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Febrero 2016

NAPOLI, UNA OBRA DRAMÁTICA EN INVIERNO. Eduard Reboll

a Ángels Martínez

Uno se encuentra ante un teatro sin cortinas en esta metrópoli. La luz en el escenario… es un sol adormecido entre las nubes de este jueves. Acabo de llegar. El suelo no tiene marcas para un movimiento de actores; lo cubre un rocío permanente en el adoquín. La escenografía es la propia calle. La ropa tendida… el color del vestuario. Y los personajes que entran en escena son plurales. Una mujer que sostiene a sus dos hijos en un brazo. El coche de los carabinieri silbando en azul. Un joven que lía un cigarrillo en una hoja de papel de revista. El gallo pipo del bar Capriccio merodeando por debajo las mesas. Dos mozuelos con un alambre hurgando la cerradura de un automóvil. La borrachera de un soldado en un portal sin su novia. Una anciana inmóvil sentada en una mecedora de juguete. El olor a pez y berenjena de un cocinero turco… El sermón abierto y al aire libre de un clérigo.

Napoli

Nápoles no agota nunca a sus protagonistas. Es lo que hoy en teatro se denomina: una obra coral.

La viví cerca nada más llegar. Desde la butaca del taxi que tomé en el aeropuerto de Capodichino hasta el centro. A través de la ventana, contemplo las terrazas con sus macetas secas y desprovistas de tallo. Las cúpulas palatinas adosadas el paisaje urbano. Y las campanas mudas que uno divisa, durante el trayecto hacia la Piazza Garibaldi.

Hice lo común para el que ama una ciudad …andar. Romper el recorrido clásico de la guía turística. Adentrarme en el maldecido quaritieri spagnolo. Y entender a los hombres y mujeres que, en nombre de “la vida”, ocupan los balcones en bata mientras fuman un cigarrillo. Escuchar sus yoes salir a toda prisa del recinto de las casas. Darme cuenta, de la estética que adquiere la sombra en sus muros. Disfrutar de los patios de vecinos y el tragaluz que los alumbra. Y poner mi oído, al sonido hueco que emite el tacón de  Sophia Loren por aquellas escaleras; escucharlo, mientras las órdenes de Vittorio de Sica son cumplidas en mi imaginación.

No fui a Scampia, el barrio donde Roberto Saviano habla en su famosa novela Gomorra . El poder criminal de la mafia es absoluto. Honradamente, pensé que el peligro era un hecho que no debía afrontar. Pero recorrí la isla donde Neruda encuentra cobijo con Matilde Urrutia, su amante en 1952, y finaliza su poemario “Los versos del capitán”…Capri.

Toda la noche he dormido contigo

junto al mar, en la isla.

 

Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,

 

entre el fuego y el agua”.

Napoles 1

 

Lo hice con un limoncello escondido en mi cazadora y a sorbos. Este lugar que ha llenado portadas de las revistas del corazón, me permite huir del bullicio y buscar refugio en los jardines clásicos de Augusto para poetizar, desde la mirada, la soberbia rocosa de il Faraglioni.

Hundí los ojos en los barrancos y las casas blancas sostenidas en las rocas mientras viajaba en autobús. Subí varios centenares de escalones hasta llegar al cementerio de Amalfi por las narrow streets que parten de la Catedral de San Andrés. Hablé con su celadora sobre las lápidas ilustres. Sobre el paso del tiempo y los pinos. Acerca de su madre y un pañuelo hermoso de flores que cubría su cabeza. Me despedí, cimbreando la mano como si partiera en una barca del puerto. Lo hice desde un adiós a sí misma.. y al Mediterráneo.

El paseo vespertino que inicio, va en busca de una plaza donde escuchar una mandolina. O ver un espectáculo de Puliccinellas por un titiritero pobre. Uno regresa al amor, por el café corto y las pastas dulces de los sfogliatelle. Degusto una copa di grappa en un bar y compro un helado de tiramisú. Me deleito en mi cono, mientras contemplo la tristeza de la tarde. Y camino sin remordimientos hacia la muerte. Lo he dicho bien; hacia allí.

