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Noviembre 2017

LA PATRIA DESMEMBRADA. Graciela Perosio

Fotografía de Lole García

En mamadera el miedo

se toma de a sorbitos.

La escondida era nuestro juego.”                                                                           

Milagros King                                                                                                                                       

 

Ya terminando mi nota sobre la poesía de Aldo Oliva, le escribí a mi amiga, la poeta Mónica Sifrim, ofreciéndole para el mes de noviembre, una visita de La aldaba a la editorial Cienvolando cuya dirección comparte con Adriana Chiattone y Eduardo Gómez. Y me contestó en seguida “no, no hablemos de la Editorial sino de Tal vez, mañana, la novela que, justamente, presentamos ese mes.” La autora es Dafne Casoy.  Se trata de un texto autobiográfico, donde cuenta su historia como hija de padres desaparecidos durante la Dictadura Militar Argentina.

Éste ha sido hasta ahora probablemente, el texto de la columna más difícil de gestar. Porque la escritura de los “hijos” nos interpela de un modo particular, a veces desgarrador. “Todas las generaciones serán juzgadas por sus propios hijos, hagan lo que hagan” dice el Padre Aguirre, personaje de la novela Todos éramos hijos de María Rosa Lojo. Como hermana de Beatriz Perosio, Presidente de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, detenida, desaparecida, no puedo evitar sentir el peso del examen, frente a las generaciones que nos siguen, de un modo especialmente cercano e íntimo al escribir estas páginas. Por otro lado, la novela pionera sobre el tema, A veinte años, Luz, fue escrita por Elsa Osorio, con quien compartimos una amistad desde la infancia. Pero ahora no se trata de “un tema sobre” sino de los “hijos mismos” como escritores y aquí voy a recurrir a una cita de Elsa Drucaroff que ya utilicé cuando me tocó presentar la novela Siete noches mudas de Mariana Sonego, hija a su vez de padres militantes, y que dice así: “Creo que hay épocas en las que ser joven es emborracharse con la inmensidad del horizonte, y otras, como ésta en la Argentina, en la que los nuevos, sobre todo, perciben el encierro en una torre que no pidieron ni construyeron, una torre de la que no son responsables pero que los tiene atrapados como un piso pantanoso, doliente y traicionero. Un piso de cadáveres. Si quienes hicieron irrumpir en los años 60 y 70 en la Argentina, sus relectura del peronismo, sus propuestas para una nueva izquierda, su voluntad de transformar un país, se embriagaron con la fascinación de la torre como atalaya y fueron masacrados en gran parte, las generaciones que los continuaron sufrieron la dura resaca después de la embriaguez.”(1) La investigación de Drucaroff se edita en el 2011, por lo tanto aquellos “nuevos” ya hoy no lo son y la mayoría tiene más de un libro en su haber. Los críticos han seguido trabajando con el corpus y estableciendo etapas y categorías. Por ejemplo, los textos de aquellos “hijos” que durante un tiempo más o menos corto compartieron la militancia de sus padres (Laura Alcoba: La casa de los conejos. O la misma Sonego) muestran una insistencia en lo que no se puede decir, en la necesidad del secreto, en la peligrosidad de la palabra, mientras quienes perdieron a sus padres siendo bebés, se enfrentan a fantasmas evanescentes y expresan un miedo general indiferenciado que desata la búsqueda y la necesidad de reconstruir cómo fue. Cómo fue no sólo la militancia, sino el día a día. Su aspecto, sus gustos, sus hábitos, los lugares donde vivieron…La multitud de detalles mínimos que vuelven a la vida aprehensible y rescatan a los padres de la niebla fantasmal. Para eso, quien pregunta debe entrar a la materia concreta, con sus colores, tamaño, forma, olor. Se busca recuperar el timbre de voz, los modos de vestirse, peinarse, comidas favoritas… Es el caso de la escritura de Casoy: una investigación de sucesos, anècdotas y detalles a través de entrevistas con sobrevivientes, fotos, filmaciones caseras, recuperación de objetos cotidianos y también interrogantes que quedan abiertos: “¿Papá era demostrativo?” “¿A qué edad mamá tuvo sexo por primera vez?” Una investigación que aparece distanciada como quien examina con lupa, con telescopio o microscopio, pero siempre con lentes y espejos que enfrían la emoción y permiten la nitidez de la mirada. Se busca lo escueto, despojado, la extrema sobriedad que, sujetando la escritura, brinde más espacio para la emoción en quien lee.

Emilio Tavernini (2) señala sobre los textos de esta generación que “podemos visibilizar por un lado, las diferencias y tensiones que se producen entre las memorias individuales y las memorias institucionalizadas, entre H.I.J.O.S.(3) e Hijos.” Y destaca la calidad fragmentaria que “funda una poética de lo inacabado, una apuesta estética y política que se expresa en los aspectos formales de la obra que lucha por no constituir una memoria enmarcada pero que al mismo tiempo escapa de la página en blanco del olvido.”

Al decir de Adriana Badagnani (4) sobre la escritura de los “hijos”: “lo que estos autores exhiben es que nos encontramos ante una estética de las ruinas en la que el relato es imposible y por eso solo nos proponen sus huellas desordenadas. La propia imposibilidad de contar aparece entonces como el eje que mueve un relato disperso que, paradójicamente, se presenta como lo inacabado y lo profusamente elaborado. El resultado son relatos intimistas de profundas implicancias sociales.”   La novela de Dafne Casoy trabaja sobre el pasado pero lo hace desde el presente y enuncia desde el título la proyección al futuro, queda esbozada la inquietud de lo que no acaba ni acabará, en la respuesta a su propia hija cuando pregunta por su abuela: “—¿Adónde está? —Ya te dije que en ningún lado”.                        

