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Puede 2017

LA HABANA 2017…UNAS NOTAS EN BLANCO Y NEGRO. Eduard Reboll

He andado con mis zapatos crema, los jeans y, bajo los bolsillos: mi fe en todo y en nada . A menudo, recorriendo la ciudad con mi camisa nívea de algodón y un pañuelo al cuello. Cogido de la mano, junto a mi compañera Ángels. El único transporte han sido dos taxis. Uno para ir y regresar al aeropuerto y el barquito que nos ha llevado a la villa de Regla. El resto, a pie y por decisión propia; a través del asfalto partido, el lodo, o los charcos incipientes en las calles del Vedado, Habana Vieja o Centro Habana.

La gloria de los “héroes difuntos” está en la carretera del aeropuerto a la ciudad. He cogido mi cámara para revivir aquellas imágenes. Iconos que alguna vez adornaron la pared de mi habitación de joven. Desvencijados carteles hoy, desde el día que los “barbudos” entraron triunfantes en la capital. Algunos aún mantienen el mismo lema: “Viva Fidel”. Y a otros, la pintura les quiebra el título y el significado: “Seamos realistas pidamos lo imposible”.

Lo imposible hoy… es una cruda realidad.

Centro Habana

Llegamos a la Casa Púrpura. En San Nicolás. Muy cerquita de los almacenes La Época y la calle Galiano. Una antigua casa de techos altos y distribuidos en dos plantas. Nos instalamos a las órdenes de Mrs.Daisy. Al despertar, comemos fruta de guayaba, dos bollitos de pan, un huevo y café.

Salimos a la calle. La mañana inicia su caída. La tarde…su principio

Detenido entre miles de derribos, un niño con una bicicleta de una rueda y con el manillar abollado, da varios giros a nuestro alrededor. En aquel momento, me mira. Y desde la sonrisa, nos ponemos un chicle cada uno en la boca.

Una mujer mira la cerveza Crystal que no tiene en sus manos. Su vecina sí. Bajo una exigua luz, Yanisleidis muestra unas nike recién llegadas en la maleta de su prima Dunis. Ella le cuenta las pequeñas andanzas de su nuevo hábitat en Hialeah.  Conversan. Mientras se miran las uñas y hablan de lo amores de sus niñez, la brisa que circula les mueve suavemente una cabellera ocupada por los rulos. Aparentemente no pasa nada.

Cerca de la calle Virtudes, otros salen en bata de dormir al circo de la calle. Con un cigarro entre el índice y el pulgar, una señora cuelga tres bragas y los calcetines negros de su esposo en un rellano. Un abuelo gira su mecedora para coger los deditos de su nieta que acaba de salir a la terraza. Un grupo de muchachos oyen a Maluma desde un aparato inmenso apostados en un portal. Doña Lolita sirve vasitos de frutas cortadas dulces y rojas desde la ventana. Un bici-taxi se detiene en la bodeguita de enfrente para reposar las piernas su conductor. Varias escenas acaban de cerrarse cuando me adentro en un solar lleno de vidas sin vida. (Léase este último vocablo como sinónimo de: “injusto”, “desde el infortunio” o “impropio de un país comunista”. La noche llega…a pesar de estos prefijos en “in”.)

Por el oeste, el sol se ha despedido en el malecón. Sobre el cadáver de una de las pocas fachadas que aún quedan por rehacer, alguien cruza sus brazos en la barandilla de su balcón. Mira hacia la calle y medita a modo de pregunta. Se cuestiona a dónde va su vida mientras observa de reojo el horizonte. Un grupo de adolescentes estrujan sus dedos en la pantalla buscando el wifi al lado de un parque. El mar sigue salpicando a las rocas y algunos transeúntes huyen del agua. Bajo la sintonía de Luis Fonsi, la canción Despacito en la atmósfera: “Sí. Ya llevo rato mirándote…tengo ganas de bailar contigo. Des-pa-ci-to…”. Varios enamorados vigilan la luna. Hablan a centímetros de la boca. Fuman. Otros, llevan petacas de ron. Los más veteranos, interiorizan miles de sueños a través del Atlántico.

