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Abril 2018

… sin papeles. Eduard Reboll

Grafiti

 

“Se denomina este término a una pintada de estilo libre, destacándose en ello su ilegalidad y realizada generalmente en espacios urbanos. Su esencia es cambiar y evolucionar su diseño; buscando ser un atractivo visual de alto impacto, como parte de un movimiento urbano y rebelde” Wikipedia

 

Pintada

La clandestinidad en los años 70 obligaba a organizarse en España. Y lo hacíamos en distintos grupos con una única función: derrocar el régimen del general. Durante algunas fechas determinadas, el movimiento obrero/estudiantil se agrupaba en células clandestinas. De repente, pasquines, octavillas, asambleas en el aula o la fábrica del barrio. En la calle, un sinfín de pintadas en rojo o negro sobre las paredes de la ciudad al grito de “Huelga general contra la dictadura”, ”Muerte a la represión” …”Abajo el fascismo”.

 

Yo nunca me atreví a hacerlo. Lo confieso. El miedo me comía.

 

Al inicio de la democracia, un día de otoño, alguien me enseña una lata con un aerosol en la punta. Le llamábamos un spray. “Tómalo; ahora ya no es ilegal” me dijo Josep María un amigo del barrio del Carmel. ¿Qué hice? Escribí mi primera y última pintada hasta ahora; ésta decía así …

 

Visca les calces burgeses

(Viva las bragas burguesas).

 

¿What?…No me pregunten por qué escribí esto. Ni yo mismo puedo hoy justificar ni entender lo que mi inconsciente me dictó aquella noche. Curiosamente, esto ocurría muy cerca de la casa donde vivía Joan Manuel Serrat cerca del barrio de Vallcarca. Posiblemente influenciado por esta letra

 

Cuéntale a tu corazón

que existe siempre una razón

escondida en cada gesto

 

Seamos claros, vivíamos aún bajo la represión hacia la erótica que implicaba abrirse a una sexualidad libre después de tantos años de imposición eclesiástica. Y si me apuran, desde el diván del psicoanalista, el axioma que se originó al ser un militante de izquierdas en mi juventud, con la fiebre que despierta tu adversaria política bajo su lencería negra. Es evidente, en el registro del deseo, la ambivalencia hacia el mismo.

 

Un día, nos llega la noticia que el metro de Nueva York está cubierto con letras de colores en sus vagones. Nombres raros y densos. Consonantes y vocales obesas junto a números adyacentes, haciendo alusión a la calle donde vivían: Superkool 223, Topcat 126…

 

Uno se remonta a sus inicios cuando, con un punzón, el alumno José Praderas cincelaba la puerta del baño de hombres de la escuela para denostar a un enseñante: “El profesor Lucio es un desgraciado”. Dar constancia de una palabra prohibida “Puta…he dicho puta, puta, puta”. Maldecir a un compañero injustamente para sentirse humillado: “El Gómez es maricón” …O dar por hecho un cálculo de fracaso en una asignatura: “Me han puesto un 0 en matemáticas, muera la geometría”.

 

Vimos por TV, grafitis famosos durante el mayo del 68 en el barrio latino de la capital gala: “Pedid lo imposible”. Tuvimos la presencia en vivo de Keith Haring apoyando con sus imágenes la lucha contra el SIDA en el distrito del Raval de Barcelona. Supimos por Basquiat el amor que tenía por relatar en sus pinturas los improperios y piropos de las paredes en las calles del viejo Manhattan. Y por fin, pasado el siglo XXI oír hablar de Banksy y sus intervenciones sociales en distintos muros y ciudades del continente. E incluso en Wynnwood, ver crecer la estética y el color en sus calles a partir de la pintura callejera.

 

A mi regreso a Catalunya, un día me encontré en varios edificios del barrio de Sants esta pintada

sinpapeles

Desde el punto de vista del origen, esta frase puede ser en sí misma una firma, un tag. Un nombre más en el estanque de un Narciso buscando ser célebre en el street art de Barcelona . Alguien estimulando la imaginación del transeúnte para que sea consciente que el signo alfabético ya no necesita engordarse. Un apellido rebelde en la pared, bajo el nuevo orden estético de la dieta. Como si quisiera decirnos, “regresemos al origen” desde la creación visual.