Otro recurso para rescatar a los padres de la condición espectral es quitar toda solemnidad. Algunos recurren al humor como Mariana Eva Pérez (5), o a los cambios bruscos, a sacar la escritura de los géneros tradicionales. En Félix Bruzzone (6), el humor puede alcanzar un grotesco delirante. Casoy, en cambio, opta por adelgazar la escritura, quita peso, rodea de silencio. La única crítica u objeción a los padres está en boca de la segunda mujer del abuelo, Vicky: — A un hijo se lo cuida. E inmediatamente, silencio. No se dirá más al respecto.

Tamara Kamenszain en su último libro de ensayos, habla de “intimidad inofensiva”(7), me consta que aún a ella no la conforma el adjetivo, porque si bien lo inofensivo es lo que no daña, lo que no es violento, puede tener también el matiz de lo que no daña porque no puede, porque “ni pincha ni corta” solemos decir, y esto es contradictorio con otros señalamientos de la misma Kamenszain. Pero ¿a qué alude? A distintas características que no voy a repetir aquí, pero en cuanto a los textos de los “hijos” –que no son los únicos considerados por Kamenszain- puede relacionarse, pienso, con la necesidad de destacar que lo íntimo en estas escrituras está narrado por personas que, aunque ya sean padres e incluso abuelos en algún caso, siempre serán “hijos”, “los hijis” al decir de Mariana Eva Pèrez. Como si hubiera un grado de adultez imposible de alcanzar que tampoco se nombra con la palabra “infantil” o “inmaduro”. No, es una sensibilidad delicada, una cierta fragilidad de la subjetividad que se constituye en lugar inseguro. Crecen sobre el tembladeral o parados apenas sobre zona pantanosa como ya había señalado Drucaroff. “El diálogo” de esta generación con sus padres, resulta particularmente conflictivo en el caso de los padres desaparecidos. La mayoría de ellos fue secuestrada cuando contaban menos años que el hijo que se propone escribir. ¿Cómo pelear, cómo medirse, entonces, con alguien que recién empezaba a tener ideas propias? ¿Cómo juzgar lo que han hecho o dejado de hacer cuando la reflexión de la edad les fue negada? ¿Hubieran intentado un balance de madurez? Imposible saberlo.

Quiero cerrar este pantallazo sobre la narrativa de esta generación deteniéndome en un detalle importante en la estructura de la novela de Dafne Casoy. Está dividida en tres partes tres etapas en su crecimiento, pero a su vez, la organiza por medio de párrafos. Titula: “Ombligo” “Silueta”, “Talones”,Manos”, “Ojos”, “Uñas”, dando cuenta de un cuerpo desmembrado al que se va reconstruyendo. Cuerpo de los padres, cuerpo de la patria, cuerpo de la infancia, suelo elemental donde hacer pie para crecer, pero que siempre se arma hasta un cierto punto frustrante, un todavía, al que sólo puede responderse desde el anhelo: Tal vez, mañana. Ojalá. Ojalá, queridos “hijos”, si me permiten llamarlos así con todo respeto y afecto. Ojalá podamos reconstruirnos hasta hacer verdad aquel sueño de mayor justicia por el que tantos murieron tan jóvenes.

 

 

© All rights reserved Graciela Perosio

Graciela Perosio. Bs. As (1950) Escritora. Prof. Universitaria en Letras. Recibió la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre. Publicó ocho libros de poesía: del luminoso error (1982 de autor), Brechas Muro (1986, Tierra Firme), La varita del mago (1990, Tierra Firme), La vida espera (1994, Del Dock), La entrada secreta (1999, Grupo Editor Latinoamericano), Regreso a la fuente (2005, Del Copista), Sin andarivel (2009, Del Copista), Balandro (2014, Paradiso), la antología Escampa, el corazón (Editorial Ruinas Circulares 2016) y El privilegio de los años, (Editorial Leviatán 2016)

Su obra ha motivado puestas escénicas multimediáticas, esculturas, pinturas y otras obras literarias. Muchos de sus poemas se han difundido por la red en sitios nacionales y extranjeros mereciendo juicios elogiosos de críticos y colegas. Un poema de su autoría fue seleccionado para realizar un afiche con ilustración de Alexiev Gandman que se presentó en las veredas de la Ciudad de Buenos Aires.

 

  1. Drucaroff, Elsa: Los prisioneros de la torre, Buenos Aires, Emecé, 2011
  2. Tavernini, Emilio: “(No) manifiesto por un arte mutante. Una lectura de Restos de restos de Nicolás Prividera.” Ponencia leída en el Congreso Internacional de Cuestiones Críticas. Rosario, 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre de 2015.
  3. I.J.O.S.: acrónimo de Hijose Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) es una organización de derechos humanos de la Argentina, con filiales en distintos puntos de ese país.
  4. Badagnani, Adriana: La voz de los hijos en la Literatura Argentina reciente: Laura Alcoba, Ernesto Semán, Patricio Pron. Ponencia leída en el V Seminario Internacional de Políticas de la Memoria. Buenos Aires, 4,5 y 6 de octubre de 2012.
  5. Pérez, Mariana Eva: Diario de una princesa montonera-110% verdad- Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012.
  6. Bruzzone, Félix: Los topos, Buenos Aires, Random House, 2014.
  7. Kamenszain, Tamara: Una intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2016.
Gracias por tan hermosa nota y por haber captado tan bien el espíritu de mi libro. Dafne

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