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Noviembre 2021

DYLAN THOMAS Y YO. Luis Benítez

En 1975 yo contaba con diecinueve años de edad y había ensayado escribir mis primeros poemas, una serie bastante considerable de textos que, sin embargo, no me conformaban en absoluto. Eran imitaciones muy imperfectas de los estilos que había conocido, con una impronta muy fuerte de la poesía española clásica y un exceso metafórico que empañaba la expresión del núcleo de sentido.

Fue entonces que se editaron por primera vez en mi país, la Argentina, los Collected Poems de Dylan Thomas, en una traducción realizada por la también poeta Elizabeth  Azcona Cranwell. Yo conocía la obra de Thomas a través de unos pocos poemas aislados, publicados en algunas —pocas— antologías de poesía inglesa. Pero sus Collected Poems fueron una revelación para mí e, indudablemente, la influencia de Thomas en mi poesía, particularmente en mis primeros libros editados, fue muy marcada. Me atrajeron irresistiblemente sus oscuridades y la magia inmediata de sus versos, su capacidad de condensar significados complejos y diversos en una sola línea y, a la vez, hacer que el verso fuera tan compacto y exacto, tan preciso.

Hasta conocer la poesía de Dylan Thomas, yo había buscado —sin saberlo— algo que aunara complejidad conceptual y potencia expresiva, diversidad y exactitud, elementos a los que juzgaba antitéticos e imposibles de combinar. Leyendo a Thomas fue como comprendí no solamente en qué consistía mi búsqueda como autor primerizo, sino también que aquello que buscaba era posible.

La carnalidad presente en su poesía está indisolublemente unida a una poderosa pulsión interior, expresada con una riqueza extraordinaria, atenta a revelar el significado cósmico de la existencia humana, al mismo tiempo que sus miserias, sus oscuridades y su fragilidad constitutivas, el misterio profundo de la mortalidad inmanente de la conciencia, en versos tales como:

The force that through the green fuse drives the flower

Drives my green age; that blasts the roots of trees

Is my destroyer.

And I am dumb to tell the crooked rose

My youth is bent by the same wintry fever.

 Me causó una impresión muy potente su poesía, pero también algunas de sus afirmaciones respecto del trabajo que realiza un poeta; por ejemplo, cuando él dice: la poesía debe ser tan orgiástica y orgánica como la cópula, divisoria y unificadora, personal pero no privada, propagando al individuo en la masa y a la masa en el individuo. Formalmente, Dylan Thomas es, sin discusión posible, un maestro de los juegos de palabras, un experto en aliteraciones y en las más complicadas combinaciones de la métrica, así como en la invención de neologismos (emplea, entre otros recursos, sustantivos que se transforman en verbos).

Erróneamente, se le han atribuido a Thomas deudas con los surrealistas y hasta los simbolistas, cuando su obra lleva decididamente hacia los metafísicos ingleses del siglo XVI y XVII y a William Blake y John Mayley Hopkins. En Thomas encontré —entre muchos otros hallazgos— una síntesis entre la libertad de la metáfora y su ceñida funcionalidad al meollo del poema.

Poemas de Thomas como Should Lanterns Shine, Hold Hard, These Ancient Minutes in the Cuckoo´s Month, In the white giant´s thigh, Fern Hill, Poem in October, Do not go gentle into that good night, Elegy, In country sleep o Poem on his birthday, O Make me a Mask o If my Head Hurt a Hair´s Foot fueron algunos de los más importantes para mí en esa etapa de mi vida como autor.

Qué recibí de Dylan Thomas y estimo que quedó en mi obra: Ciertamente, Thomas fue la influencia más potente que recibí y aquella de la que me fue más difícil despegarme, siquiera en parte, para seguir buscando una voz más personal, mi propia voz (un trabajo que sigo haciendo… por otra parte). El regalo más valioso que me dejó la frecuentación de Mr. Thomas y sus Collected Poems fue, sin duda, la comprensión de los alcances de la metáfora funcional bien entendida, la noción de que, en poesía, se debe intentar expresar dos cosas en una, tres en dos y, también, uno de los mejores consejos que un poeta de su estatura podía darnos a todos los primerizos: «fundamentalmente, amen las palabras».

© All rights reserved Luis Benítez

Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay.

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