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Abril 2014

COGITO, ERGO SUM. C. Gerardo Perla

1. Antecedentes del proyecto.

     

     Concepción del Proyecto: El comité ad hoc autodenominado “Takwin” estableció la factibilidad del proyecto un 18 de diciembre de 2651 bajo la idea de proporcionar a una muy selecta clientela masculina “una compañía femenina de calidad y durabilidad” para una fecha tentativa de primavera de 2666. Se estableció como prioridad crear una Inteligencia Artificial basada en los significativos avances de la abiogénesis en la pasada década y capaz de satisfacer los deseos más estrambóticos de los potenciales consumidores.

     Inicio del Proyecto: el proyecto Galatea principió de manera oficial un 17 de enero del año 2652 con un presupuesto sin revelar proporcionado en partes equitativas por un sindicato de seis empresas subsidiarias de líderes multinacionales de la informática y bajo la tutela del ingeniero holandés Antonius Jacobus Petrus Johannes Bruus como director del proyecto, Hans von Neumann director de la división técnica y Enrico Feynman responsable de la división teórica.

     Desarrollo del Proyecto: el primer prototipo funcional, llamado Galatea-1, estuvo listo a mediados de 2657 pero fue descartado por tanto el ratio de falla llegaba a más del 10% en pruebas de laboratorio. Casi ocho meses después apareció el prototipo llamado Galatea-2 que fue del mismo modo desechado en seguida de generarse el problema bautizado por los ingenieros como la “luz amarilla de la muerte” o LADLM. Le siguió el Galatea-3 que tuvo asimismo que ser anulado al punto de un fallo sistemático del algoritmo de razonamiento automático llamado “homúnculo”. Galatea-4, el siguiente prototipo funcional, rechazado por un crash de sistema operativo con un código de error Op -> N (Ga -> p) que no pudo ser subsanado ni con los parches de actualización posteriores que los ingenieros en programación laboraron como respuesta a la aberración lógica deóntica. Finalmente el 15 de junio de 2663 se logró el éxito con el prototipo denominado Galatea-5 y con una velocidad de procesamiento de 500 YottaFLOPS. Con un esqueleto de nanotubos de carbono recubierto de piel natural creada gracias a la biomedicina a base de células madre.

     Culminación del Proyecto: el denominado Ensayo Hipóstasis, nombre clave de las pruebas de validación que se desarrollaron casi dos años antes del lanzamiento oficial, 14 de febrero de 2666, con un grupo de varones entre los treintaicinco y cincuentaicinco años de edad que luego de ser escogidos en base a un riguroso perfil psicológico se encargaron de la versión beta del producto y seis meses antes un nuevo grupo independiente se unió al proyecto encargándose por su parte de la candidata a versión final para por último, tres meses antes de salir al mercado, de la versión denominada dorada por diez de los mejores candidatos extraídos de ambos grupos. No hubo incidencia o contratiempo que remarcar.

2. La sesión extraordinaria de la Junta General de Accionistas.

     Con un escueto gesto de mano encendió la pantalla holográfica tosiendo nerviosamente antes de comenzar a hablar:

     —Lo que están viendo, damas y caballeros, es la copia aún no hecha pública de un video en circuito cerrado de televisión…

     Los ojos combinados de la junta permanecían fijos a esa pantalla holográfica que flotaba silenciosa e imperturbable frente a ellos. Que mostraba lo que parecían ser tres siluetas de lo más difusas que pronto de un progresivo zoom de la cámara se enfocan para mostrar primero a un hombre tendido bocabajo que ahogado en su propia sangre y, al momento, aparece otro varón que tenía sujetada por detrás a una mujer amenazándola con un cuchillo enorme a la garganta. Intensa la luminaria de los reflectores de esos convertiplanos de la policía que sobrevolaban como avispas la escena y que aclaran aún más la imagen que se presiente terminará en al menos una doble sangría.