 

Las jineteras han ido a rezar a María Magdalena en la Iglesia. Durante la Semana Santa se han ausentado. Ni el mar, ni los añejos turistas españoles cuando hay público, son ahora sus clientes. Dicen que la Coordinadora del Departamento de Trata de Personas de la ONU, está en la Isla; hay que cuidar la imagen. El diario Gramma que compré por diez pesitos en la calle, me lo confirma.

El barrio de Regla

Bajamos de la lanchita al muelle. Llegamos tarde. La Virgen negra solo la vemos adjunta en una capilla. Algunos babalaos y santeras se agrupan en su nombre vestidos de impoluto blanco. Es martes y andamos por la vías que dividen al pueblo. Un tren eléctrico de grandes magnitudes ha circulado a escasos dos palmos de la puerta de decenas de casas hasta hace, escasamente, cuatro años. Sale una vecina para ver qué “inventamos” allá a fuera con nuestras preguntas. Vuelve a entrar.

En medio del sosiego que da el regreso a casa, el bullicio de unos niños en la calle está junto a nosotros. Imitan a Messi. Una pelota bien apedazada con retales rueda entres su pies. En el portal una foto del Che Guevara con el lema “Hasta la victoria siempre”. ¡Gol! Ha entrado en portería ahora. Hoy perdió el Barcelona contra la Juventus. Los chiquillos se ven felices.

Dos niñas en un rellano escriben con tiza en una pared. Dividen en perfectas sílabas palabras como, es-cu-do, ma-ri-po-sa, a-zul, h-i-el ( …ésta no; pero da igual). Las niñas cantan e imaginan. La verdad es que no sé qué tienen en su cabeza, pero mueven los brazos como si estuvieran en la sala palaciega de un castillo. Alrededor, no hay ningún príncipe con pantalón corto.

Aunque sea un oxímoron, un “revolucionario” jubilado nos increpa con cortesía:“¡Qué miran! La fachada del ayuntamiento está bonita  ¿no?” Cuando intuye que le voy hacer una pregunta  me dice : “Ya sé. Esto es una basura. Es una ciudad destruida. Ud. no tiene derecho a decirlo. Yo sí. Yo he nacido aquí. Y le voy a contestar algo. Si el Comandante viviera, esto no lo permitiría”. Don Antonio padece un ligero parkinson y me ha reconocido que hace dos semanas que no toma su medicación. Las pastillas no han llegado todavía a su clínica. Nos despedimos con un “Buena suerte compañero”. Regresamos a la Habana en bote. Damos 1 CUC (Peso Convertible Cubano) que equivale a 25 pesos de la moneda oficial.

EL Vedado

El día, hoy,  tiene el mismo color que la felicidad. Por eso decidimos ir a donde corresponde. Aunque solo sea para equilibrar este difícil modo de vivir donde todo debe ser positivo. Allí vamos…

El cementerio Colón da fe a su apellido. Un gran descubrimiento repleto de citas históricas, senderos y cruces. Durante la mañana de este miércoles, está prácticamente sitiado por un desfile militar: acaba de morir un combatiente de Sierra Maestra. Cerca de la entrada, se halla la tumba de Alejo Carpentier. Casi en el centro, La Milagrosa. La efigie de una mujer que es encontrada con un hijo en brazos al levantar su lápida. Una imagen fúnebre que se convierte en un mito. Y reaparece hermosa bajo la piedra de mármol. Dedicatorias y deseos con alguna flor adjunta, riegan de concordia este venerado lugar. Antes de irnos: un café, un pipí y una propina a la mujer que nos provee papel para el baño. Nuestra cita al lugar santo, finaliza.

Tomamos el camino de la calle Línea. El Teatro Trianon; cerrado por falta de aire. Allí nos entrevistamos con Carlos Díaz, el creador del grupo teatral el Público, y grabamos unas palabras para José Manuel Domínguez, el director de Antihéroes Project en Miami. Siguiendo la ruta, nos tropezamos con El teatro Mella y la sala Raquel Revuelta. En el teatro Bertolt Brecht vemos La Cita; una excelente comedia basada en la situación de la mujer a lo largo de la historia de Cuba. La dirige Osvaldo Doimeadiós. Y está escrita por su brillante hija Andrea; actriz y dramaturga en la obra.

