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Noviembre 2018

HASTA QUE EL TIEMPO PARE DE LLORAR. Aproximación a la poesía de Dariel Fonseca. Odalys Interián

Hasta que el tiempo pare de llorar, un libro de poesía que recoge poemas de la infancia y la adolescencia de este joven autor. Algunos poemas comenzaron a escribirse tan solo con la edad de diez años, en el principio todo empezó como un juego,  juntando palabras  al azar, dictando metáforas que se iban armando en su cabeza con tanta  rapidez que apenas podía escribirlas. Estaba convencida de que ese instinto precoz de ordenar las palabras y formar imágenes, de que ese primer contacto con la poesía, daría frutos y el resultado es este libro.

Sorprendiéndome entonces, esa voz madura que comienza en sus primeros versos a tocar el tema de la muerte, esa insistencia por descubrir el sentido oculto de las palabras,  como si un vacío lo habitara, un tiempo fragmentado donde  él es el perseguido, asediado y acusado por las imágenes que lo atormentan, mientras da fe de una sensibilidad abierta al dolor y al sufrimiento. La angustia  comenzará  a traducirse de inmediato como vemos  en  este  poema  que escribe con doce años de edad:

El silencio

entre paredes frías

siente las nubes de barro.

En la esquina de la vieja casa

abandonada.

Nadie.

Solo espíritus de color azul

solo yo veo al niño sin rostro

cortado por la burbuja de tristeza.

El desplome de la cuchara sobre el plato.

 

 Las telarañas que esperan

  desde el milenio.

  El huérfano

  vigilado por las voces

  me persigue.

  Alguien

  el perro florido

  de imaginación violenta.

 

Huidobro sostenía, que los verdaderos poemas son incendios, y es que alguna llama tiene que arder, alguna combustión alquímica tiene que suceder para crear algo distin-to, además de  provocar en nosotros un algo indescifrable que quede sonando. Y aquí están estas imágenes  que re-velan la vena infinitamente triste de este niño poeta. Porque hay seres que nacen abrazados a la melancolía, y no son dejados por ella.  Los que van sin esperanza, —en el decir de Antonio Gamoneda— los que ven entrar la sombra en la nieve, y  hervir la niebla en la ciudad profunda y nos conducen aun con manos heridas.

“Todo empezó como un estudio, escribiendo silencios, noches, anotaba lo inexpresable, fijaba vértigos” —Diría Rimbaud en La Alquimia del verbo. En Dariel también como en Rimbaud, la rebeldía, los infiernos, el yo que es otro, el otro que es, el que aproxima una daga a su garganta, como en Rimbaud, el intento por encontrar lo nuevo, como si el mundo como es no bastara.  Hay que cambiar la vida, emprender un viaje a lo desconocido, comenzar la ascensión,  escalar esa pura e incesante novedad que parece encandilar al que escribe.  Los no perdonados infiernos nos guiarán —nos dice Dariel—,  Estúpido pensar /que trato de explicar algo. /Siempre están de más las palabras escritas. /Son tatuajes de ese infierno de ideas insalvables.

Similitudes que fijan vértigos, mientras se persigue la sombra y la podredumbre con ojos de niño, todo ese intento de hacerse vidente por medio de  un  largo desarreglo de todos los sentidos. Solo la poesía puede dar esa ilusión de que se ha vivido mucho, y solo un poeta verdadero puede  hacernos sentir, palpar escuchar sus invenciones.

Poesía es la piedra angular para la edificación del ser que se busca a sí mismo. Por eso toda revelación poética implica una búsqueda interior. La poesía viene desde adentro, para expresar los alrededores de la circunstancias. Aquí la idea Lezamiana de la circunstancia acompañando esa representación permanente del ser que busca revelarse. El hombre añadiéndose a la poesía, y con él, todo lo demás.