     —…no me pregunten cómo la hemos obtenido pero esto sucedió hace menos de veinticuatro horas y ocurrió justo a cuatro manzanas de donde estamos. En la azotea del Hotel Al Jazarí para ser más exactos. Ese individuo tan agresivo que están viendo en pantalla ha matado ya obviamente al otro hombre y está a punto de hacerle lo mismo a la pobre mujer esa…

     La extraordinaria conmoción que al mismo tiempo libró la junta fue como una espantosa sobrecarga de electricidad dentro del amplísimo salón situado en el piso ducentésimo vigesimosegundo del estratosférico edificio Yamasaki. En efecto el hombre del video degüella a la mujer sin más miramientos. Se escuchan en crescendo disparos de la policía que no cumplen su propósito deletéreo pero no importa pues otra cámara en distinto ángulo graba el salto al vacío del hombre que con todas de la ley se ha suicidado.

     Aprovechó el alboroto para poner en pausa el video y así darse tiempo a enderezarse el nudo de la corbata que, dentro de poco, irá pareciendo cada vez más a una aciaga soga de horca.

     —…el homicida saltador es uno de nuestros Androides… —dijo seguido de una dolorosa toz llena de una genuina atribulación.

     Petrificados y pálidos ante la noticia se llevaron las manos a las bocas en un espanto colectivo que ni les cupo bien en el corazón. Aún peor que el que sintieron mirando al hombre aquel rebanarle el pescuezo a la mujer y luego saltar al vacío. Es que si esto se hacía público, la reputación impecable, todo el prestigio acumulado durante años de la R.U.R. quedaría literalmente hecho añicos. Se perdería una fortuna aunque, pensándolo mejor, con un escándalo de estas magnitudes al final no sólo les costaría dinero pero también tiempo de cárcel a más de uno.

     —Creemos por el momento que este comportamiento tan humano, por así decirlo, se debe a una suerte de virus. Nuestros ingenieros lo han apodado “Cogito, ergo sum” o  “Descartes” para no alargar mucho el asunto. En pocas palabras el Androide, un tipo S, tomó espontáneamente consciencia. No lo podemos explicar de otra forma.

     —¡¿Es eso acaso posible?! —preguntó alguien de la junta al borde del pánico.

     —¿Posible? —preguntó de manera retórica ante el cuestionamiento—. Ya hemos visto qué sí es posible —continuó señalando la pausada imagen en la pantalla holográfica—. Como creo saben los tipo S son Androides fabricados para satisfacer la necesidad humana de sexo y compañía. El tal Androide según las pesquisas iniciales irrumpió en el hotel sabiendo su dueña estaba en una de las habitaciones no con otro Androide pero con un ser humano. En otras palabras estamos ante un crimen pasional. Muy seguramente el primero en la historia entre orgánicos y mecanizados. El Androide sintió celos y todo terminó como bueno… —y volvió a poner en movimiento el video para revelar que el Androide, como era de esperar, vencido por la gravedad acaba estrellándose contundente contra el pavimento—. Ya lo ven ustedes, en añicos —y mirando el estupor de la junta, una última vez con un escueto gesto de mano, apagó la pantalla holográfica.

     —¡Esto será nuestra ruina! —dijo alguien de la junta.

     —Créanme que comprendo su inquietud.

     —¡¿Inquietud?! —alguien gritó—. ¡Esto nos llevará a nosotros a la bancarrota y a usted Director Ejecutivo a la cárcel!

     —No nos ofusquemos damas y caballeros que esto bien puede ser sólo un mero incidente aislado —trató de calmarlos el Director Ejecutivo—. Todos los números de serie similares al Androide homicida están ya en cuarentena y serán destruidos en menos de setentaidós horas —les aseguró.

     —¿Y los que están ya en el mercado?

     —Se hará discretamente una retirada del producto —dijo el Director Ejecutivo.

     —Si esto llega a oídos de la prensa…

     —Nada que una abultada chequera no pueda arreglar —dijo confiado el Director Ejecutivo.

3. La Isla.

     “…La isla artificial de Eolípila, un gigantesco prostíbulo poblado por las más bellas Ginoides que, harán sin duda de tus sueños y por más morbosos que estos sean, toda una realidad. Además ofreciendo precios competitivos al alcance de cualquier bolsillo. Situada a unas noventa millas náuticas de Cádiz atiende clientela venida de todas partes del mundo civilizado, y, acogiéndola en estupendas instalaciones ultramodernas. Convertiplanos de Iberia despegan tres veces al día sin interrupción desde el aeropuerto gaditano trasportando una miríada de turistas buscando en nosotros el más sano de los esparcimientos. Ten mucho en cuenta que nuestras Ginoides están todas, claro, libres de enfermedades venéreas a diferencia de sus similares humanas, así que, vente a follar a pelo sin problema… nuestro lema. Te invitamos a que nos visites cuando quieras. Te atenderemos a verdadero cuerpo de rey…”

Extracto de un folleto publicitario de Eolípila.