En el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica), una dedicada y amable directora de un departamento que olvidé su nombre, nos recibe. Omite la respuesta cuando le pregunto el porqué El rey de la Habana de Agustí Villaronga, basada en textos del escritor Pedro Juan Gutiérrez, se prohibió filmarla en la ciudad. Es una mujer hermosamente libre en su interior y llena de brío. Durante la conversación hablamos de los pósters que se muestran en la entrada, de Gutiérrez Alea, de Jorge Perugorría, Orlando Rodríguez y del film que no se pudo exhibir en el festival de la Habana en Nueva York de este año, Santa y Andrés de Carlos Lechuga. Al final, como si estuviéramos en una película de Buñuel, cerró nuestra entrevista con esta frase:“Quiero ser princesa y ver las cintas que quiera en el cielo. Mi difunto marido me dijo un día: una cosa es penetrar y otra ser penetrada”. A buen entendedor, pocas palabras…

Frente al teatro Mella, al otro lado de la acera, se vende un apartamento en un solar. Entramos. Algunos vecinos nos miran con indiscreción. Pedimos audiencia. Una mujer enferma de obesidad y abundantes cicatrices nos abre la puerta. Vive sola. Consigo encima, solo una bata, un par de sandalias circulares y una gripe mayúscula: “Miren que lindo. Tengo una barbacoa arriba donde duermo. Suban”. La estancia de María Mercedes luce como una celda llena de ropa obsoleta, mugre y fotografías de lo que fue.“Aquí, esta pequeña cocina donde solo hay que arreglar este liqueo que no cesa, y cambiar el fogón. Si quieren, pueden poner un par de armarios más o ‘comoquiera’ dejarlo así. En fin, todo por $12,000”.

El Vedado tiene infinitos recovecos como éste que esconden una miseria abierta o disimulada. En uno de los mejores barrios diseñado antaño por la burguesía postcolonial, para distinguirla de cierta y escogida “burguesía” afín al gobierno. Aquí viven, entre mansiones reformadas bajo la nueva pintura y lo pudiente: los privilegiados que tienen el CUC en su cartera, el personal de embajadas y organismos oficiales, o los que toman el avión para cruzar el Atlántico con derecho a retorno y sin aprietos.

Entramos en la Dirección provincial de las Casas de Cultura. Un grupo súper amable de funcionarios nos hablan de sus viajes a España. De los pueblecitos de Granada o Sevilla. De la rana escondida en la Universidad de Salamanca. O de la Sagrada Familia de Barcelona. ¿Hablamos de cultura cubana en la actualidad?. No. “Hay lo que hay. Es decir hay nada o poco. Y hacemos lo que podemos con buena voluntad. Esto no es España”. Dice su directora. Mi compañera Ángels explica su experiencia con el tema de la mujer y el desempleo en su ciudad natal. Nos hacemos una foto. La disposición y la honestidad de estas personas salen a todo color, en respuesta al título de este artículo.

Llegamos por fin a Coppelia. Lo habitual y clásico; una cola de treinta minutos. Tuvimos una monotemática conversación con unos dirigentes que asisten a un pequeño congreso sobre proyectos sociales. Trump y solo Trump, en una mesa compartida llena de variados helados, es el escenario para ello. Uno es de Caracas, el otro de Medellín, y con una actitud más firme y decidida, el otro es de Tegucigalpa; la ciudad de las maras. Es cierto. No hay ice cream como éstos. Degustamos unos de corteza de naranja y piña. Sencillamente únicos.

A la salida intentamos hacer un recorrido por los lugares de residencia pública. El hotel Habana Libre está repleto de turistas. El Capri con el sabor del gatpack de los años 50. En su terraza azul, donde se ve Miramar desde el aire, no hay ni un alma en sus mesas en este momento; son las 8 pm. Una langosta a la Thermidor $38 y una ensalada de verduras $12; el sueldo de tres meses de un trabajador medio si lo sumamos todo junto. “Muchas gracias. Vendremos otra día. Por cierto…la vista es hermosa desde aquí. De noche no parece la Habana.”. Una mirada llena de discreción y complacencia del maître permite que un camarero llame al elevador. Descendemos a recepción silentes. A nuestro lado una ascensorista que lleva más de nueve horas yendo de un piso al otro “Lo crea o no, señor, no puedo más”. Frente a la entrada del hotel distintos vagabundos hurgan en los containers de la basura. Alguno esboza un bolero mientras recoge las migajas en una alforja de papel. Otro espera su turno mientras apura una colilla. Un coche de la seguridad nacional, hace su recorrido en un azul discreto, mientras cruza la esquina a toda velocidad.

