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Febrero 2018

¿PARTIDA… O RETORNO? Eduard Reboll

La llegada es el logro; el establecimiento final después de un viaje. Un retorno, en cambio, implica regresar a lo establecido bajo el mismo paisaje o condición; un retroceso a vivir aquel momento que un día abandonaste con la misma fotografía que ahora te encuentras.

 

La partida

 

Un diazepam delinea a través de la lengua mi despedida. Puntual. A las 5 am, me lo tomo nada más levantarme durante los diez días que quedan para el regreso a Barcelona. El billete de norewegian airlines, está frente a los ojos para que tu decisión no ofrezca ninguna duda.

La llegada, uno intenta eludirla desde el mismísimo primero de enero. El “me voy”, está junto a mi boca, para que alguien que se considere cerca del que escribe, me pregunte de inmediato: “¿…estás seguro?”

Mientras, un apartamento lleno de cajas en Coral Gables ocupa mi cerebro. Dentro de su volumen, se esparcen libros, books, y algunos llibres.

Con aquel blanco ajado y mal pintadas, las paredes te protegen del destierro que uno intuye. Alrededor, dos carpetas y una quincena de documentos oficiales. La memoria USB con mi información, ya está en mi bolsillo derecho en forma de llavero. En el sofá, cinco bufandas de lino esperan en mi maleta negra. A repartir, los muebles y enseres que aún no tienen destinatario con un azul muy particular en mi interior. La mayoría se esparcen en el parqué junto al clóset del pasillo.

 

La fecha de recogida de mis bártulos está cerca. Unos amigos que han dejado su furgoneta en la calle Calabria vienen por lo suyo: recogen mi televisor, un juego de copas de Ikea, tres camisas celestes, una silla de despacho y una librería de madera y hierro. Los que no entendieron la urgencia del desalojo, se quedan sin premio. Conclusión, es Goodwill quién se apodera del género.

El día sucede. Listo. Todo a punto. Devuelves las llaves al propietario. A continuación, uno se despide fraternalmente de tu vecino John; sargento retirado de las fuerzas armadas estadounidenses. Sujeto noble. Y obtuso consumidor de pornografía masculina. Mientras observas su tez escuálida y el tubo de plástico en su esófago, uno deduce que la edad puede hacer estragos en cualquiera.

Nos miramos. Pupila a pupila. Y decimos un see you soon recíproco.

Ahora ya sólo quedan tres días. Anne, la mamá de mi hija, me acoge en su casa. Su marido Gregory, padrastro y colega, ha confeccionado su especialidad culinaria en mi despedida: una exquisita tarta de manzana elaborada con golden delicious, royal gala y un punto de bourbon. Athenea, mi primogénita, está lista para iniciar su salida nocturna a Miami Beach. Arregla la habitación. Coloca sus zapatos de aguja rojos en sus pies, y maquilla con fruición sus cejas frente al espejo del dormitorio. Al cabo de un instante, el sencillo “Date prisa y dime cuándo te vas”, sirve para comunicarle un escueto “pasado mañana”. A la décima de segundo, se suma su expresión facial con un “Whaaat…! creía que te quedabas hasta Martin Luther King!”. Al final, me da un beso en la frente como si fuera el Supremo Pontífice y yo le respondo con un “Amén”.

Fort Lauderdale 11 de enero de 2018. Hora 23,50 pm ya estamos volando. Miami, es en este instante, solo una fotografía en google maps desde el aire.

 

El retorno

 

Aterrizo. Y no me refiero a que suceda cuando el avión posa sus neumáticos en la pista. Aterrizo cuando mi mujer me reconoce entre una multitud, mientras cargo mis dos maletas y me dirijo hacia su figura. En aquel mismo instante que me da un beso…Aterrizo, cuando oigo mi lengua materna entre los altavoces del aeropuerto; cuando una perra se posa entre mis piernas sin pedir disculpas el propietario. Cuando la espuma de una cerveza Woll Damm cubre el tercio de una jarra. O estando en pleno mediodía, el humo que desprende unas patatas bravas recién freídas me secuestra y mientras comparto con un público cosmopolita un gol de Messi.