     Miró a través de la ventanilla fracciones del urbanismo cien por cien geométrico de la isla que mostraba de la misma manera, así que una suerte de salpullido, los múltiples techos rojizos de las cabañas junto a la playa de oleajes espumosos. El asfaltado negro de la pista se deslumbró para él apenas unos segundos en seguida de esa maniobra fluida de la aeronave que se enfilaba rumbo al aterrizaje. Sintió un malestar en el fondo de su estómago y sin dilación de un escalofrío recordó a lo que había venido, sí, a perder la virginidad en resumidas cuentas. No por gusto y gana… exigencias de su padre. “Hazme caso, carajo, que sabiendo estás con una robot tal vez te pones menos nervioso…”, le había dicho exasperado y medio tartamudo cuando él le confesó sus dudas sin demora de leer ese lustroso fascículo promocional que el viejo le confió poco más o menos de modo que se entrega un ultimátum. Distraído volteó a ver a su izquierda y el pasajero que tenía al lado continuaba sudando a chorros entretanto murmurando esa oración que apenas se escuchaba de: “…no nos dejes en tentación…”, con los ojos bien cerrados. No entendía la razón del gordo calvo ese de sufrir viajando en avión si le daba tanto miedo volar pues después de todo un transbordador o vulgarmente conocido como un ferry lo podía haber trasportado de una manera hasta más cómoda.

     Algunas sutiles turbulencias después, el aterrizaje, se llevó a cabo sin incidencias y, cuando fue el momento de desembarcar, sintió una influencia, sí, sintió una resistencia, sí, sintió a fin de que si estuviera anclado a su asiento por una fuerza invisible que a ciencia cierta era su negativa de perder la virginidad de forma tan tecnológica así que se diría o sea con una Ginoide. Pero en el fondo y, para su desgracia de buen hijo, sentía que, al menos el intento, se lo debía a su padre de alguna embrollada manera así que tomó su equipaje de mano y salió de esa libélula metálica con un mal presentimiento en el corazón que sólo empeoró cuando se enteró que la escolta de su grupo era una Ginoide de apariencia madura, Re-l Saitō se presentó cuan una “mama-san” en casa de geishas y, con una placa dorada enganchada a una de las solapas del blazer color azul marino y, en la que se podía leer, todo en mayúsculas: VENTE A FOLLAR A PELO SIN PROBLEMA… NUESTRO LEMA. Y es que se sintió con esto, levemente sobrecogido, por tanto era todo de una cierta, si bien, estrambótica manera pues que si su propia madre, ya en mejor vida, lo guiara por proxy hasta el fornicio.

     Dejó de ver a la Ginoide para concentrarse, entre tanto, en los varios autobuses que con los motores ronroneando los esperaban fuera de la terminal que, desde el cielo, parecía un gigantesco lagarto cristalino tomando apaciblemente el abundante sol isleño. De nuevo le tocó el gordo calvo de compañero de al lado que, a diferencia de cuando viajaban en convertiplano, al presente en abrigada tierra firme, venía de lo más fresco y relajado. Hasta simpático podría decirse que sin esfuerzos le sacó plática de lo más amena. Obrero de la construcción le contó, soltero todavía por ser modesto y asustadizo con las féminas que, le aseveró de buena gana, había estado ahorrado para este viaje, casi a modo de ese obligatorio peregrinaje a la Meca, cerca de los dos años, de colosales sacrificios de su parte a fin de que haberse sólo hartado macarrones con salsa de tomate y, nada de cine salvo lo pirateado a duras penas gracias a la internet, o, de restaurantes de comida chatarra únicamente los fines de semana para darse este tremendo y de lo más merecido homenaje por sus treinta añitos de vida en este, imposible ya de negarlo, anormal mundo nuestro. Bien le detalló, con todo ese espumoso entusiasmo de un famélico chiquillo en dulcería que, tenía planeado la semana entera que pensaba quedarse en la isla, de la misma manera que ese quien lo escuchaba con una aparente deferencia, vaciarse los dos güevos que tenía hasta la última gota merced de los complacientes coños de todas las Ginoides, así que se dice, habidas y por haber en la pecaminosa ínsula.

