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Noviembre 2015

UN ESPEJO AZUL O EL MAR EN SU BAHÍA Y OTROS POEMAS. Sylvia Miranda

Un espejo azul o el mar en su bahía

pobre deformación de la triste conciencia

de esa calma angustiosa que se atraganta

 

De ida y no de vuelta

con la espada surcada de flores

rota la columna

como el humo

una llama

mirando si estalla o se asfixia

sin batalla

 

Como balancea suave el mar la flota

y en el fondo se arrebata

el tigre bebe ajeno a sus garras

en las fuentes del loto

 

¿No es surcar las venas de la tierra

un río

como el agua surca el cuerpo

y los caminos las casas que bostezan?

 

De ida y no de vuelta

con la flor aún lozana en un rincón del tabernáculo

bebiéndose las estrellas con la celeste garganta

tan lejos de las balas

deseando ser herido para vivir.

 

La boca del amigo grita llena de flores

¡a las barricadas!

y un vals monótono

lleno de días

horarios de entrada

cafés cansados

y cigarrillos aplastados.

 

De ida y no de vuelta

con el pecho roto de palomas

a abrazar al viento – alguien va –

es bello si lo ignora

-¡qué hermoso abismo

donde sólo cabe una mirada!-

vidrios de colores

su sola riqueza – otra mirada –

en medio de las farolas

donde se encrespan las olas del puerto

y en el frío invierno

en lo hondo del gabán que se va

su única flor.

 

De ida y no de vuelta

alguien va

alguien que ha sido tocado

y casi lo ignora

qué terriblemente dulce su cara es de fresa

su paso perdido

sin más tierno destino

que la flor que lo espera

que ese mar espeso de rosas

donde morir es vivir

y vivir es asfixiarse

el deseo.

 

De ida y no de vuelta

entre la niebla y la farola

una ciudad que no es la suya

una infancia al fin

en las suelas de las botas

una chaqueta regalada

y un cigarrillo que se consume

como el fuego en las cavernas.

 

Y girar

y girar

y vivir con un trozo de luna

donde se refleja una sonrisa

igualita …

fantasía..

 

De ida y no de vuelta

la ciudad es enorme

como el corazón de una máquina

que te tritura

que te engulle

y te devuelve

con tu pequeño

pequeñito corazón

sin remedio

con tu paraguas triturado

sin remedio

un átomo que salta

un átomo tocado

por una flor

escondida en el gabán que se fue

querrán torturar también esa flor.

 

Pero alguien va

ha vivido una guerra – cualquiera

lo ha perdido todo

pero ha sido tocado

ayer

ayer

-¡qué hermoso abismo

donde sólo cabe una mirada!-

y esa mirada le era destinada

una flor

la misma

no ha sido torturada

va

va.

 

 

No está perdida

se guía sin espejos

está sola

y espera

– ¡qué hermoso abismo

donde sólo cabe una mirada! –

y lo sabemos

desasido de los días

alguien va

y qué fogoso alguien

y qué fogoso mar

qué fogoso mar de fuego

donde el tigre se incendia

donde el loto se incendia

bella flor de oro que caminas

 

 

 

A una canción citada por Ales Debeljak

 

 

 

Poema del tigre y el mar

 

 

 

Llevando el corazón secreto y el talismán seguro

E.A.Westphalen

 

 

 

I

 

 

He escrito para cuando llegues un camino sin mirar atrás, sin consejas, sin días. Una escritura sin nada. La casa de la escritura vacía. Pálidas columnas, voces inaudibles, estelas fugaces que ya nadie podrá ver ritmando, cosechando planetas, galaxias enteras. Nada, apenas un blanco donde guardar tu primera pisada de dinosaurio prematuro, agotado de las selvas, carretera abajo cegando el tráfico, repartiendo a cada paso el humo duro de los que se van, para que no te quede más que llegar, tomar posesión de tu reino de despedidas, plantar la vista justo cuando yo parto, cuando partí o cuando para nada, como siempre ha sido. Escribir así, escribir en caldero vacío, para recoger tu simple huella de lluvia picada por las calles de Amsterdam, su cielo plomo de palomas incrustadas en vidrieras, su boca frágil de neblina cruzando el mundo.

 

II

 

 

Dices mar y el mar está allí intentando sumergir tu mirada de lagarto enloquecido, como un manto negro cubierto de nombres, largos nombres que se pierden como estrellas, fijos y muertos a cada instante. Olvido las palabras por las sangrientas tempestades que caen sobre el horizonte, iluminando faz a faz la primera llegada del gran incendio, del gran terremoto del mundo conocido, para que brote la flor fecundada en su sexo de música, y una mano de agua dulce arroje cántaros sobre las dunas del Pacífico, allí donde se pone el sol en un ocre inconmensurable, donde la noche está cargada de rosas muertas y de un oro manchado de sangre y cenizas, donde temblamos como una historia trivial sólo registrada en las reverberaciones del día que viene.

 

 

 

 

Ángel de invierno

 

 

 

Aquí,

en el décimo primer piso de una torre del mundo,

un ángel

como tantos que caminaron por el tiempo,

un simple ángel – tú –,

hace su vida cotidiana,

toma café y mira hondamente al vacío.

Se calienta las manos con su cigarrillo,

piensa en todo,

tirita.

Al descuido, coge su cartera,

asoma la nariz por la ventana,

despliega las alas,

parte.

 

Sólo un ángel puede entrar así al mercado de las bestias.

 

 

 

Del poemario Tiempo de sol, Buenos Aires, Hueso de Jibia, 2014.

 

© All rights reserved Sylvia Miranda

 

Sylvia MirandaSYLVIA MIRANDA (Lima, 1966). Es doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid y reside en España desde 1991. Su primer poemario Como todos anduve en el invierno (Lluvia Editores, Lima, 1990), se publicó con prólogo de su maestro, el poeta Wáshington Delgado. También en poesía, ha publicado Zita y otros poemas (Catriel, Madrid, 2001); Poema del tigre y el mar (Centro de Arte Moderno, Madrid, 2004. Con un grabado de Sylvain Mâlet) y La foudre demain (La Rochelle, Les Arêtes Editions, 2013. Con pinturas de Sylvie Lobato). Poemas suyos están recogidos en antologías de poesía peruana e iberoamericana. Su tesis y otros libros de ensayo y crítica literaria testimonian sus investigaciones sobre la ciudad de Lima y la poesía de vanguardia peruana.

Ha recibido el “Premio Tomás Luis de Victoria” (Salamanca, 1994), por su poemario Zita y el “Premio Novela Corta del Banco Central de Reserva del Perú” (Lima, 1996), por Memorias de Manú (BCRP. Lima, 1997).

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