Poesía para alcanzar la verdad, versos que llevan el latido y la sangre caliente recién estrenada, voz que cercena la carne madura de la poesía, que queda vibrando en lo que calla, en lo que no dice. Poesía confesional, límpida, transparentada, recogiendo las semillas del ser y aventándolas, presenta un tono de angustia y desconcierto de quien va en ese vislumbre único de las formas. Imágenes que traen, además, el poder eficaz y enérgico de la palabra poética, y muestran el poderío del verso contra las fuerzas míseras que envilecen la existencia. La poesía como entidad salvadora, como credo, en ese debate diario contra la muerte. Cuando ya no quieres vivir, escribir seguirá siendo la mejor manera de sobreponernos, el arte es terapéutico, y nos da cierto poder, la escritura servirá para sobrelleva las cargas, la angustia existencial y las ansiedades de la vida. El poeta escogerá entonces, ocultarse en la imaginación o en el “sitio” de los sueños.

Explicar tras ese tiempo aspirado /las palabras de las palabras /esa caja sin fondo que es la realidad.  En el alucinante despertar de las palabras, mientras se violenta esa serenidad de la edad  para nombrar la belleza y para sepultar la luz en el mismo paisaje de la muerte.

Un decir que va desde lo finito a lo insondable, y desde el  silencio al ser. Un intento de quien busca aprenderse. De quien encuentra otra forma de mirar e interpretar la realidad. En esa búsqueda de nuevas aperturas para narrar su experiencia poética,  hace de las cosas corrientes un símbolo, un algo más. Hacedor de un camino que nos lleva a las entrañas de su yo único. Con un lenguaje de precisión para declarar la sabiduría del verso que va sorprendiendo al que escribe, la sencilla esplendidez de quien contempla la luz y es golpeado por ese derroche de visiones demoledoras. Dariel  bebe de la entraña íntima de la poesía, ese bautismo sonoro del verso, versos que abren un cúmulo de eternas muertes.

Amo la luz como amo la muerte… La luz la descubrí con un grito de hombre muerto.  Todo oscila y confluye entre luz y muerte, la muerte como oscuridad, la muerte que es lo contrario de la luz. Ambas son imperecederas para él, que se siente atraído hacia esas dos fuerzas atronadoras que dominan el vacío y todas las realidades. Luz y muerte,  muerte como contraposición, como sombra; ausencia, en el sentido de no revelar más que silencios e imposibilidades, esos espacios que obstruyen o entorpecen la visión.  Y la luz, la claridad, lo benigno y  conciliador, donde van despertando y manifestándose todas  las  cosas.   Y ama la soledad, la soledad que nos deshace piedra a  piedraLa fiel soledad de ilusiones perfumadas…  Sentado en el silencio sin pedir ayuda /para ver como abren /las voces de mi interior.  Alguien canta en el lugar donde se forma el silencio, —Decía Pizarnik— y es en esa soledad purificadora donde nacen las palabras. La palabra poblando todos los limbos de la existencia.  La que mueve y ordena el sentimiento o las alucinaciones. El poeta sabe que hay movimiento en los silencios,  y puede  desentrañarlos como nadie, sacarle música, ritmo y color; pero la poesía no tolera siempre  los  silencios  aunque  nazca  allí,   ella  lleva  la esencia de los ritmos, ama el ruido magnánimo, la música alada   en  su  perfecta  armonía.  Ella  la  gran  reveladora,  la gran rebelde, seguirá en su fuerza múltiple, en su exceso de deslumbramiento y avance.

La voz de este libro, junto a los silencios que lo acompañan, en diálogo con la vida misma, la vida descarnada que no escogemos y que nos va moldeando a su antojo. Voz de este tiempo que en ocasiones parece dejar a un lado la poesía para seguir el diálogo coloquial de la improvisación, y desde la espontaneidad,  seguir el  ritmo convulso y sardónico del Rap o del Hip-hop,   para dejar una agresiva y desconcertada protesta ante la conciencia de desolación sin límites, sin horizontes, ni esperanza. La desolación física y anímica; la angustia del espíritu y la incomunicación. Presente  la vigilia del aislamiento, frente a sus anhelos de comprender y de incorporarse.