“…Eolípila no es un burdel cualquiera en el sentido que aquí el cliente experimentará la realidad como si fuera una cinta porno. Esa libertad sexual tan añorada por todos sin males o compromisos. ¿Eres tímido? No hay problema… ¿Eres feo? No hay problema… ¿Eres pobre? No hay problema… ¿Eres deforme? No hay problema… ¿Eres un pervertido? Pues tampoco hay problema… En Eolípila el cliente siempre, siempre tendrá la razón… por más escabrosa que esta sea. Imagínate que te encuentras solo en una discoteca y una despampanante belleza de portada de Vogue se te acerca y sin más pide te la folles… Esto es Eolípila. O imagínate estás sólo en tu piso y repentinamente te da hambre. ¡No hay problema! Marcas, pides una pizza a domicilio y la repartidora resulta ser una modelo de Victoria’s Secret y por llevarte “tarde” la pizza pide te la folles… Esto es Eolípila. ¿Sucia tu recámara? ¡No hay problema! Llega la mucama y pide te la folles… Esto es Eolípila. ¿La vecinita, la madurita que está buena, la africana, rumana, sudaca, la enfermera, la doctora, la secretaria, la preñada, la árabe, la peluquera, la azafata, la alumna, la profesora, la de lentes, la rubia, la modosa, la amazonas, la lesbiana, la beata puta del opus, la diputada, la bailarina de ballet, la mormona, la masoquista, la sádica, la sadomasoquista, la amish, la celosa, la monja, la nazi, la comunista, la borracha, la compañerita de oficina, la Tsundere, la Yandere, gemelas, hasta tu hermana y propia madre (NOTA: estas dos últimas opciones requiere de una reserva del cliente de al menos 100 horas)…? Todas piden te las folles… Esto es Eolípila…”

Extracto de un folleto publicitario de Eolípila.

     Lo instalaron en la llamada suite 666. Una decoración endiablada verdaderamente. Tridentes y picaros diablillos en poses de Kamasutra adornaban las paredes pintadas de un rojo color sangre. Un jacuzzi de aguas infernales pues que las del Sanzu y las del Piriflegetonte. Un bien surtido bar para obtener bebidas capaces de otorgar el placer a viva fuerza embriagante a los sentidos y, por supuesto lo más importante, justo en el centro de la alcoba: una gigantesca cama para ganarse a revolcadas de la carne la tan apetecida condenación del alma. A más de un asoleado balcón que facilitaba esa ininterrumpida vista del inmenso piélago que los asediaba a todos en un profundo azul de Prusia.

     Mientras desempacaba distraído la valija y, apreciando a la vez, ciertamente perplejo ese arte de lo más kitsch que saturaba esas cuatro paredes y, lo que supuso eran nudillos, tocaron a su puerta tres veces. Pensando que venían a dejarle, sea más toallas para el baño o papel higiénico, dejó la maleta abierta sobre la cama y dirigiendo sus pasos parsimoniosos para abrir, ver al fin quien era y una sonriente Ginoide, rubia de inescrutables ojos endrinos le dio, besándolo en los labios, la verdadera bienvenida a Eolípila. Acto físico que lo sobrecogió ya que éste fue en esencia su primer beso.

     —¿Me dejas entrar? —preguntó ella con bastante encanto en la voz.

     —Si… si… pa… pa… pasa por… por… por favor pasa —le dijo con dificultad. Tartamudeando y con la cara colorada.

     Y todo fue tan rápido para él que apenas y pudo recordar aquella promesa a su padre frente a esta hermosura capitaneada por la más actualizada de las Inteligencias Artificiales y que sin más preámbulos emocionales entraba con una indiscutible plenitud sicalíptica a su recámara y, bueno ella se desnudó sin muchos rodeos como prometido contractualmente en los folletos publicitarios y, él colorado como un tomate, buscaba procrastinar eso físico que debía y sabía estaba ahí para consumar.

