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Agosto 2020

VERANO Y OTROS POEMAS. Rodrigo Bazán

Letras bajo el volcán

Bajo el volcán es la novela que convirtió a una región de México en un hito literario. Cuernavaca, en particular, y Morelos, en general, se reconocen en ese Quauhnáhuac donde Malcolm Lowry sitúa su narración. Pero en ese mismo territorio, a medio camino entre la historia y el mito, personajes como Hernán Cortés, Alexander von Humboldt, Maximiliano y Carlota, Ignacio Manuel Altamirano, Alfonso Reyes, David Alfaro Siqueiros, Tamara de Lempicka, Pablo Neruda, Elena Garro, Gutierre Tibón, Erich Fromm, Iván Illich, Manuel Puig, entre muchos otros personajes, hallaron un espacio de sosiego y libertad que enmarcó sus proyectos.

Siguiendo esa tradición cultural, desde las últimas décadas del siglo XX, oriundos y residentes de la región —no hay distinción entre unos y otros— han nutrido un diálogo literario en el que se reúnen diversas voces, géneros y promociones. La sección “Letras bajo el Volcán” en Nagari Magazine busca precisamente tender un puente intelectual entre este fluir artístico de Morelos y el movimiento literario en español de Estados Unidos. Mes a mes se presentará una escritora o escritor morelense cuyas letras gozan de luz propia. El objetivo es claro y único: que en la literatura nos reconozcamos como parte de esa patria grande y transcendental que es el castellano en el Mundo.

Xalbador García

verano

mujeres que pasean

por la 5a venida

(Tablada reload

Que él no es de aquí se le nota en la cara:

tantos culos tantas tetas mal guardadas en vestidos que el verano le ha cruzado por la calle

shorts tan cortos

muchachas que no tienen dieciocho años…

y ganas de tocarlas por ver si su carne es cierta

Atrás de casa hay un templo evangelista cuyas mujeres cubiertas lo calientan más

(quizá… si cabe)

cuando mira sus limpios vestidos

el cabello cepillado, en trenzas

rostros sin pintar, fresca la piel

y el cuello erguido sobre cuellos-de-vestido casi siempre almidonados

blancos

abotonados

y el pecho abstracto: la pura curva de un perfil sin piel

Los hombres que caminan detrás de ellas te fulminan si les miras

¿y qué harían si fueran solos?

Vino de una ciudad con menos piel y más prisa

sitio sin verano

bochorno a medio día

de asfalto el aire hasta el segundo piso…

y hoy no sabe meterse en el acero del sol

a medio día

si por la acera no le hacen sombra los árboles que

pocos

en torno al kiosko

aplazan el sofoco de esta ciudad sin mar ni madre

Ciudad que lo es porque le han puesto clínicas y depilatorios de cejas

porque tiene un festival de cultura

o dos

y becas a los creadores

aunque le robaron las ganas y el amanecer de exceso

la noche y el deseo de todas partes

menos de las pantorrillas de las chicas por la calle

con sus sandalias atadas como si fueran romanas

con sus vestidos de flores y las tetas duras bajo el arco sudado del seno

todas piel y juventud fresca en medio del calor y las ganas de quitárselo

sin que se pueda

pero bien lejos, liberado de esa otra ciudad cuya banqueta

en días de asueto, y si no hay ruido,

huele a orines

y pájaros desmayan en las nubes sus ganas de colgarse de ellas

un cuerpo así

Mi chica de los veinte cumplió cuarenta y cinco:

duerme otra vez conmigo

sin ser la misma

sintiendo el peso de nuestras carnes

cincelado el carácter por el tiempo que nos fuimos

(quizá nomás pa volver

sin celarnos como entonces

sin celdas ante el deseo: la expectativa se ha cumplido en otra parte y otro tiempo, en otro lugar

y cuerpo;

la veo para dormir con ella y la penetro porque quiere:

su hijo no es mío

mi cama no es suya

nuestra tarde es de sol y su olor antiguo: un hueledenoche o una gardenia que secreta con sabor a mar me engullirá, me marea

Oler hoy a la muchacha hecha mujer

saber de golpe que mi madre huele a muerte

y los olores de mi hijo se trasforman mientras crece

¿Cómo oleré en veinte años?

No preguntamos entonces y hubiéramos respondido cualquier cosa; habría sido bueno:

con menos de treinta eres un pendejo

veinte años antes estabas en primaria,

pero ya no:

hace casi veinte ella es madre, como la mía hace veinte más cuando, a los veinte, me fui de casa:

dejó de ser un chiste

y a mi madre la carne de los brazos le cuelga en pliegues sin tono ni son que la contenga

Cuando tengamos su edad quizá abrace tu cuerpo y halle mis huellas, esté marcado en tus yemas y

nadie esté nunca a salvo de sí

¿Es ése el mismo cuerpo que deseó tanto mi padre mientras que la preñaba

en Noche Buena

muy tarde

sobre el sofá de mi tía?