Comemos en un pequeño paladar del gobierno a sugerencia de una amigo. Su nombre, La Roca. Un restaurante involuntariamente kitsch. Lleno de rojos inútiles en su decoración. Calor en la sala, e importantes demoras en el servicio. Para detener la nocturnidad, un cafetito en el elegante e histórico Hotel Nacional, y un paseo a pie de tres kilómetros hasta la Casa Púrpura.

A las 12 de la madrugada, la ciudad sugiere esconder su vestuario. Pero no es así. La Habana bulle abierta bajo la timba, la guajira, el reguetón, el guaguancó o una jam session en una sala. El habanero duerme, cuando su cuerpo lo decide.

Cada noche nos despedimos con el canal educativo del televisor en la habitación. El himno, que habla sobre los logros de la patria, nos sirve de nana y biberón. Entonces, acurruco a mi mujer entre mis brazos y cerramos muchas preguntas sin respuesta, hasta la mañana siguiente.

La Habana Vieja

Tomamos la calle Neptuno en dirección al Capitolio. Hay bastantes tiendas suspendidas (…en el tiempo me refiero) y algunas completamente difuntas. Repletas de productos obsoletos o de necesidad,  y esparcidos sin ningún cuidado. Aparadores llenos de polvo con long plays del Sonero Mayor, Ray Coniff, Pedrito Rico, las estrellas de las Salsa.

De repente, aterrizamos en La Casa del Tango. Al fondo Carlos Gardel de perfil y su imagen quemada por los recuerdos en sepia. La ceniza de varios cigarrillos está en un plato. Sus profesores son un grupo joven. La mayoría teñidos de rubio y llenos de vitalidad. Disfrutan el tiempo que les legó el uruguayo y el lunfardo de Buenos Aires. Juegan al póker y beben agua. “Las fotos que usted quiera puede hacer…pero no aquella pareja del fondo que baila ahora mismo la milonga”. Entendido.

Mientras caminamos observo con incredulidad los souvenirs de un mercadillo. Al lado, el Hotel Inglaterra. Y muy cerca y en ruinas, el cine Campoamor. La casa de Andalucía nos la muestran desde el vacío que implica su incipiente y lenta restauración. El centro cultural Cubano-Árabe es índigo. Pero lo más hermoso acaba de suceder ahora…

La salida de la escuela de los niños en el Paseo del Prado. El blanco de sus camisas y sus mochilas a la espalda. El grupo masculino sentado en un terraplén contemplando la seducción de las adolescentes bajo la mirada directa y la burla. El griterío. La felicidad por haber finalizado las clases.

La calle Obispo es un Disenyworld original pensado para soñar “lo que fue” esta metrópoli. Un pasillo hacia el mar para no deponer en el tintero sus restauradas tiendas, y la vida que hubo antaño. Arranca con una perfecta y bien restaurada fachada decó de La Moderna Poesía. Sin apenas más libros que no sean del Che, Fidel Castro, guías turísticas, o la revista gubernamental Bohemia. Y finaliza, por poner un ejemplo, en la morada donde Hemingway descansa al concluir su día: El hotel Ambos Mundos.

Arriba, una terraza espectacular e idónea para el reposo. Desde aquí, contemplamos el Cristo de la Habana. Una sublime bandera del país ondea entre El Morro y la escultura de su autora Jilma Madera. Al unísono, un trío matancero pone música de Carlos Puebla al lugar: “Se acabó la diversión vino el comandante y mandó a parar…”. La gente sigue con sus daiquiris y mojitos. Sigue riendo. Por momentos, se escucha un “aaaaay”. En la Tv, juega el Real Madrid.

La parte dedicada al arte contemporáneo en el Museo de Bellas Artes es un ejemplo de conservación e incompetencia funcionarial al mismo tiempo. Estuve una hora y media – real: minuto a minuto- esperando a un representante para una entrevista con un típico “..Ahora baja, no se preocupe ahora baja y le atenderá.” del jefe de recepción. Allí descubro, las espectaculares piezas lúgubres de Antonia Eiriz y el pop de Raúl Martínez escondiendo la erótica de sus falos entre el color extenuante de símbolos como el de los héroes de la revolución, José Martí, o la hoz y el martillo. Hago un repaso a la obra de Mendive y revivo a José Bedia, Esson, Pérez Llorca. O me extraño al ver los comienzos de Tomas Martínez antes de iniciar en la tela sus paisajes verdes bajo la mudez.

