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Junio 2020

TRAS LA ESTELA DE MONTAIGNE. Carlos Gámez Pérez

Josep Maria Nadal Suau (foto de Alejandro Maestro)

A este lector le aburre observar aquello en lo que se han convertido las humanidades. Le cansa asistir a congresos en los que aparecen supuestos humanistas que sueltan unos rollos inconcebibles y hacen unas analogías tremendas y gratuitas tan solo para defender un discurso intelectual que les permita obtener un puesto en la universidad, o que justifique su posición académica, o que les dote de la posibilidad de una beca de estudios o que, simplemente, satisfaga su ego. Le aburren esos mamotretos que publican ensayistas de éxito como Harari, que afirman presentarnos los grandes dilemas de la humanidad contemporánea, cuando en realidad quieren decir que desean lucrarse. En especial, le duele recordar que las humanidades surgen en Occidente en el seno de la República de las Letras para plantear y discutir los problemas de mayor importancia desde una perspectiva humana. Por eso, leer Temporada alta (Sloper, 2019), del crítico, escritor y profesor Josep Maria Nadal Suau (Palma, 1980), ha constituido un reencuentro con los grandes temas de las humanidades.

Temporada alta es lo que arrasa Mallorca cada año y, en este libro, es un tsunami de conexiones; palabras que nos llevan a datos y que, conjuntamente, conforman un ensayo muy bien articulado en torno al pasado, el presente y al futuro, en el que Nadal Suau nos invita a reflexionar en torno a la industria turística y la transformación que ha supuesto para Palma, pienso que en el mejor momento, a punto de salir de un confinamiento que lleva ya 2 meses, de reiniciar un mundo que tal vez no tenga nada que ver con el del pasado —pese a que el libro salió antes—.

El texto, extraído y reescrito de una serie de columnas que aparecieron en la edición de El Mundo de Palma y que, como su autor indica, sirvieron como “borrador o cuaderno de campo” (p. 196) del ensayo, es un compendio de arte, política, economía y urbanismo, por momentos tan bien trazado como las tramas conspiranoicas de Thomas Pynchon, muestra de que todo está conectado en este mundo terriblemente global (y pandémico), como se observa en el primer capítulo en torno a la figura del para mí desconocido Stephan Schmidheiny. Pero no queda ahí la cosa. La disección que Nadal Suau hace sobre el grafiti (pp. 36-39), no solo el artístico, que defiende casi todo el mundo al día de hoy, sino la mera firma, el mero hecho de autoafirmación y protesta del adolescente que llena de garabatos una puerta, es un ejemplo perfecto de por qué consideramos de distinta naturaleza la revuelta de mayo del 68 en París, si la comparamos con las protestas de las banlieues en Francia en 2005 o los disturbios de Londres de 2011, por el simple hecho de que no les acompañó una teoría, cuando quizá no lo sean. La frase: “Un adolescente aburrido con un bote de spray: allí hay algo que respetar o en lo que pensar” (p. 37) lo resume todo.

El autor analiza de forma especial el diálogo entre lo urbanístico y lo artístico, como la exposición Being landscape (p. 57), que construye un territorio imaginario autóctono a partir de las fotos que en masa realizan los turistas en el territorio real de Mallorca, donde la isla se confunde con la ciudad, una verdadera obra de arqueología contemporánea. O habla de su psicogeografía personal, como Los Oficios Terrestres, la librería que ha formado una parte fundamental de su vida. Pero yo destacaría el capítulo seis, en donde imagina, con ayuda desde la cita inicial de J. G. Ballard, profeta de las orillas del Mediterráneo europeo, una Mallorca futura en clave de cf y virtual. Es un fragmento que no solo recuerda a Ballard, también a Agustín Fernández Mallo y al sociólogo Marc Augé, y donde, de una manera totalmente intuitiva, vaticina una sociedad en un futuro “aislamiento preventivo” (p. 135) en la que los “desplazamientos son solitarios y se producen en distancias cortas” (p. 136). El pasaje que a este lector le emocionó, sin embargo, es el que se titula “Centro comercial”. Cuando dice: “Allí donde hay riesgo, allí reconozco la vida” (p. 139), que se conecta más adelante, en la crónica del final de Son Banya, con la afirmación: “lo esencial fue descubrir en sus ojos una mezcla despiadada de humillación, cortesía y desprecio, la forma elegantísima en que se manifiesta el espíritu allí donde sigue existiendo” (p. 163), lo que realiza es una lectura neohumanista del futuro, capaz de superar el poshumanismo y discernir la emoción. Es una propuesta fuerte de lo que supone la identidad humana en un ambiente altamente tecnificado. Y un debate del máximo interés sobre el presente y el futuro de la condición humana. Resulta un ejemplo de lo que afirmaba al inicio: qué es y ha sido el humanismo más allá de las cátedras y los intereses académicos, un esbozo de respuesta ante los grandes retos de la humanidad.

Nadal Suau se sale de los cánones habituales del humanismo —y hasta del poshumanismo—bien pensante; ese que decide qué es lo que se debe considerar transgresor y qué no. Ahí radica la valía de este ensayo, su frescura. Lo hace, además, con un sano sentido del humor, riéndose de sus antiguas ínfulas de joven intelectual erudito y de sus prejuicios. Por momentos parece pesimista. Pero es muy consciente de la función social del escritor: “Quiero imaginar que un urbanista o un escritor ejerciendo bien su oficio pueden proteger Palma” (p. 32). No es casualidad que este ensayo se haya acabado de imprimir y encuadernar el día del aniversario de la muerte de Michel de Montaigne, como indica la nota final. Sigue su estela.

© All rights reserved Carlos Gámez Pérez

Carlos Gámez (Barcelona. 1969), es escritor y profesor. En 2012 ganó el premio Cafè Món por el libro de relatos Artefactos (Sloper, 2012). En 2002 publicó el relato de no ficción Managua seis: Diario de un recluso (Instituto de Estudios Modernistas). Sus relatos han sido seleccionados para las antologías: Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013); Presencia Humana, número 1 (Aristas Martínez, 2013); Viaje One Way: Antología de narradores de Miami (Suburbano, 2014); y para la revista de creación Specimens (Septiembre, 2014). Colabora con las revistas literarias Nagari, Suburbano y Quimera, además de colaboraciones puntuales con Rocinante y Agitadoras. Acaba de finalizar su tesis sobre ciencia y literatura española en la Universidad de Miami. Malas noticias desde la isla es su segundo libro de ficción.

twitter: @cgamezzz

De entrada, informo oficialmente que acabo de ordenar el cuaderno de Josep Maria Nadal Suau al precio más asequible en estos momentos de especulaciones en los precios de los libros. Lo he hecho por tres razones. La primera: me llamó la atención el nombre de Michael Montaigne en el título de tu reseña [es uno de los muertos que más me han enseñado a lidiar con el oficio de la escritura]. Segundo: estuve en Palma en agosto del 2019. De allí salí encantado con el concepto "isla" que tanto conoces, en un "ferry" lleno de policías y camioneros, con todo y camiones repletos de productos y vehículos policiales, con destino a Sevilla, otra maravilla de ciudad]. La tercera razón es precisamente el deseo del autor en abordar los temas que tú muy bien describes: desde el obvio deterioro de lo que conocimos como "Humanidades", hasta las repercusiones del encogimiento o constricción de las distancias globales y el triunfo de la superficialidad en la cultura en general. No encuentro mejor forma de transmitirte el momento de fruición que pasé al leer tu ensayo, que comprar el libro y anticipar la lectura. Un abrazo cordial desde Miami.

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