Poesía para nombrar lo indecible, lo inexpresable. Páginas que revelan su aguda sensibilidad para narrar la época turbulenta que le ha tocado vivir, colmada de dolorosas transiciones y llena de violencia. Su poesía da prueba de una autenticidad porque es  testimonio vivo, el poeta  nos  deja su mirada inquisitiva,  sus percepciones y su manera de interpretar la vida.  Entre sombras y silencios, entre arrepentimientos y culpas van haciéndose estos versos. Simulación, enmascaramiento, frustraciones, escepticismo, rechazo,  el  poeta  angustiado  ante el vacío   y  la  ausencia. Debilidades y contradicciones, acompañan un lenguaje que parece estar condenado a la precariedad, que se reinventa  para recoger toda la luz y las oscuridades que nos habitan. Desaparece este cuerpo. /Borrones/ Leerme causa pánico… Es una mezcla infernal el aire y el silencio/toda esa oscuridad donde me escondo.

Él, el que se oculta en las palabras, en ese deslumbre único de las formas para quedar expuesto, son las imágenes que recogen el anticlímax angustioso, la batalla del poeta que intenta revelar su centro.  Se escribe la amargura, la aterradora amargura que domina el espíritu, y  que va devastándolo. Imágenes del deterioro, el poeta alcanzado por la plaga eterna,  sobrecogido  por  el  insondable  éxtasis  de  tiempo sucesivo; él, el que sufre ese contagio irremediable, comprende que está herido, y deja al denudo lo más descarnado de su yo. Él también ha ascendido a los infiernos, tocado por la depravación y por el vicio, por el desarreglo profundo de la náusea arrasadora, para aspirar a la aceptación que empobrece el ser, para entregarnos otra forma de conocimiento, o para decir con aguzada ironía:  No acertar el demonio/conociendo el mal. Poesía como juego, el lenguaje como ese calidoscopio abierto despertando la memoria, la videncia, el gesto para penetrar la mente del suicida y encontrar al otro.

Hablo con ese que se parece a mí/es él quien escribe/escribe lo que solo él sabe. El otro, es el que escribe y reflexiona, el que se hace vidente, prosigue la idea anticipada de Nerval cuando declara: “el hombre es doble” y como anotaría magistralmente en sus versos después, “suele en el ser más mísero reinar un dios oculto… que medra un espíritu puro…  En Dariel cobra vida la expresión vigorosa de una realidad interna: Yo doy vida al oxígeno, nos dice como si todas esas aprehensiones del mundo objetivo y físico se enriquecieran en él. Detenido en el tiempo por no saber avanzar la luz se acerca. Conformismo… Escribo en el aire donde gasto tiempo edificando/ Pero todo llega en su estación. Desesperanza… Se oye el final. /Nos han dado una hora que no llega a  tiempo. Y soy otro disfraz/otro futuro…   Poesías para dictar el fin. /Una rutina que poblé de energía. Es tiempo de volver sobre los muertos… Su verso  un  pulso   que  mide   el    latido   y   las   fiebres,  que  revela lo  próximo,  la   fascinación momentánea sentida ante la  claridad del hallazgo. Para Saramago reconocer que somos más que esto que se presenta como realidad, sigue siendo el mayor deslumbramiento. El poeta alucinado por lo que observa. La claridad es siempre una invitación al éxtasis, a estar despiertos enajenados, en ese trazo de ternura de la primera luz, y vamos extasiados en la contemplación; pero si  las  sombras  traen oscuridades, la luz traerá siempre los recuerdos. Porque estarán las nostalgias, ellas son el hombre, la consciencia de que hemos vivido, las que darán fe de nuestra existencia.

¿Y qué es un niño ante el tiempo? ¿Qué es el ser ante tanta infinitud y desborde? Porque lo ignoramos todo, ignoramos las lluvias que pueden florecernos, y nos resguardamos en falsos mitos y pudores, estallidos, ecos que se cruzan en esta edad sin nombre de la sombra. Porque nos mata la gloria, y no perdona la forma parecida, el desencuentro que es el silencio. Dariel desde la inconformidad nos habla. Callar lo lejos /respeto excedido y acosado por varias personalidades/ y entre esas voces que fatigan, entre las voces que lo desalientan, está la voz de la muerte. La muerte no se calla, la voz de la muerte llenando los silencios, su canto  hipnótico alcanzando al oyente. Como un hilo cae la muerte /incendia…  En este libro poesía y muerte se corresponden. Porque por encima de la existencia está la muerte: lo que nos separa. —Revela Hanni Ossott,  para seguir diciendo: el poeta ha aprendido de ella y le otorga su voz. Con filigranas teje su propio sudario y el sudario de los hombres, que no es otra cosa que la pasión por la vida, lo incomprensible. Pero, ¿Quién sigue la danza atroz del tiempo sonámbulo? ¿Quién va en rebelión permanente en busca de una redención? Tiempo y muerte, dos medidas inalcanzables, que se manifiestan más allá de lo externo y juntadas en la monotonía del decursar infinito. En este libro muerte y tiempo entran en relación onírica, poética,  aquí  el tiempo es diferente al tiempo real, más que transcurrir se centra en el instante, en un fragmento que no por ser fragmento está incompleto, por el contrario, aquí el instante es una totalidad en toda su extensión. El lenguaje poético puede expresar —lo que ocurre o mejor, lo que es— en la intemporalidad, en el aquí y ahora, en esa realidad inaprensible que llamamos presente.