     —To… to… todavía no he… no he… arreglado la… la… la maleta —fue lo único que pareció salir de su boca dubitativa y tartamudaen esos instantes de, podría decirse, blanca excitación.

     Su temor al incomprensible cuerpo femenino no era para nada uno de esos asuntos calificados como de morbosos. No. Simplemente era ese miedo que tiene cualquier prudente peatón de ser arrollado por un coche, sea éste un utilitario o uno deportivo que la verdad el tipo de vehículo poco importa, mientras se atraviesa alguna calle transitada. Mero sentido común quizá o excesiva cautela a lo mejor. Aunque él sabía que estos tremendos malabares interiores no eran más que maromas para ocultar eso, un estado acaso no terrible pero bastante incómodo a lo sumo y, que padecía sin saber del todo el motivo: ginofobia. Sí. Hasta tenía nombre su indisposición. ¿Bueno y qué es la ginofobia? Pues eso… miedo a las mujeres. Miedo se ha dicho y para nada antipatía o mariconada. Miedo a secas. Sin duda que un temor paralizante y embrutecedor de todos los sentidos. Hay personas que les pasa lo mismo con las arañas o las alturas o los lugares encerrados… por tanto cada cabeza es un mundo de modo que bien se dice pero…

     —Eres lindo —le dijo en este momento la Ginoide arrimándose y acariciándole con mucho de maternal en el gesto las mejillas rojas y fogosas por su timidez pertinaz y el carnal acaloramiento que parecía lo cocía ahí mismo a un fuego de lo más intenso. Un fuego que le desagradaba pero que a la vez le afilaba los sentidos de un modo particularmente placentero que, empero, no entendía bien del todo.

     —Gracias —le respondió él corito, la mirada baja, sintiéndose tan indefenso como un recién nacido.

     Y fue cuando acaeció el segundo beso. Uno de verdad se diría. Con lengua traviesa y que le supo extrañamente a limón.

     —¿Cómo te llamas? —le preguntó ella siempre con esa sonrisa reluciente que lo tenía como hipnotizado. ¿Acaso ella poseía unos ojos de mangosta? Rikki-Tikki-Tavi. No… pues él no era ninguna serpiente venenosa. Parecía más un pobre ratón asustado que cualquier otra cosa.

     En un primer intento no le pudo responder. Bueno, tampoco al segundo. Fue hasta el tercer intento que pudo abrir la boca lo suficiente como para poder delinear con monosílabos su nombre que por supuesto mal dijo, pero, que corrigió al cuarto intento en definitiva…

     —…

     —¿Nervioso? —le preguntó ella.

     —…

     —No te preocupes que como bien dicen yo no muerdo —le dijo ella siempre risueña—. Bueno, tal vez un poquito… —le comentó después juguetona. Mordiéndole inmediatamente y, de lo más suave, el labio inferior como para recalcar en sensualidad lo dicho.

     —…

     —¡Eres adorable! —ella le dijo notando lo tembloroso que estaba el pobre: siempre corito, la mirada baja, sintiéndose tan indefenso como un recién nacido…

4. La segunda sesión extraordinaria de la Junta General de Accionistas.

     —Damas y caballeros, por favor… —alzó su voz entre ese murmullo casi histérico—. Que no cunda el pánico —apenas y logró terminar de decir—. Que no cunda el pánico —repitió.

     Pero claro, esto resultó ser tan inútil como gritar auxilio en la mitad de un gran desierto y querer que una voz redentora te replique una certeza de salvación que bien sabes no vendrá. Aunque podía decirse que el desierto en el que estaba bullía de voces, sí… pero de unas voces encrespadas a manera de miles de escorpiones arrastrándose de lo más alborotados en la astringente arenaque lo rodeaba.

     —¡Esto es una verdadera catástrofe! —gritó alguien de la Junta.

     —¡Acabaremos todos presos!

     —¡Esto nos pasa por tratar de automatizarlo todo!

     —¡Perderemos millones…!

     —¡Miles de millones querrás decir! —alguien lo corrigió rápidamente.

     —¡Un desastre! ¡Un verdadero desastre!

