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Febrero 2019

LA SABIA. Carlos Gámez Pérez

Yo llego a La Isla por sorpresa. Provengo de otra eliminatoria donde tengo posibilidades de ganar. Pero temo que mi pasado en el país anteriormente conocido como Francia me perjudique y decido intercambiarme con un concursante de la edición en español. À chacun son destin.

Yo soy europea. Viví casi toda mi infancia y toda la adolescencia aquí. Aquí cursé mis estudios universitarios. Y estaba nacionalizada europea cuando la recién refundada Unión decretó las expulsiones de extranjeros. Lo cierto es que ya trabajaba entonces en un equipo de investigadores, en el marco de un proyecto sufragado con fondos europeos. Ese fue uno de los motivos por los que respetaron mi nacionalidad y la de mi madre pese a nuestro origen. Pero en un arrebato, mi padre rompió el último papel que certificaba mi identidad como europea. El resto, el pasaporte y los otros documentos, los quemaron cuando nos raptaron. Así que las autoridades de la recién refundada Unión Europea no se creen que sea quien afirmo ser. Dicen que puedo estar fingiendo pese a ser la única superviviente de un secuestro. Afirman que en la zona han proliferado las escuelas dramáticas donde los emigrantes van a practicar con la intención de hacerse pasar por otros, y no me conceden el asilo. Es entonces cuando decido presentarme a este concurso para recuperar mi vida en el país anteriormente conocido como Francia.

Tras el traslado que pido, me encuentro con mi hermana: Amina. Para mi sorpresa, lo hago en esa isla imaginaria que mencionó como el único lugar donde podríamos coexistir. Se queda estupefacta cuando me ve. Pero en seguida comprendo que su perspectiva idílica era falsa. Lo que según ella iba a convertirse en una existencia bucólica se transforma en competencia entre ambas. Ese es el dato que corrobora mis dudas sobre las afirmaciones que oí de su boca en las montañas de la ciudad anteriormente conocida como Tizi Ouzou, de triste recuerdo para mí. No solo por lo que sucedió hará cerca de un año. También por mi infancia. Por las despiadadas palizas que mi padre propinaba a mi progenitora. Por las extrañas caricias que realizaba a mi hermana y a mí. Y por los continuos traslados de toda la familia por los distintos pueblos en los que mi padre traficaba. Con tabaco según creo recordar, con cosas más peligrosas según mi madre. Pero un día mi madre se cansa y yo me voy con ella. Au revoir papa. Mi hermana no. Ella dice que no se va cuando intentamos sacarla de su cama. Afirma que ama a papá cuando mamá le dice que venga con nosotras. Yo pienso que está loca. Y me imagino la paliza que va a recibir de mi padre cuando se entere de nuestra fuga.

El trayecto a partir de ahí es lento. Primero arribamos a la casa de mi tía, la hermana de mi madre, en la ciudad anteriormente conocida como Argel. Ella se escandaliza de las marcas que han quedado en la cara de mi madre tras la última paliza de mi padre. Afirma que tiene que romper con él. Y nos invita a quedarnos a vivir con ella. Mi madre asiente. En Argel me escolarizan por un año. Lo cierto es que nunca había pisado una escuela hasta entonces. El profesor me ayuda mucho. Dice que soy una alumna brillante y habla con mi madre. Pasados dos años, la convence para que nos traslademos al país anteriormente conocido como Francia. Mi profesor afirma que allí tendré más oportunidades de llegar a la universidad. Así que nos trasladamos a la zona anteriormente conocida como la Banlieue, ahora Conurbación Periférica de la Región Parisina. Allí nos enteramos de que mi padre ha dejado el contrabando y ha entrado a formar parte de grupos terroristas islámicos. Su fotografía aparece en todos los periódicos del país anteriormente conocido como Francia. Así que nos olvidamos de él, de sus palizas y sus abusos, y nos instalamos en la periferia de la ciudad anteriormente conocida como París. Hay muchos emigrantes, por lo que las relaciones con los autóctonos no son buenas. Nos acusan de robarles la riqueza pese a que mi madre se levanta cada día muy temprano para ir a trabajar. Ella se siente perdida allí, pero yo no. Ingreso en el Liceo público. Es un edificio muy grande al que asisten estudiantes de distintos municipios de una zona bastante amplia. Los estudios me van muy bien. Pero como soy emigrante, siempre tengo que demostrar más que los otros en la escuela. En especial, ante dos de mis compañeras, dos gemelas que me tratan con desprecio, hijas del dirigente de un famoso partido anti-inmigración. Son dos años mayores que yo. Han repetido varios cursos. Dicen que se debe a los numerosos viajes que hacen con su padre. Pero yo pienso que son malas estudiantes. Un día una de ellas, la que va a mi clase, comenta que su padre afirma que los inmigrantes deberíamos vivir en campos de concentración para no afear el paisaje de la ciudad. Mon Dieu! Lo que no dice es que, gracias a los votos de los blancos de clase baja de mi barrio, ellas viven en una zona exclusiva a la que no pueden acceder muchos de sus votantes. Pero en vez de hablar callo y me echo a llorar. Ese día he sacado la nota más alta de la clase en ciencias naturales. La sorpresa es mayúscula cuando muchos años después me encuentro a su gemela en La Isla para presenciar una gala de este concurso. Es la nueva ministra de Integración de la recién refundada Unión Europea, y a mí se me escapa la risa cuando me entero.

