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Febrero 2021

HISTORIOGRAFÍA METAFORIZADA: EL OJO ESTÉTICO LEZAMANIANO FRENTE A LAS PROPUESTAS AMERICANISTAS. Héctor Manuel Gutiérrez

José Lezama Lima

 

Sólo LO DIFÍCIL es estimulante.

José María Andrés Fernando Lezama Lima

 

 

 

            Los conceptos que traigo a colación en esta breve reseña, fueron parte del contenido académico que abordó Lezama Lima (19 de diciembre, 1910, 9 de agosto, 1976), en cinco conferencias que dictó en el Centro de Altos Estudios del Instituto Nacional en La Habana del 1957. Las transcripciones de sus ponencias, recopiladas y estructuradas en una antología que tituló La expresión americana, vio la luz ese mismo año. Junto a otros objetivos, en este libro el autor quiso hacer su aporte a la búsqueda y definición de lo que, en un sentido totalizador, conocemos como América. Es un tema de suma relevancia abordado por figuras de la talla de Sarmiento, Bilbao, Lastarria, Martí, Rodó, Mariátegui, Martínez Estrada, Rojas, los hermanos Henríquez Ureña, y Vasconcelos, para mencionar a unos cuantos.

El a veces mal llamado historiador a menudo se manifiesta en un plano más bien objetivo, que nos llega inundado de datos y fechas que conforman el informe cultural o cuasi cultural de los hechos y conceptos que han de perpetuarse con fines francamente sociales. Estos objetivos poco tienen que ver con los niveles cognoscitivos del artista o con la capacidad metafórica del creador. Al definir los hechos históricos, un analista como Lezama, le añadiría al proceso una dimensión admitidamente cuestionada o debatida por los seudo-científicos de la Historia. Éstos, preocupados por la “inmediatez” del mundo físico, son incapaces de ver esa dimensión que, si bien es subjetiva, complementa sin embargo el cuadro histórico en cuestión. Un buen número de los analistas que tradicionalmente tratan estos temas y, cabría aquí la comparación, en cierto sentido, de acuerdo con la hipótesis lezamiana, son ineptos en el fenómeno. Es decir, no notan lo que él denomina las “presencias naturales” y los “datos de cultura”, elementos que se impulsan metaforizados como verdaderas entidades culturales.

            En contraste, la motivación de Lezama al acercarse a los mismos temas ya tratados por estos y otros ensayistas que plantean los fundamentalismos americanistas, es única en su naturaleza. En el mejor sentido de la palabra, su concepción totalizadora trasciende esa “inmediatez”, respondiendo con una visión metafórica del mundo, su realidad y sus hechos. De ahí que, cuando lo estudiamos a fondo, podamos conocer la cosmogonía de un sistema creativo al que se ha incorporado el germen de la estética. Para él, esta visión es mucho más auténtica, veraz o fidedigna que la llamada Historia oficial. El ejemplo más fehaciente lo tenemos en su novela-poema Paradiso (1967), cuyo contenido, alcance y vuelo metafórico han impactado profundamente a los más exigentes del gremio de la crítica literaria.

Evitando negar lo discutible de la suposición, cabe decir que en la primera categoría narratológica a que aludo más arriba, entrarían un García Márquez, Asturias u Onetti, por ejemplo. Desde luego, esto siempre considerando que por lo general, las “jerarquías” en cierta forma son el producto de un proceso de ficcionalización: ellas representan lo que la historia pudo ser o es, a través de la ficción creadora, como diría Reinaldo Arenas, autor que, como sabemos, también metaforizó la “realidad” en sus novelas.

Estas contradicciones o conflictos del intelecto son tema usual al abordar el papel de lo metafórico en los abundantes enfoques históricos y teóricos archivados en las arcas del pensamiento humanista en general. Ya es ampliamente aceptado y documentado el valor negativo que tanto filósofos como estudiantes de la filosofía le han dado a las concepciones metafóricas. La actitud generalizada en esos terrenos, es asignarle a esta entidad lingüística más bien un carácter decorativo. La tendencia elimina lo que especialistas como los norteamericanos George Lakoff y Mark Johnson, en su libro Metáforas de la vida cotidiana (2017), llaman “el valor cognitivo” de la metáfora.

La versión de la cultura que nos ofrece Lezama, cuestiona con claridad y audacia el juicio anti-metafórico de los filósofos. La suya es, ante todo, una visión ecuménica y abarcadora. Creo firmemente que Lakoff y Johnson la apoyarían sin titubeos. No veo porqué no, pues de acuerdo con los planteamientos lezamanianos, cada cultura está encajada en un peculiar número de esquemas que se ubican dentro de un orden determinado de cosas, como percibimos en su texto:

He ahí, pues, la dificultad del sentido y de la visión histórica.

Sentido o el encuentro de una causalidad regalada por las valoraciones

historicistas. Visión histórica, que es ese contrapunto o tejido

entregado por la imago, por la imagen participando en la historia.

                                                      (La expresión americana, página 9)

 

Es como si existiera un plan inconsciente y espontáneo en el orden universal, donde cada esquema tiene su función específica, paralela, engranada, incluso centralizada. De modo que, cuando el autor habla del Renacimiento, el Barroco o el Romanticismo, lo hace con construcciones metafóricas y redes distintivas o definidoras, “enlazadas” por una visión determinada que llamamos “era”. Por esta razón existe una visión del mundo que es barroca o modernista,  neoclásica o post-modernista, enclavada en un plano temporal no necesariamente fijo, que forma parte de una visión aun más general, más universal, si se quiere. Digamos que es una perspectiva en busca de cierta armonía.