     —Por favor, damas y caballeros… —volvió a alzar la voz para intentar de una buena vez brincar esa alta muralla de cacofonía pura—. Que no cunda el pánico, por favor… —dijo—. Que no cunda el pánico —repitió.

     —¡Este incidente es más grave!

     —¡Aquí no valdrá chequera alguna!

     —¡Una isla!

     —¡Que se han tomado una isla entera, por Dios!

     —Pero el mundo aún no lo sabe —les vociferó cortante aunque lo miraron arreglarse después el nudo de la corbata con nerviosismo ciertamente—. Eso nos beneficia, damas y caballeros —pudo decir en este instante y sin alzar la voz porque la sala había caído en un silencio más que perfecto—. Así que por favor… que no cunda el pánico —volvió a querer tranquilizarlos.

     —¿Y qué piensa hacer?

     —Que tal una bomba atómica —sugirió alguien.

     —¡No podemos usar armas nucleares! —alguien al menos cuerdo protestó contra la estrafalaria moción atómica.

     —¿Y por qué no? Seamos realistas al menos por un instante, por favor —dijo el de la bomba poniéndose de pie—. Esa Gomorra de isla está repleta de asquerosos pervertidos que le harían bastante bien al mundo con simplemente desaparecer bajo una nube en forma de champiñón —habló lamiéndose los dientes frontales—. ¿Acaso nuestra división militar no nos viene como anillo al dedo? Es que pongámonos a pensar, señores… decimos hubo un inconveniente, sí. Un muy desafortunado accidente durante un ensayo con uno de nuestros prototipos balísticos. Un muy desafortunado error humano o ¡qué sé yo, lo que sea! Cualquier cosa es preferible a que el mundo se entere que los autómatas de los que tanto dependemos y hasta los utilizamos para fornicar están adquiriendo consciencia casi por arte de magia, señores. Además, el ejército puede servirnos de encubridor en este caso. Me explico: esos proyectiles que he mentado son de alta precisión y por supuesto que ultra secretos. Las ojivas no provocan lluvia radioactiva y eso lo sabemos bien desde el bombardeo de Vladivostok hace seis años. Ventaja para nosotros. No nos van a estar jodiendo después la vida esos maricones biodegradables de Greenpeace y eso se los aseguro por la santa memoria de mi muy querida madrecita. Por otra parte los proyectiles nunca podrán ser investigados por un comité externo pues al ejército no le convendría que se destapara su funcionamiento. Un asunto de seguridad nacional se puede alegar. Al mismo tiempo hacemos bajo la mesa alguna que otra contribución en sobres manila a la Moncloa y a la iglesia católica española también para que sus obispos remachen desde sus homilías todo este incidente como un verdadero castigo divino y… ¡voilà señores! Cada quien para su casita sin tener que ir a la cárcel primero —terminó de esbozar todo su maquiavélico punto de vista.

     Y en seguida de un silencio de lo más incómodo, no obstante toses y carraspeos zumbaban como moscas empalagosas, se desató un auténtico vendaval de voces:

     —Pues la idea suena prometedora.

     —Bastante factible, sí.

     —Yo apoyo la moción —alguien dijo levantando la mano.

     —También yo —y otra mano brincó como resorte.

     —Y yo.

     —Lo mismo.

     —Excelente idea.

     —De lo más verosímil.

     —¡Son unos pervertidos!

     —Correcto.

     —¡Qué más da que se mueran!

     —¡Si, que se mueran como las cucarachas que son!

     —Ojo, que las cucarachas aguantan bombazos atómicos.

     —Las bombas de nosotros son marca Raid®.

     —¡Sí, las mata bien muertas!

     —Jejeje.

     —Bueno, bueno, no creo que matar a nuestros clientes sea tampoco lo correcto —les dijo y de nuevo lo miraron arreglarse el nudo de la corbata con nerviosismo ciertamente.

     —¿Y entonces? ¿Qué sugiere usted? —le preguntaron y no sin agresividad.

     — Somos todo oídos —remacharon.

     —Piratas —dijo de lo más tranquilo.

     —¡¿Piratas?! —es que nadie podía creerlo.

     —¿Del Caribe?