Saliendo del atiborrado Floridita, decido hacer lo contrario. Voy por las calles colindantes, en busca de la otra Habana Vieja restaurada de amarillo y azul y cerca del mar. Me dirijo a las paralelas: Obra-pía, Amargura, Empedrado, ORelly, San Juan de Dios. Tomamos un descanso en el parque Cervantes. Pongo mi cabeza en el regazo de mi mujer. Y contemplo los árboles perennes, la paz, la conversación entre mendigos, los perros libres, papeles al vuelo, el vaho… Al momento, una voz vestida de sencillez abre los párpados de una pequeña siesta que me tomé. Es un mulato cercano a la cincuentena. Afable. Instruido. Preocupándose por si me pasaba algo al verme en posición horizontal. “¿De dónde son?” pregunta. “De Barcelona”. Sus ojos se encienden “Mira por dónde…¿Usted no sabe quién soy yo?”. “Con todo respeto señor, lo desconozco”. Yo soy Rogelio Marcelo campeón olímpico del peso pluma en 1992. Le gané a Eric Griffin en su ciudad aquel mismo año. El domingo viajo como entrenador a Barcelona. Nos veremos allí, ¿no?.” dice con una ilusión en los ojos. “Faltaría más, le respondo. Pero ahora vivo en Miami” Después de una corta conversación sobre su vida, los triunfos suyos y del país que habita… insiste en que vayamos al paladar donde Obama comió cuando quiso romper el protocolo, la última y única vez por ahora, que visitó la Isla: “La Familia” ubicado en la calle San Juan de Dios. Mientras caminamos con campechanía y distensión hacia nuestro destino, se para ante una tienda del gobierno y me dice: “Hágame un favor; porqué no entramos aquí y me compra un paquete de leche en polvo para mis hijos. No es muy caro”. Así lo hice. Su representación, bien mereció pagar aquella entrada al teatro de la vida.

Absortos por lo ocurrido, continuamos a pie durante la noche por la calle Compostela. Antes de llegar con la esquina de Chacón -no olvidaré nunca el cruce: había muerto dos días antes la que había sido la primera ministra de defensa española Carme Chacón-,  un hombre de mediana edad sentado en el portal de su casa y con un turbante en la cabeza, me induce a que le diga si tengo algunos pesos en el bolsillo. “Le puedo predecir el futuro. San Lázaro le acompañará siempre”. A los pocos segundos, una anciana mujer surge de detrás de su sombra tras la sala del comedor. El orín le cae por sus piernas. Un suelo de baldosas diseñadas con flores lo recoge. Al fondo, una lamparita de 20 vatios, una vaso de cristal con agua y varios relatos sin contar en aquella oscuridad. “Muchas Gracias” me dijo al cerrar la puerta.

En el bar Pablo Neruda, ubicado en el mismo malecón y junto al hotel Dauville, despedimos con un daiquiri y un cointreau con hielo a la ciudad. Mañana cogemos el avión.

Viernes 14 de abril; aeropuerto José Martí

Nos despertamos. Hacemos las maletas. Volvemos a comer guayabita, melón de agua, dos bollos  de pan, un huevo y, esta vez, yo pedí que me calentaran una manzanilla con anís. Un taxi arruinado en su interior de color verde nos lleva por $25 al aeropuerto. La conversación con el taxista nos devuelve a la realidad. Colgado en el espejo de delante una banderita de España para que nos sintamos como en casa. Durante el trayecto conversamos. “La situación es muy dura como puede ver. Pero no estamos así porque queramos. Es el sistema que no funciona. Repito el sistema”. Aquellas palabras se me quedaron grabadas. La culpa no es de ningún ciudadano que vive en la Isla. Ni de los que gobiernan ni de los que reciben sus consecuencias bajo el yugo. Ni incluso, de los que han huido al exilio y “han traicionado la revolución” y regresan con dólares para dividir al cubano en dos: el que tiene la moneda CUC y el que solo tiene acceso al peso devaluado.

