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Febrero 2017

LAS MATEMÁTICAS: LA DIVISIÓN. Eduard Reboll

Uno de los grandes de hoy en el tema, el nonagenario Louis Nirenberg, dijo  hace unos días en una entrevista al diario La Vanguardia de Barcelona lo siguiente “las matemáticas están presentes en cualquier ciencia y en cuantiosos aspectos de nuestra vida: la economía, la biología o la medicina, así como en cualquier descubrimiento tecnológico…”. Sin duda, si bien no cita la política, si diré que yo las incluiría; hoy más que nunca.

Preámbulo.

Un portento en ellas, mi padre, se distinguió de pequeño por ser el primero de la clase en la materia. Aquel cuaderno con letra cursiva en la cubierta  donde delicadamente y con nitidez se agrupaban los problemas y las figuras geométricas, aún lo guardo en mi haber como ejemplo. Repleto de dieces (10), como notificación de “excelente” durante la época de los años cuarenta, hoy reposa en el segundo cajón de mi mesita de noche.

El hombre, however, a pesar de su talento y cortesía con sus clientes, nunca las aplicó con éxito en su negocio de venta al por mayor de frutas. Si bien manipulaba con deleite su aritmética en un bloc cuadriculado tamaño folio, siempre tuvo deudas parecidas al cuento de la lechera. Su manejo operativo, nada tuvo que ver con el resultado final de su sueño: ser un reconocido burgués en el barrio de Hostafrancs de Barcelona.

El ayer escolar

Mi experiencia sucedió distinta; como tiene que ser. Fui un inútil. Un malogrado individuo para razonar su significado etimológico y entenderlas. Y baldío para deducir dos operaciones fundamentales: la resta y la división. A una edad donde todo te pertenece porque nada es tuyo en verdad… ¿quién entiende el que te “quiten” algo, para quedarte con menos, o que se “reparta” en fracciones el dividendo con tu prójimo?

Si bien lo que más aprecié en verdad fue la Geometría por su lectura visual y entretenida de las formas, el concepto de polígono es lo que más me fascinó. Simplemente, porque desde la infinidad de sus lados, uno podía llegar a la figura del círculo; es decir, regresar al “todo es mío” y yo en el centro (…que nadie piense en la imagen de Narciso). Cuando esta ciencia se entretiene a analizar la tangente de los ángulos, y por tamaño califica  su dimensión en agudos, llanos y obtusos, perdí el interés por el género.

Quiero reconocer, sin embargo, que la estética del 0 como símbolo próximo al vacío   o los números negativos -1 -2 -3…  captaron mi curiosidad por su descenso melódico y por la rayita minúscula que los depreciaba. Así como los signos de las letras x e y. La raíz cuadrada. El número pi. El conjunto y el subconjunto. La insignia de igualdad (=) así como su hermoso contrario con su diagonal en medio. Un diminuto número encima de otro fungiendo el rol de exponente para multiplicarse. La cruz cristiana para sumar o la misma rodando 22,5 grados para convertirse en aspa y dar un sentido de reproducirse misteriosamente. Los fractales, la teoría del cálculo, y las aplicaciones estadísticas, ni quiero hablar por que lo único que sé de ellas es deletrearlas para escribir esta oración.

¿Hay un final?

No…en nada hay un final. Las matemáticas lo demuestran con el símbolo infinito.

En el fondo, yo quería hablar de la división por dos cuando el dividendo es el número dos. Esta operación tan evidente en la realidad desde que nací que te obliga a tomar partido; es decir a partirte. Y que reconozco que es la única fracción que entendí ½ por poner un ejemplo.

Tener que aceptar la división en géneros para distinguir a tu padre de tu madre y, en el fondo, apostar por quién amas más. Sentirte fraccionado para lo que escoges: entre tu pasado cristiano la figura de Jesucristo, o la del vacío, inherente a la realidad del agnóstico actual que soy. Ver la dicotomía que provoca el amor en singular o en plural en mi vida. La stevia o el azúcar negro ante un café. El regresar a la España de siempre o decidir un nuevo estado para tu patria de origen, Catalunya.  Abandonar la lucha interna por querer que tu país de residencia, EE.UU, se respeten los derechos humanos o esperar a ver qué hace el monorubio …dice mi amiga, la poeta nicaragüense, Ruby Arana.

No sé…Perdón sí sé. No sea que el “yo dividido” que diría R.D Laing, el antipsiquiatra que analizó la esquizofrenia, te atrape si no optas por un sendero.

Infinito para acabar

Principia mathematica, 1913. “Las matemáticas poseen no solo la verdad, sino cierta belleza suprema. Una belleza fría y austera, como la de una escultura.” Si hubiera conocido esta cita de Bertrand Russell con respeto a esta materia, doy por seguro que no hubiera repetido tercer grado en mi escuela elemental.

Si hubiese conocido la relación posible entre la matemática, el arte, la estética o la filosofía platónica …de pequeño doy por seguro que la división no hubiera sido un problema. Y además, hoy sería un hombre de negocios con éxito…solo para responder al algoritmo inherente a la especie humana que consiste en ir en contra del progenitor a medida que crece tu uso de razón.

Ecuación aprendida

yo : mí = yo

donde se deduce que

“mi” = 1 (1)

(……………………………………….) (2)

 

  1. Eduard Reboll
  2. Siempre supe que el vacío ( …que no vaciarse y sentirse como él) forma parte del ser.


© All rights reserved Eduard Reboll

Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

email: eduard.reboll@gmail.com

Contamos historias y números para narrar el saldo efectivo de nuestra existencia. El artículo es un quebrado sin denominador común. Interesante y lapidario. La singularidad del texto está en la audacia de esquivar la elección certera. La suma al revés de mi texto revelará que el cero es un vacío justo y necesario.
Pero ¿qué es la matemática sino la poesía del creador?. ¿No es acaso el concepto del número "pi" el más sublime de los poemas? Si pudiéramos escribirlo nos tomaría toda nuestra vida. Y terminaríamos nuestros días en el empeño, sin haber terminado y sin haberlo comprendido. Y siendo éste simplemente un número irracional. Simplemente y totalmente eso. Solo se puede comprender el alcance del intelecto a través del conocimiento de la matemática. Sin este conocimiento solo somos esto, simples personas. Sin entender el alcance de la matemática nunca podremos entender lo que significa la palabra Dios. Y, desde luego, nunca podremos entendernos a nosotros mismos. Gracias por permitirme compartir esta humilde divagación. Un abrazo de buen amigo. Y como un humilde intruso en el mundo de las matemáticas.
Jajaja, Eduard, me temo que no existe el infinito, sólo es un ocho tumbado' ;)
Muy interesante y aritmeticamente correcto

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