     —¿Somalís? —otros preguntaron riéndose de la misma manera.

     —Bueno, no… —empezó diciendo—. No tienen porqué ser de Somalia —dijo adivinando la trampa en la que había, sin querer, caído—. Abundan los piratas en otras partes del mundo también —les aseguró—. Entendamos que no hay razón para ser racistas —se defendió él con ese su gesto de arreglarse nerviosamente el nudo de la corbata.

     — Esto es una locura! —rezongaron más con desilusión que con rabia.

     —Pagamos para que piratas se tomen de nuevo la isla —dijo tosiendo.

     — ¡¿Qué?!

     —¡Peor que la idea del proyectil! —alguien refunfuñó.

     —¡¿Pero que no apoyaste hace un segundo la moción del proyectil?! —le preguntó una voz mosqueada.

     —Es que me dejé llevar por el entusiasmo nada más —se defendió—. Sí, lo del proyectil es una pésima idea —aceptó.

     —¡¿Y me quieren decir por favor qué hay de malo en mi idea?!

     —¡Que es una idea de psicópata eso! —le respondieron casi al unísono.

5. El mensaje dentro de una botella.

     Auxilio. Auxilio… Cuando la tecnología falla no nos queda pues más que improvisar. Yo al menos eso decidí hacer. Improvisar. De pronto la memoria parece convertirse en un rompecabezas que sólo se deja armar si es para aliviar una necesidad inmediata. O sea, en este caso bastante preciso, cuando el pellejo corre peligro. ¿Y por qué digo esto? Bueno, en principio porque no recordé ni familia ni hogar cuando estaba a punto de orinarme en los calzoncillos del miedo pero, vieran que sí recordé que cuando estudiaba historia y, créanme que sí viene al caso, me topé por esos albures incomprensibles como estos que ahora vivo en carne propia, aquellos métodos inverosímiles que tanta fascinación me arrancaban en el silencio sepulcral de la colosal biblioteca de mi antigua facultad. De esta suerte, como ese astuto y legendario héroe de lo que en este momento se conoce pues que la “prehistoria tecnológica humana”: MacGyver que, a través de los ya extintos tubos de rayos catódicos, engendraba brillantes evasiones hace más de seis siglos según las crónicas hoy olvidadas. Imitándolo pues me remangué la camisa desgarrada así que manchada de pintalabios y, nada de mensajes electrónicos que de todos modos de nada sirven en emergencias, un tanto de papel de verdad, lápiz de grafito como de antigua usanza, una botella vacía de vino y, milagroso cianoacrilato para sellar este mensaje dentro que, quien sea que lo pesque de las bravas aguas del mar, les suplico esto aquí garabateado con mano temblorosa sea de inmediato entregado a las autoridades correspondientes. Esto de modo que leerán es un asunto de vida o muerte: aunque me lo estoy temiendo con el paso acelerado de circunstancias que esto sea a lo mejor más una cuestión de muerte. Auxilio. Auxilio…