La culpa – insistió- es del “sistema”.

Epílogo

El final está en sus manos: para bien o para mal.

Pero voy a poner un ejemplo. Antes de llegar al aeropuerto y después del discurso que me pegó el supuesto taxista me dijo: “Sería mejor que me pagara antes de llegar al aeropuerto José Martí. No quiero que me vean los de la seguridad recibiendo su dinero. Me podrían poner una multa por no pagar los impuestos”.

Está claro que la culpa es de “el sistema”.

Posdata.

¡Hasta la victoria siempre! Sin duda… Siempre que ésta se llame democracia y reconciliación. Los cubanos de ambos lados os lo merecéis, le pese a quién le pese. Esta Habana, a pesar de la moral alta y la fuerza de su gente para “resolver”, no puede seguir bajo el color del título en esta crónica.

Texto y Fotos de Eduard Reboll

© All rights reserved Eduard Reboll
Eduard Reboll Barcelona,(Catalunya)

email: eduard.reboll@gmail.com

Las palabras de Eduard son más de sus fotos en blanco y negro de La Habana. Había leído esta crónica en 2017, ahora vuelvo a ella y me muestra todavía más tonos grises. Gracias.
Hay que ver lo que hacen los años que no vienen solos: pasar de los ideales libertarios y anarquistas que algún día abrazaste en tu Barcelona natal a la "socialdemocracia" en Miami. El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos... Dice una canción, tal vez debe ser eso.
Por alguna nostalgia - recurrente a mi nacer , supongo -, me viene Mi Pueblo de Regla a la mente y que sorpresa Eduardo al encontrar su artículo . Me da gusto su visita, creo que el Pueblo no la supo pero Usted ha sabido pasar por El. Mis compañeros de estudio debieron conocerlo , Usted debió conocerlos a ellos . Sabe?, soy Reglana ( y lo se por qué cuando aún me preguntan - de Donde eres ? , todavía digo: Soy de Regla jamás mencionó soy de La Habana) . Aún reconozco y recuerdo un pintoresco , alegre , y con esos síntomas provincianos que nunca descubriremos a no ser que conozcamos las grandes ciudades pero jamás olvidado . Pobre Pueblo , siento su destrucción en sus palabras . Gracias . Ania LaO
Nunca había leído nada tuyo antes pero me has paseado por mi Habana desde mi sofá en mi hogar en Tampa ,hace tres años desde la muerte de mi padre no la visito y la extraño como a el,tu me has hecho reír,llorar,interesarme y leer tu artículo hasta el final,gracias Eduard Porque a través de ti volví a verla desde tus ojos y sin frías fotos con alguna k otra canción ,gracias otra vez x hacerme recordar que allí siendo mi tierra no podía seguir viviendo y darme la disculpa de dejarla y vivir en este bello lugar aún con la añoranza de mi Habana que pese a todo sigue allí como una de nosotras una cubana con mucha fuerza,ojalá pueda seguir leyendo cosas tuyas
Amigo Eduard: Tu reseña me ha encantado. El Eduard que ha decidido visitar "el paraíso", tiene ya bastante tiempo conviviendo con los que por principio o por libre albedrío han decidido adoptar dos nacionalidades y llaman hogar al país grande. No has sido el cegato entusiasta que no es cubano y que todavía vive los primeros años de la Revolución como si fueran actuales. Por otro lado,no te has contaminado con algunas ideas que sí son justificadas por las cosas horrendas que se vivieron, pero que por ser tan obsoletas como las mismas letras nuevatrovanas creadas desde el poder, hoy por hoy suenan tan vacías como tardías. Se auguran muchas cosas buenas producto del buen uso de la tecnología y las buenas mentes. Mas también se avecinan cosas terribles. Todo parece indicar que otro tipo de mentalidad que prevalece en lo que bautizo con el nombre de IMPERIO DE LA MEDIOCRIDAD le causará mucho daño a la humanidad. Esta vez no será un experimento fallido, como han sido los escenarios de muchos gobiernos que francamente han buscado una manera "populista" de perpetuarse en el poder. Será algo catastrófico, en muchos sentidos y seguramente esa posibilidad te martirizará más que la tristeza que te nació en tu viaje a la isla. El tono de tu reseña denota que es casi imposible ignorar la naturaleza surrealista del diario vivir en la tierra de Martí o la perenne ambigüedad que ya