorio y un caudal de lágrimas, me soltó. Efecto positivo: Unos años más tarde, entendí el concepto de ética y propiedad privada y, afortunada o desafortunadamente, abandoné la religión católica y me fui a vivir a una comuna.

La primera vez que una mujer me dijo que no había hecho el amor en su vida -recuerdo celestialmente su nombre, Montserrat- puse todo mi empeño en el respeto y la ternura para que se sintiera bien en su primera experiencia, tal como años anteriores, Bernardette  -mi primer amante  francesa- me enseñara en tan solo una noche, lo que un hombre debía, o no, hacerle a una mujer en el lecho. Efecto positivo: lección aprendida para el futuro con las mujeres.

Podría seguir así indefinidamente hurgando en pequeños detalles que uno vierte o alimenta de su propio yo, y que permiten ir configurando el mapa de las satisfacciones o la culpa de lo qué somos y de quiénes somos a través de múltiples experiencias que la vida nos depara. Momentos donde la felicidad reina en ti y otros donde el vacío y la tristeza se apoderan dejando que el factor tiempo o la reflexión, las solucione según la gravedad o acierto de los hechos.

Final del milenio

Pero un día, coincidiendo más o menos con mi entrada en los EE.UU, hacia hacia las postrimerías de los años 90 escucho del público frases como ésta: “Piensa en positivo… muchacho”. “Oye no puedes ser tan crítico… sé más positivo en la vida”.  “Si tomas una actitud positiva ya verás cómo se te van estos malos pensamientos de la cabeza”. “Si estás mal, dite a ti mismo que lo vas a conseguir y seguro que lo consigues… sé positivo…”

Y es que, en aquella época el psicólogo Martin Seligman de la Universidad de Pennsylvania y antiguo director de la Asociación Americana de Psicología, había afirmado que la psicología oficial había dedicado demasiado esfuerzo en tratar lo negativo y patológico de la personalidad de los seres humanos. Más que hacer hincapié en valores como la creatividad, el humor, la resilencia o la felicidad… se había detenido en comprender sus mermas.

Se abre, asi, un nuevo campo y se relega otro con más o menos acierto como el de los behavioristas, el ámbito del psicoanálisis, la gestalt, o incluso la corriente humanista de Carl Rogers o Maslow, la cual algunos consideran a estos últimos, como los padres de esta nueva corriente. Hasta aquí todo bien… la historia de la ciencia. El devenir y pujanza de los nuevos descubrimientos , bien requiere su espacio y su tiempo de aplicación.

Pero de la misma manera que cuando se popularizó el psicoanálisis la gente pensaba que sus problemas sexuales desaparecerían con el tratamiento del inconsciente. Que con tocar cucarachas, según los behavioristas, se evaporarían las fobias a los insectos. Que aplicando las estructuras cognitivas del conocimiento seríamos más inteligentes de la noche a la mañana. O con meramemente implementar un juego de rols de los gestaltistas o humanistas la gente sería más comprensiva con “el otro”… La Psicología Positiva iniciaba su decadencia con un sinfín de malas interpretaciones

¿Qué ha pasado con los malos entendidos de la psicología positiva?

Empezaron a emerger como flores en primavera libros sobre la felicidad permanente, la inteligencia emocional, las virtudes y habilidades escondidas que tenía cada uno… Libros sobre el optimismo, la salud imperecedera. Libros antiestrés y de bienestar psicológico. Libros sobre el placer y el estimulo emocional de los sentidos… En fin libros de autoayuda hasta la saciedad para conseguir este estado imperecedero donde todo es un nirvana y hasta la desdicha una oportunidad bendecida del cielo. (ahorro poner citas de autor y títulos por si las moscas)

Alguna gente confundió la realidad con paraíso permanente. Dolor, con una sensación imaginaria que podías eliminar cuando tú lo decidieras. Tiempo de duelo, con tiempo de cambio inmediato. Sentimientos interiores como la rabia, el odio, la envidia, o la desidia, ya no como sentimientos negativos  -…que por supuesto lo son-  sino que empezaron a negarlos en sí mismos obstruyendo, así, el proceso de maduración que requiere el hecho de interiorizarlos, reconocerlos y actuar sobre ellos. Se adujo además la aceleración del tiempo para todo en pro de los “objetivos positivos”. Y hasta muchos olvidaron las etapas de crecimiento que todo ser humano necesita, para adquirir sus propias respuestas ante sus problemas. La trivialización y negación de la realidad llegó hasta tal punto que – hablo desde el tópico para ridiculizarlo- que la felicidad “o es en todo momento o no será”.

¿Y ahora qué?. Pués ahora …la vida

Hoy, tengo un dolor de ciática bastante intenso. Y el tema es que no puedo tomar antiinflamatorios porque me sube la presión (…voy a ponerme hielo a ver qué pasa). Tengo mal humor. Me siento un poco preocupado: no sé si podré entregarle todo lo que me propuse a mi director de publicaciones digitales. Creo que iré al Súper Navarro y me compraré un Lindt de naranja amarga con un 85% de cacao y una botellita de ginebra Hendricks para tomarme un gin-tonic como Londres determina. No sé, ahora que lo pienso… mi hija hace un tiempo que no me habla… ”no debo estar haciendo las cosas bien” me digo. La verdad es que algo de culpabilidad ronda en mi pecho. Por cierto… ¡Qué tarde más hermosa fenece a través de los cristales!

¿Qué hacer?

Lo siento, tengo que consultarlo con mi wikipedia blanca esta noche. Se llama almohada. Ella, vestida de algodón y alguna lágrima mía, a veces, me invita a dormir y otras a meditar lo ocurrido. “¡Sé positivo me digo… acepta las cosas cómo son y vienen!”. Es decir, jodidas y fascinantes como el dolor de espalda de este instante o la textura amarga de la piel de naranja en el chocolate… que me acabo de comer. ¡Salud!

Eduard RebollEduard Reboll Barcelona,(Catalunya) es licenciado en Lengua y Literatura Española por la Universidad Internacional de la Florida Summa Cum Laude. y Master en Spanish Journalism por FIU. En la actualidad es Editor de Contenidos en la Revista Nagari y trabaja como curador de arte independiente para varias instituciones (CCE, MDC, Books and Books). Ha publicado sus poemas, así como algunos ensayos críticos sobre cine, arte y literatura en diferentes revistas y blogs. ( El proyecto Setra, Tumiami, Telaraña, Encuentros, Arte al Día y Nagari).La lírica del crápula y La mujer de Brickell,inédito, sobre la poética que encierra Miami, son sus últimos libros.

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