Nápoles y la muerte son un matrimonio unido; una pareja convulsa sin el abrigo del silencio.

Lo descubres en el Cimetero Delle Fontanelle. Este camposanto creado para recibir a los miles de cadáveres durante la epidemia de peste en 1836. Repleto de incontables cráneos y fémures a plena luz del día. Al lado de mensajes, del público de hoy, pidiendo suerte en la lotería de Navidad. O suplicando deseos imposibles, para evitar ser uno ellos mañana mismo.

El presigioso poeta residente, Giacomo Leopardi, que le ataco el cólera en la ciudad lo resume “La gentileza de morir comprende”.

La muerte es suntuosa en cualquier esquina… pero nunca anónima.

Miles de pequeños altares rinden culto al Cristo de la Cruz, a la Virgen Santa, a San Genaro –patrón de la ciudad- o al difunto de la semana. Tanto da el anciano que emitió su último estertor el lunes, como la mujer joven que el cáncer de mamá le arrebate la posibilidad de alimentar a sus hijo. Con idéntica solemnidad, el gato Micifú con una vela minúscula al lado de su fotografía en color, como Giusseppe, el niño atropellado en la acera cuando iba en busca de su pelota.

A Nápoles la mueven los muertos (Liliana Castellanos)

Napoles 2

Estas calles son una fusión tan clásica de dos palabras al mismo tiempo que, como articulista, me da vergüenza citarlas por lo comunes. Estos dos verbos se llaman: estar y “no estar”. En Nápoles “estás”. Y a lo mejor, mañana no. Y que nadie se confunda con la cita de Hamlet y su doble verbo copulativo. El napolitano, no tengan duda: ama “ser” y para nada le interesa quien “no es”.

Yo regresaré. Me resta contemplar la isla de Ischia y entender porqué la escritora Patricia Highsmith coloca a Mr.Ripley en aquel lugar antes de ser un asesino. Pisar las ruinas de Pompeya en mejores días. O acudir al Teatro di Carlo para ver si el fantasma de Carusso abre el telón rojo con su voz de tenor.

La función ha terminado. Aplausos míos y de pie. No hay autor ni director a quién identificar. El elenco, entre otros muchos, se cita en el primer párrafo. Hay la ventaja que, el espectador, puede subir al escenario sin ser advertido. La platea, y él mismo, se encuentran en idéntico nivel. Esta es la punta de Nápoles. Vengan a ver esta obra en carne propia; si es posible en diciembre. La capital de las Dos Sicilias les espera con los brazos cerrados.

Posiblemente aquí, en esta última oración, radique su belleza.

© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard RebollEduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

email: eduard.reboll@gmail.com

 

Es una verdadera invitación a Nápoles, La metáfora del teatro es inspiradora.
He recorrido contigo toda la ciudad. Me he transportado a Napoles con tu relato, con tus palabras, con tu profundidad.
Excelente teatralizada descripción de tu visita a esa tierra en la cual la belleza del pasado estancado en el presente y el peligro de un futuro paso hacia la muerte, nos regala una puesta en escena maravillosa.
Quiero volver a viajar através de tu mirada, hermoso recorrido.
Apenas unas migajas (cinc cèntims) de lo que Nápoles ofrece, pero magistralmente escritas. Como los vestigios de pan a partir de los cuales la policía reconstruye la historia completa. Llegué a Nápoles para tres días y me quedé doce. Ahora me quedo con los jirones de niebla de lo ya constatado. Sigue mandándome, por favor, los enlaces de lo que escribes. Forta abraçada.
Me ha maravillado amigo, excelente.
Excelente tu destreza para describir con palabras lo que yo hubiera pensado que sólo se hubiera podido haber hecho a través de un film.

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