es cosa cotidiana y que es preciso vivirla para creerla. Tu discurso es genuino, quizás un poco triste, porque como aquel Santo Tomás de los doce del Nazareno, tuviste que meter el dedo en la llaga para comprobar lo que ya los pocos que van quedando todavía afirman y confirman; pero triste al fin y al cabo... esta tristeza puede que denote aprendizaje, y no necesariamente transformación. Esa válida sensación será suficiente alimento para tu inteligencia y ya te ha provocado la creación de un texto que a su vez ha producido reacciones varias, algunas muy brillantes. La vida continúa, amigo Eduard. Pasemos a otra página y recibe un abrazo de hermano...
genial, amigo, genial...como toda esa gama de visiones e imagenes que poseen tus descripciones...aleluya chiho
Gracias Eduard por llevarme a recorrer la habana junto a ustedes, nos debemos una platica y compartir vivencias. excelente guia turistico has sido, me ha gustado mucho y he podido volver a oler esa guayaba que no olvido. felicidades
Pasear por las calles que sueño a través de otros pasos,no dejan de sacudirse y propiciar el llanto. Gracias E.B.
Amigo mio, tiene razón, le falto color. Tengo 29 años y desde que tengo uso de razón solo veo a Cuba pintada por dos pintores. Uno, con más colores de la cuenta, estridente diría, y otros como usted, solo logran colocar en sus paletas los blancos y negros, tornado gris un país. Por favor, cuando daremos la justa proporción, cuando.
La crónica de Eduard Reboll narrada desde el dolor transcribe la percepción del fracaso de un ideal. La revolución cubana fuera de Cuba fue un mito. En la España franquista axfisiada por la dictadura algunos jóvenes contrarios al dictador se aferraron a la posibilidad real de cambiar un régimen, si lo han hecho en Cuba , lo podemos hacer en España. Uno de los jóvenes que creyó en el poder de la "revolución cubana" fue Eduard Reboll. Transitar por las calles de la Habana , ver la miseria , la falta de libertad significó la. muerte del ideal de juventud. Una pérdida dura porque cuando compruebas que te han usurpado una parte de tu pasado se tambalea tu historia personal. Sé que a Eduard le duele la ciudad porque formaba parte de su ideario de revolucionario, de su juventud, en definitiva de las vivencias únicas y extremas de un momento vital en su existencia. Las fotos , magníficas, son el testimonio en blanco y negro de una mirada. La suya. El objetivo no fue más que el recurso al servicio de la frustración ante la realidad. Desde el punto de vista literario es un artículo bien escrito. Una crónica de imágenes fragmentadas como los baches de la Habana Vieja. La mujer adriática
En una palabra: Agudo. Y preciso. Mis felicitaciones.
Excelente! Solo puedo confirmar lo que he dicho antes: "La historia de Cuba, se escribe con SANGRE" cariños
Molt interessant i ben escrit l'article. Es nota el pessic de decepció que ja oloraves fins i tot abans d'anar-hi. Petons
Gracias por vuestros comentarios ....son de suma importancia para mí. Sé que muchos habéis vivido esta ciudad desde el amor por la piedra antes de ser destruida como urbe, hasta el amor por una idea, o hasta el amor que posteriormente lleva al desamor y a la huida. Quiero separar bien definidamente la diferencia entre el "ser habanero" el "ser revolucionario" el "ser ciudadano"....y el "ser humano" que habita en condiciones no aptas - no me refiero a la pobreza sino a la miseria- no concebibles en un régimen que presume de combatir las desigualdad. Y lo digo sin ninguna vergüenza desde una posición de izquierda (... para ser precisos desde la socialdemocracia). No fui de turismo. Uno no puede ir de turismo viendo las condiciones en que vive la gente en la Habana en general.