Lo cierto es que los enfrentamientos de mi infancia con las dos hermanas me hacen sacar lo mejor de mí misma. Soy la alumna número uno de mi escuela. A los doce años estoy tan integrada que dejo en casa todos los símbolos del islam. Cambio de nombre. Decido llamarme Ánima en vez de Naïma. Creo que expresa mejor mi personalidad. Aparco el árabe y hablo siempre en francés. Abrazo la ideología republicana que me inculcan en las aulas. Me sé La Mairseillaise de memoria. Voy al colegio vestida como una francesa más y los profesores están muy contentos. Entiendo que cuando el sistema te da algo, sueles acabar queriéndolo. Pero me descubren una extraña característica genética. Soy portadora de una desviación hereditaria que al parecer hará que mi descendencia futura esté siempre conformada por embriones gemelos o mellizos. Mi madre dice que mi padre me la contagió. No está claro si se debió a estar en contacto con alguno de los drogodependientes que trataban con él en mi infancia, o si ha sido mi propio padre quien me la ha transmitido porque también es portador. Lo cierto es que la noticia resulta devastadora para mi madre. Yo no entiendo muy bien por qué. No me parece tan grave. Así que me sobrepongo y decido estudiar biología. Genética, para ser más exactos, para tratar de investigar las razones y los posibles tratamientos de esa característica. Gracias al programa de becas del país anteriormente conocido como Francia, consigo realizar mi sueño. En seguida entro en un laboratorio de investigación. Allí oigo por primera vez en qué consiste el proyecto: «El gran viaje de la humanidad», relacionado con una teoría por entonces muy en boga, denominada Out of Africa. Dada mi condición de emigrante, quedo fascinada por la hipótesis, que en ese momento trata de consolidarse frente a otras. Sin embargo, yo sigo interesada en investigar la genética de las progenitoras de gemelos. Lo que me acaba de convencer es el relato de un compañero brasileño del laboratorio.

Fragmento de Malas noticias desde la isla de Carlos Gámez Pérez publicado por katakana editores.

Disponible en Amazon.

© All rights reserved Carlos Gámez Pérez

Carlos Gámez Pérez nació en 1969, en Barcelona, España. Estudió Ciencias Físicas, Historia de la Ciencia y Creación Literaria. Colabora con revistas como Sub-Urbano, La bolsa de pipas y Nagari. Es autor de un diario sobre sus vivencias en las cárceles de Nicaragua titulado Managua seis (2002). Ganó el IX Premio Cafè Món con la novela Artefactos (2012) y ha sido seleccionado para las antologías Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (2013) y Llegamos en avión (en prensa), así como para el primer número de la revista Presencia Humana (2013), dedicada a nueva literatura española extraña. En la actualidad trabaja en la University of Miami. En su bitácora personal, El blog de Carlos Gámez, estudia las relaciones entre ciencia y literatura.

twitter: @cgamezzz

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