 

Si miramos el diseño, la letra itálica nos ofrece una limpieza de lectura única. Es casi una vuelta a la libreta infantil donde era imprescindible unir la consonante y la vocal con fluidez en el trazo. En mi generación tenía un nombre: Cuaderno de Caligrafía. Y la letra la escribíamos con tinta china en azul y plumilla al estilo cervantino o con estilográfica. Sí…aún no había bolígrafos implementados en los años 60 en las escuelas; solo era oficial el lápiz.

Abordando la gramática aparecen tres acepciones interesantes. La primera como preposición, es decir, “sin”, funge como carencia de algo. Significa “no tiene papeles”. Pero si lo resolvemos como el prefijo de un neologismo, “sinpapeles” podría referirse a la unión de un grupo que no los tiene. O por el contrario, regresar al significado original de privación de los mismos.

Dentro de la ortografía, una vez eliminada la mayúscula del inicio, la unión de los dos vocablos sin espacio permite que la fonética del nuevo término tenga una melodía lírica con ambas eses; tanto al inicio como al final. Muy cercana a la ternura en el tono, y completamente distinta si estuviera separada.

 

“sssin…pa-pe…leeess”

 

Y para finalizar, desde la semántica, aquí hay un “sinnúmero” (aplíquese lo mismo para esta palabra compuesta pero aceptada en la RAE, a diferencia de sinpapeles) de opciones posibles e interesantes. El diccionario oficial define papel, como un elemento matérico hecho de fibra vegetal y agua. Sus distintas cualidades y propósitos varían: papel cebolla, papel charol, papel cuché…de aluminio, de celofán etc. etc. Acepciones de tipo teatral o cinematográfico: “El papel del actor en esta escena es crucial”. Referencias a qué rol desempeña una persona en un lugar: “El papel que hace en el grupo es irrisorio”. O sustituirlo por un engaño “Haciendo el papel que no le corresponde”. Llegamos al término documento. Y en esta parte, sí cita – …pero por separado – a sin papeles como una persona extranjera que carece de la legalización necesaria para residir o trabajar en un país.

 

¿Por qué me ha llamado tanto la atención este término, en forma de pintada, que ha merecido un artículo en esta columna?

 

Siempre odié de joven rellenar los trámites para un examen en un instituto. La formalidad de una hoja de registro para dar fe que uno fue bautizado por la Iglesia. El relleno en un papel de carbón para quedarte la copia de un contrato de alquiler. La escritura de solicitudes para pedir una ayuda social, la confirmación de una cuenta en un banco. O la prueba legal de que sí hay matrimonio con la mujer que amas si estás en el Registro Civil.

Mi ingenuidad y mi total ineptitud para lo burocrático me llevó a creer que el ser humano le basta la palabra para ejercer su derecho a súplica. Pues bien, yo me siento representado en este grito discreto en cursiva. Si bien es cierto que bajo este término se denuncia a quién, en sí, no tiene donde acudir por llegar con una mano delante y otra atrás como huido. Aquel senegalés que a nado entre barca y playa llega a las costas del viejo continente. Ya sea por Italia, Grecia o bajo la mentira piadosa de un “…de vacaciones en España” de un latinoamericano ante un policía de aduanas en el aeropuerto.

Sin papeles nos saca la madre a este mundo. Sin papeles tomas agua de un río natural en el bosque. Sin papeles te enamoras un día del ser que escoges. Sin papeles ves bajar la luna de su ocaso durante la madrugada. Sin papeles compartes el ruido del cristal de dos copas de champán con tu amigo.

 

Y sin papeles me despido…

 

En una palabra, que la Real Academia Española haga el favor de legalizar el término, en minúscula y sin pausa entre ambas palabras. Que lo defina como nombre plural y adscrito a lo comunitario. Más que nada, porque yo quiero pertenecer a este grupo ahora mismo: los sinpapeles.

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

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