Sólo yo tengo la clave de este desfile salvaje, la cita que escoge de Arthur Rimbaud, para mostrar la autosuficiencia del que escribe,  el yo, solo, desprovisto de todos los yoes de la existencia.  No todos sobreviven a ese hueco de palabras infieles. Algunos /no pueden darle sentido  /a ese vacío que es morir /a esa meta de desorden equivocado. No quiero un fin, yo solo soy una palabra acompañado por Dios. Hasta no poder con las palabras inentendibles… Silencios/suertes afiladas… No más orar al viento. Demonios amados por pasiones callarán estas palabras.

“Muerte y vida” —parafraseando el texto sagrado— están en el poder de las palabras. Ellas llevan todo el peso de las significaciones, esa carga de revelaciones, siempre dicen todo y algo más. Si las palabras sirven para ocultarnos, servirán también para encontramos, en ella están los secretos de nuestra esencia, revelarán lo que somos, lo que pensamos, en ellas nuestras lecturas, diálogos, meditaciones, pasiones, y hasta nuestras obsesiones más recónditas, como en casi todos los poetas, en Dariel está el deseo de liberar a la palabras y despojarlas de todo significado.

Palabras hacen el odio/ Palabras, ellas entienden /siempre han estado ahí /en ese parpadear /para justificar cementerios. /Ese mundo de /sombra donde caemos… Repetidas palabras /hospedadas /en ese sonido sordo de la claridad. Palabras que ordenan y destruyen /La más libre imagen de un mundo mejor.

La poesía puede ser otra forma de vivir o de morir. Puede arrastrarnos en esa neurosis o (esquizofrenia) de la escritura, tan destructiva.  El poeta en ocasiones busca salirse, para embridar esas fuerzas, el caos destructor que arrastra y nos deja cercano a un estado de locura, quiere callarse ante esa intensidad vital y abrumadora.  La poesía puede quedar encerrada en esa lluvia lacónica e infiel de quien la niega y no manifestarse; pero cuando es ella quien nos escoge ya  es imposible entonces ocultarla,  se vuelve grito, sangre, voz.  Su forma es tan avasalladora que no podemos contenerla, estalla, revienta en nuestra sangre, y aun cuando decimos, no haré mención de ella, es un fuego que consume.  Hay que escribirla, porque se nos sale por los poros, por los ojos, por las voces, hay que llevarla a todas partes porque  no hay modo de ocultarla, ni forma de sacar esa maldición atronadoramente bendita que nos posee, y ya no quieres parar de leer los signos del abismo —nos ha dicho el poeta—, un ser atrapado, que apenas puede salirse de sí mismo,  hay que escribir entonces, para otra vez volver a lo desconocido, para acceder a las nuevas realidades, en ese acercamiento a las agua curativas de la poesía, para beber y con-templarse, contemplar al hombre en su celebración íntima, en su atrayente universo hecho de fragmentos y abismos, de iluminaciones y  descensos.

Hay que Borrar el silencio para encontrar la esperanza, −nos dice−,  y este verso suena como una profecía clarividente y certera, la esperanza nos salva de la duda y de cualquier hundimiento, si es cierto que no se puede vivir como si la belleza no existiera,  como acertara a decir Luis Rius; también es cierto que tampoco se puede vivir sin esperanza.