Sobre la recurrente frase de que toda la culpa es "del sistema" me gustaría contar una anécdota. Una noche, en los años 80, en un teatro habanero, escuché a un joven leer poema en el que decía algo así como que cuando unas manzanas están guardadas en un "sistema de refrigeración" y una, o varias manzanas comienzan a podrirse, no es culpa de las manzanas, sino del "sistema". Esa noche el teatro fue tomado por la policía y terminaron la velada poético-musical porque ellos interpretaron, y muy bien interpretado, que al mencionar el sistema se estaba mencionando el gobierno y el gobierno no era otro que Fidel Castro. A otro joven, que había estado tomando fotos durante todo el espectáculo, le amenazaron con que si tomaba fotos durante el operativo policial le quitarían la cámara (acción más propia de la mafia que de un cuerpo de policía). Cuento todo esto porque la frase "la culpa es del sistema" puede tener diversas interpretaciones, porque los sistemas son elaborados y manejados por seres humanos y esos seres humanos, si enmarcan sus gobiernos en modelos dictatoriales dan lugar a un sistema como el que aplica el gobierno al que se refiere el señor con el que hablaste. En cuanto a la frase "Si el comandante viviera, esto no lo permitiría" es una falacia (basada en la idea de que todos somos inmorales e incompetentes, excepto el líder, en este caso el comandante) y ha sido repetida en la historia infinidad de veces y en la literatura tenemos un gran ejemplo en Hamlet, que decía ser el único capaz de enderezar todos los entuertos que había en Dinamarca, pero, como era un loco que creía sólo en sí mismo, llevó a todos los que lo rodeaban a la muerte y nunca enderezó su reino. Este comentario es sólo para opinar sobre esa frase de mi anciano coterráneo; pero repito que la crónica es excelente.
Excelente crónica, Eduard. En cada línea se puede sentir la atmósfera que se respira en La Habana, lo bueno y lo malo... lo hermoso y lo terrible. En particular tu visita a Regla (no sé si sabes que soy reglano) me pareció un pequeño homenaje a ese "pueblito" (que se empeña en ser pueblito,aunque está a diez minutos de la ciudad). El diálogo con un viejo señor es casi un poema a través del cual se puede leer muchos de los "por qués" y los "cómos" la situación de Cuba es de ese color y no de otro; y deja abierta la pregunta de los "hasta cuándos". Los dos grandes peligros del cronista son ser demasiado "apasionado" o demasiado "objetivo", y para salvarse de esos dos peligros hay que saber andar por el filo de la realidad como se camina por el filo de un cuchillo; y tú lo has conseguido con esta crónica. Un abrazo.
Muy buen artículo, Edoard. Contado con calma, respeto y cariño y, sobre todo, detalle. No tratando de tomar ninguna posición pro o contra, solo dejando que las anécdotas hablen por sí mismas. Es interesante que de todos los lugares que mencionas en La Habana, no había uno que se hubiera construido después de la Revolución. El artículo lo deja a uno un poco desanimado porque tal parece que no hay nada que hacer... porque, al fin y al cabo: "es el sistema"
Gracias por el paseo y las palabras y las imágenes. Un abrazo Eduard Ángela
Que decirte amigo que ya no te hubiera dicho en nuestras largas pláticas sobre la dedtruida Cuba y su fracasada dictadura sociolista-castrista. Me alegra que al fin lo hayas comprobado por ti mismo.......pero de algo si estoy seguro, que ni tu ni yo veremos cambio para "mejor" en aquella isla que si no fue un "paraiso" antes de la debacle barbuda, era lo más parecido si lo comparamos con lo que es hoy en día. El futuro de Cuba está y estará en manos de las mafias hijas de estos ferreos combatientes de la Sierra Maestra. La NACION cubana ya no existe, por fin los Castro, la hundieron en el mar...
Gracias Kika...eres un ser sensible, profundo y real al mismo tiempo. Viniendo estas palabras de ti me reconfortan. Sabiendo tu ética y tu saber sé que has sabido apreciar en donde me he detenido...sí...sufrí y mucho. Incluso escribiendo sufrí. Le duela a quién le duela yo creí en este sueño...si después de 60 años esto es lo que ví...me quedo sin palabras. Abrazos
Me he bebido hasta la ultima letra. Lo vi todo con tus ojos. Excelente reportaje, sin estridencias, sin insultos, con la verdad sencilla que vieron tus ojos recorriendo las mismas, y diferentes, calles de mi juventud. Una ciudad perdida en el recuerdo del que no volvio y espera y espera... Magnificas fotos tambien. GRACIAS.

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