La ciudad, hoy, sigue siendo esta multitudinaria urbe donde ahora todo turista quiere ver un templo modernista en cualquier esquina. Rezar un padrenuestro bajo la cúpula del cristo de la Sagrada familia. Y preguntar dónde están las Ramblas, después que un tour de Royal Caribbean inicie su llamada antes de partir en un crucero hacia el Mediterráneo.

Barcelona ahora está fracturada y amarilla.  Llena de lazos de este color en parques y en las solapas de las camisas de hombres y mujeres que creen que les han robado a sus políticos elegidos bajo el exilio o la cárcel. Ocupada e intervenida como capital de Catalunya por un decreto del Estado Español. La Barcino de los fenicios, sufre la tristeza por los actos terroristas de agosto y por la situación política del momento. El desasosiego, lo percibes al ir a comprar el pan por la mañana, o simplemente sentado en un café mientras lees el periódico.

A pesar de todo hay que continuar de pie; …cambio de registro.

Mi mamá, a sus 88 años, sigue glorificando su amor por la cocina a base de unos buñuelos de berenjena bien crujientes. Diseñando un arroz de playa con el dorado recio en el grano. Debido al olor que desprende un lujurioso sofrito de vegetales, marisco y conejo, mi tenedor hurga en la paella antes de ser servida. Al finalizar la tarde, continúa escribiendo un dietario personal mientras alterna su lectura con “La chica del tren” de Paula Hawkins.

Una madre, bien vale un regreso.

Mi mujer acaba de llegar de la prestigiosa escuela de escritura de l’Ateneu Barcelonés. Tiene deberes. La tarea es un monólogo en primera persona: el resultado un diálogo entre los dos para discutir donde debería estar el cubículo de la ropa sucia: si en la galería, o dentro del lavabo. Más tarde, alargamos la conversación sobre si es apropiado que los calcetines se queden escondidos en el corazón de mis zapatillas de deporte o directamente se depositen en la lavadora. Blanca está hoy hermosa. Azul en su interior y una blusa de algodón descansando en el respaldo de la silla a modo de instalación artística.

El regreso no siempre adquiere la misma fotografía. Deduzco entonces que, no es un retorno sino una llegada a un nuevo lugar. Nada de lo que se registra en mi cámara interior coincide con lo dejado hace ahora veintidós años. Pero déjenme que contradiga aquel dicho tan constructivo que habla de que “lo importante no es el punto de llegada, sino el viaje”.

Pues bien: No. Quiero llegar al final. Que no es lo mismo que omitir la pausa después de la negación y expresar:

“No quiero llegar al final”

Punto.

 

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

email: eduard.reboll@gmail.com

Home sweet (& sour) home. Benvingut a casa teua...si és que hi ha cases d'algú (Bienvenido a tu casa... si es que hay casas de alguien)
Voy a seguir tus consejos Alejandro. Gracias por tus palabras académicas y llenas de contenido humano. Agradecido.
Voy a seguir tus consejos Alejandro. Gracias por tus palabras académicas y llenas de contenido humano. Agradecido.
Gracias hermano...el petróleo no sólo es negro o cubierto de una pátina de oro...también se viste de carne bajo tu figura. Abrazos.
Gracias por permitirnos viajar juntos a traves de tus letras, y sobre todo en primera clase. Gracias por comparir tus maletas y tu paella, el cafe que no hiciste y el olor de tus patatas fritas. Simplemente gracias y recuerda que donde mejor quedan tus calcetines es en tus pies.
Siempre he pensado y dicho que "la poesía salva", apreciado Eduard, eres un poeta de poetas, la poesía lo sabe por eso te quiere tanto, te mando un fuerte abrazo Libertario, y ya sabes, siempre estaremos presente.

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