Dariel tiene dieciocho años ahora, espero que éste no sea su último libro y que a diferencia de Rimbaud jamás deserte de la poesía, lo he publicado esperando que encuentre esa satisfacción de ver su obra impresa y se estimule a seguir dejando una novela íntima de tanta hondura. Que esas imágenes: del niño cortado por la burbuja de tristeza, y el rocío que envenena los pájaros en el último arrullo,  el perro florido de imaginación violenta, entren en la poesía para siempre,  junto a esas nubes de tiempos imposibles. Y sigo en el tiempo hasta que el tiempo pare de llorar, el mismo título expresa el anhelo de continuidad, él, el que se queda, el que espera a que llegue un tiempo mejor, ese tiempo donde terminará el llanto.  Hay una invitación aquí a encontrar en la poesía lo que no está en ninguna parte, el sitio donde la vida permanece a pesar de tanta incertidumbre y duelo,  de  tanto  vacío  y desolación.  Creo que toda poesía es una protesta contra la muerte. Seguirá siendo un acto de rebelión contra nuestro destino fatal. Escribir es otra victoria,  desecha nuestra condición fatídica de condenación. La escritura es otro modo de resistir y otro intento  de permanencia. Para John Berger la poesía es certeza, para él una promesa que se aplica al presente y al pasado, así como al futuro, solo podía ser una verdad.

La poesía no es un sentimiento, sino un estado; no es un entender sino un ser. —según Cesare Pavese. Entendiéndolo así, poesía es un ser, un horizonte, la patria personal donde se funda el ser. En ese ser, en ese estar, innegablemente el poeta podrá contemplar su eternidad.

Poesía un temblor, un silencio de lluvia, luz, luces, un racimo de agua roja esparciendo sus semillas. Poesía para seguir el vuelo de esos pájaros de alas suaves y visión repetida, ese largo rocío inmortal, la vieja rima que acaba en un color inesperado, todo un surtidor, brotes y ausencias,  garra y gemido, silencios, vértigos llenando  su irrealidad verdadera.   Sigamos esas certezas que van hacia esa verdad absoluta en su creciente inmortalidad. La poesía está más allá del tiempo, ella no se alimenta del azar, ni escribe destinos, su esencia siempre será:  permanecer.

 

© All rights reserved Odalys Interián

Odalys Interián (La Habana 1968) Poeta, narradora y crítica. Presidenta y editora de Lyrics & Poetry Editions y miembro de AIPEH Miami (Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos). Columnista en la revista poetasyescritoresmiami.com, en la sección: Universo poético. Instructora del Taller de Creación Poética del Centro de Instrucción para la Literatura y el Arte. Tiene varios libros publicados, Respiro Invariable (Extramuros, 2008), participo en las antologías: Espacio Mínimo (Extramuros 2009) y Nacieron en La Habana (Sur Editores, Ecuador 2009). Ese mar que me vence (Snow fountain 2014). Recopiladora de la antología Equilibrios contrarios (Snow Fountain, 2015). Atráeme Contigo con el poeta mexicano Germán Rizo (Espiral Publishing, 2017). Obtuvo premio en el concurso La Nota Latina, en la categoría cuento (2013). Premio en el prestigioso Concurso Internacional de poesía Facundo Cabral (2013). Segundo premio en el concurso de cuento La nota Latina (2016). Primera mención en el I Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio 2017. Cuarto lugar en el concurso Cuéntale tu cuento a la nota latina 2017. Primer premio en el concurso de Poesía de Miami: “Hacer arte con palabras” 2017. Colabora con artículos para las revistas, Metaforologia y Nagari. Tiene cuentos publicados en las Antologías: Todos contamos (Snow Fountain, 2016), Historias que cuentan (Snow Fountain, 2017). Recientemente ha publicado los libros: Salmo y Blues (Espiral Publishing, 2017) y Sin que te brille Dios (Lyrics & Poetry Editions 2017), y el libro de ensayos: Acercamiento a la poesía (Lyrics & Poetry Editions 2018). Tiene una novela en proceso de edición Parada Salvaje y un libro inédito de cuentos.
Obtuvo el Premio Internacional “Francisco De Aldana”, de poesia en lengua castellana 2018.

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