El cuerpo de mi madre es una huella: marca de lo que se ha ido:

su risa de verdad y el gozo que hubo,

lo que cantaba al limpiar la casa

medio susurro entre la discreción y el miedo a oírse demasiado ausente

tan roja y tan militante, tan masa

tan sin decir y para no escuchar lo que en verdad quería

(como mi abuela

como tu madre)

como tú misma corriendo a gritos tormenta arriba pidiendo ayuda para escapar-te

nada

Un nuevo alcance y girar de campana

patada brazo respira

respira brazo patea

brazo pierna inhala exhala

cincuenta cien metros

esto es un juego

nada tendrán que ver el mar y esta alberca

cuando llegue

cuando me haga sal de bahía durante dos kilómetros

vaivén tras la rompiente y fuego en el pecho

ahogo a flote

respirar de nuevo

hondo

saco el aire por la boca

no me acalambres: sólo hay que cruzar al otro extremo

aunque no llegues nunca y la alberca se ensanche hasta ser mar que crece y te traga

exhala y apunta los dedos

fuerte el muslo

sacar la nariz de lado cada seis turnos

dos

tres

nadie es más débil que su empeño

cinco

los odias muchísimo

seis

respirar es una mierda sólo si pierdes el ritmo

¿cuántas vueltas llevas?

cuatro

no, seis!

te haces trampa solo

dentro y fuera del agua es odioso esforzarse

como si hubiera dónde ir, por quién llegar

aunque el mar siga ahí por la noche sin ser pretexto de playa sino una inmensidad mojada

puja y aprieta las nalgas contén el aire respira despacio

ex ha la

no te vengas

empuja otra vez despacio y mírala sonriendo

no no no pienses en su pezones contra tu pecho

(ni en lamerlos)

¡carajo: te dije que respiraras!

inhala y estira los brazos

atrás,

nadas dorso, ignoras el calambre en la pantorrilla, cierras la boca (no tragues agua

cinco minutos… un cuarto de hora…

sudar sin que se vean las gotas

las albercas son más limpias que el sexo

y odio los gimnasios tan llenos de espejos

nado a ojo cerrado

veinte minutos: empieza a gustarme sentir mi fuerza

tan fresca la piel abiertos los pulmones cabeza sin recuerdos casi

seguir avanzando

moverse mucho más que en yoga menos que corriendo: ir a ningún sitio

zurcar el agua que te zurca

la bahía se abre al mar verdadero como mujer con amante: lo recibe, lo exhala, lo arrecife lo exclama

no hay mujeres de verdad ni hombres verdaderos sino el respirar acompasado

cómplice

de tu estirar el torso y repegarme las caderas

las manos sosteniéndome las alas cuando empujo entre tus piernas

y vuelo

de espalda al suelo

por la orilla de tu cama cual quien se tira al mar de un muelle

(sabe a mar tu cuerpo saleroso

brazo pierna inhala

giros de campana

saca aire por la boca

y respira hondo otra vez cientocincuenta veces

el sexo es un juego

y el juego es victoria sobre nuestros cuerpos

lamerte una axila

sentirte estremecida desde el vientre

y que te me haces agua

flujo que marea

y un vaivén que amarra

no quedan razones cuando somos agua que inunda una casa

carrusel

Otra vez como otras veces y tantas

otra vez como siempre

correr de nuevo sin saber nada.

Dejar que acierte quien dice que no puedo

que me falta fuerza

que de engancharse a muerte sólo ella misma salva

Sobre todo no oír ya

cuando de noche llegas a robarme el sueño:

no fantasear que buscarás mi abrazo.

Mirar las cicatrices en los míos.

Que pase el ansia y no agarrarme a ella.

Sentir miedo y no morirme

(Otra gente me abraza

y dice que sí entiende

que les pasó también

que el malestar se acaba.

No hay cómo creerles)

Dejo pasar el día entero: no haré nada…

Y quizá sí.

Quizá de golpe me haya picado, de nuevo, un brazo

huyendo a todo correr de lo que lastima adentro

de esas ganas que guardé;

que te aguardaban

Y no:

corro, quizá, de la honda molestia de estar vivo

en un mundo que no entiendo

en la ciudad que no es mía

en una casa que rento con árboles incluidos y la paz del jardín prestada.

Corro y me revuelco, todo lo aprieto otra vez:

culo y muelas, abdomen, gesto

el puño que lanzo contra la puerta

los ojos agua de rabia y alivio

cuando el dolor en la mano sustituye al del principio;

dejarme que otra vez se pase el ansia, sola

y sin mentir

mirarme cicatrizando

© All rights reserved Rodrigo Bazán

Rodrigo Bazán (La Roma, 1971) se finge poeta siempre que aterriza (de bruces, de nuevo) y descubre que, dicho, se diluye el dolor en saliva. El resto del tiempo da clases de Literatura Medieval o analiza los grandes hits del Pop Nacional en un intento por exorcizar la educación sentimental a la que se vió expuesto mientras crecía en la Ciudad de México durante los años 80.

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