Esa “armonía”, como sucede en la disciplina de la música, se logra con una especie de “contrapunto” o “tejido” de aquellos espacios ocupados por la imagen, entendiéndose por imagen una noción que se ofrece al antojo de la inventiva, para precisamente enlazar las intuiciones que el creador ha podido transformar en el juego o interpelación de la misma con otras imágenes. Sigue a esto una manipulación de esa imagen, camino a una transformación. La acción transformadora del artista hace posible la realización de la obra, bajo la dirección de los cánones estéticos del momento. Si existió, por ejemplo, una mentalidad barroca en Europa, ha de tenerse en cuenta la repercusión de esa mentalidad en España, y a su vez ha de estudiarse la reverberación  de ese modo de ver español en los espacios creados en la América hispana. Así palpamos la presencia del “contrapunto”, la relación o relevancia del hallazgo o invención de esos fenómenos que se brindan como “imago”, entidad con potencial metafórico que el analista puede percibir y consecuentemente metamorfosear.

Mas el proceso no termina ahí. Después habrá que hilar las transformaciones o re-encarnaciones de esa “imago” cuando haga su aparición otra coyuntura metafórica, otra “era”. Ésta a su vez tendrá ciertos elementos definidores que, paulatina y a veces simultáneamente, entrarán en juego con las otras transformaciones. De ahí la visión del espacio gnóstico, de la naturaleza como ente “forjador” de cultura, como un espacio o espacios que, de acuerdo con la fórmula de Lezama, necesitan ser habitados y que buscan, con el artista, la ejecución o posibilidad de la epifanía.

            Como espero haber mostrado con claridad, la conceptualización de los términos lezamanianos,  nace de una  inquietud creadora  que a la vez se entronca en un principio ontológico. Cabe a estas alturas decir que la tesis de este autor es válida y sus enunciados son siempre perspicaces. Admitidamente, puede que nos resulte escabroso penetrar el muro de dificultad que proyecta su discurso. Mas recordemos que para un escritor con los genes de este creador, nada sería más placentero que ver multiplicarse el cuantioso volumen de acercamientos “a su imán”, para citar uno de sus “trueques” lingüísticos preñados de profundas connotaciones. Esto sin olvidarnos de que en muchos de los casos, los críticos apenas rayan la superficie de su orbe estético.

           Y si aún después de observar estos razonamientos hay dudas sobre el engranaje de su universo, como consuelo al lector, pensemos que no es por puro accidente que en sus trabajos encontremos ese hermetismo a que tanto aluden los inquisidores. De hecho, algunos de ellos alegan, con disimulada frustración, que existe un código misterioso  guardado con recelo por este innovador. Otros, más cínicos, sugieren que el autor lo ofrecía como carnada y no lo entregaba hasta que nosotros, lectores, nos convirtiéramos en miembros de su “secta”.  Y, ¿quién sabe? quizás el secreto se encuentra tendido en el fondo de algún cofre oculto, en las profundidades gnósticas de su legado. Puede que sí. Puede que no. Pero tengamos en cuenta que la invitación a lo difícil es parte del juego lezamaniano. Es un componente idiosincrásico que hace aún más atractivo su sistema creativo.

Lezama Lima, sereno y  consciente en la inmensidad del momento, se tragó la llave de aquel cofre que imaginamos como un preciado tesoro repleto de definiciones o explicaciones. El motín talvez se quedó entre nosotros… o en Trocadero 162, Centro Habana. El problema es, hablando en buen cubano, que esa clave, tan valiosa como el cofre mismo, se fue con este excéntrico creador, poseedor de una cultura exquisita, rumbo a la insondable región  de lo eterno.

             El “Burlador de La Habana”, sigue fiel a este sandunguero y a la vez respetuoso título metaliterario. Quizás ahora nos observa con aquella sonrisa de niño travieso que, ante tantos fallidos o lejanamente certeros intentos de descifrar su fórmula mágica, se regodea en su trono de lúdica erudición.

¡Ah, la imago, la imago! ¡Qué deliciosa epifanía: observar desde alguna invisible distancia, cómo la simple invención de un concepto estético que seduce y perturba, a la vez nutre la memoria de este ícono de la creatividad cubana y —agreguemos— con incisiva persistencia, además!

Referencias:

Lezama Lima, José. La expresión americana.

México, DF: Fondo de Cultura Económica, 1993

                            — El reino de la imagen.

Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1989

 

Oviedo, José Miguel. Breve historia del ensayo hispanoamericano.

Madrid: Alianza Editorial

 

Imágenes: Foto del autor

                   Portada La expresión americana

                  Prado y Neptuno, La Habana de los años cincuenta

 

 

 

© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez

Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido con poemas, ensayos, cuentos y prosa poética para Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review, Nagari, Poetas y Escritores Miami, Signum Nous, Suburbano, Ekatombe, Eka Magazine y Nomenclatura, de la Universidad de Kentucky. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena difusora Radio Pública Nacional [NPR]. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]. Es miembro de Academia.edu, National Collegiate Hispanic Honor Society [Sigma Delta Pi], Modern Language Association [MLA], y Florida Foreign Language Association [FFLA]. Creador de un sub-género literario que llama cuarentenas, es autor de los libros CUARENTENAS, Authorhouse, marzo de 2011, CUARENTENAS: SEGUNDA EDICIÓN, agosto de 2015, y CUANDO EL VIENTO ES AMIGO, iUniverse, abril del 2019. Les da los toques finales a dos próximos libros, AUTORÍA: ENSAYOS AL REVERSO, antología de ensayos con temas diversos, y LA UTOPÍA INTERIOR, estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato.

 

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