     Desde hace tres días somos los rehenes de maquinas descompuestas. Auxilio. Auxilio… Estamos en Eolípila, que como sabrán, es una isla artificial por entero dedicada a la prostitución con Ginoides última generación. Las bellas y artificiales empleadas, por no decirles putas, desde hace ya setentaidós horas se estropearon aunque es mejor decir que se volvieron locas pues parecen, con cada minuto que pasa, más y más humanas que otra cosa. O sea, no es simplemente natural que alguien sea tan humano. No sé si me explico bien, es que, todo esto es tan confuso para mí todavía. Veamos, algunas, dependiendo de los gustos o mal gustos de los clientes habrá que explicar, se volvieron violentas al percibir eran maltratadas por ellos. No me quejo de esto la verdad pues esos cerdos se lo buscaron con sus acciones pero la gran mayoría, clientes respetuosos y diría hasta caballerosos, empezaron a enamorarse con obsesión de cada uno de nosotros pobres desgraciados que arribamos a la isla buscando la compañía femenina ideal que nunca, sea por feos o tímidos o pobres, jamás encontraríamos en el mundo real. Sí, lo han leído bien y, de ahí el hecho que todos aquí estemos más que seguros que cada Ginoide en la isla se ha averiado como se avería un lavaplatos… Todo hombre quiere vivir sus fantasías. Pero las fantasías de este tipo nunca ocurren en la realidad así que por eso buscamos con desesperación lo que buscamos. ¿Y qué es lo que buscamos? Carne tibia, sí, carne trémula de mujer. Placer corporal para aliviar un dolor espiritual que nos doblega. Simulacro de ser amados por el sexo opuesto al menos unos instantes a pesar de nuestras imperfecciones físicas pues parece que este mundo fue exclusivamente hecho para la belleza del cuerpo. Y digo: culpa de nadie. La vida es lo que es y nada más. Nos quejamos pero somos los primeros en apetecer esta belleza que criticamos. ¿Acaso no venimos buscándola a esta isla? Yo sí… Cuanto lamento filosofar en este mensaje que es de auxilio pero no vaya a ser que todo termine en masacre ya que algo muy malo debe de estar pasando pues ninguna desea que nos marchemos. Nos piden a gritos que refundemos ese Edén perdido entre las páginas de un libro patrañero y cruel. Deseosas de poblar un nuevo mundo pero que por desgracia o gracia es imposible por tanto son todas tan estériles como las piedras. Temo, si no logramos cumplir nuestro propósito evolutivo de varones, acabaremos devorados de cabezas en ese natural juego de canibalismo sexual. Auxilio. Auxilio… Hasta el momento se han tomado el aeropuerto y destruido cada trasporte acuático que había en Eolípila… Lisa y llanamente es imposible lanzarse al mar y nadar hasta tierra firme. Y los bobos que lo intentaron sobre pateras mal construidas, fueron todos abatidos a pedradas que en brazos de Ginoides son pues que auténticas balas. He visto cadáveres (con la apariencia de sanguinolento queso emmental) regresar rodando a la playa por los espumosos tumbos del Atlántico. Auxilio. Auxilio… Ah, es que ya no sé lo que me empuja a escribir esta torpe y desesperada nota más parecida a una corriente de consciencia en un pastiche de Joyce. Nadie leerá esto lo más probable. Meras divagaciones de un habitante del corredor de la muerte que encuentra todo demasiado farragoso… Esto es sin duda la peor pesadilla para un putero decente. Auxilio. Auxilio… Auxilio. Auxilio… Auxilio. Auxilio… Auxilio. Auxilio…

*   *   *

CÁDIZ (Reuters) – Una bomba atómica de la OTAN, estalló el pasado miércoles 5 de octubre sobre la isla recreativa de Eolípila (a unas 90 millas náuticas de Cádiz y construida por el consorcio nipón-holandés de ingeniería civil Dejima). Según autoridades locales el incidente ocurrió a eso de las cuatro y media de la madrugada cuando un bombardero B-100S sufrió un desperfecto en sus compuertas y un misil-bomba del tipo Apklyps666 cayó accidentalmente sobre la isla. Según se ha especificado no se esperan sobrevivientes. Tampoco daños colaterales al ambiente o a la población de la península propiamente dicha. Eolípila era un visitado lugar turístico que ofrecía entretenimiento para adultos.

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C Gerardo PerlaGerardo Perla (San Salvador1976). Es un escritor salvadoreño. Autor de la novela titulada El sabor de lo heroico. Hizo su bachillerato en la Academia Británica Cuscatleca de Santa Tecla (El Salvador). Estudió jurisprudencia y ciencias sociales en la universidad José Matías Delgado sin terminar la carrera igual que la licenciatura en comunicaciones que también dejó inconclusa. Se desplazó al tiempo a ParísFrancia, a estudiar historia en la universidad de La Sorbona. Su actividad literaria se ha desarrollado fuera de su país natal salvo por una publicación en 1995 de un libro de cuentos y poemas de nombre Relatos del inconsciente que pasó prácticamente desapercibido. Desde el año 2011 ha publicado, sin regularidad, relatos en las revistas literarias ociozero.com, Eucalíptica, la revista francesa en castellano Resonancias.org y la chilena dosdisparos.com. En diciembre de 2012 se publica en España su primera novela: El sabor de lo heroico (Editorial Alcalá Grupo), en el que narra de manera novelada el atroz y sobre todo impune magnicidio del presidente salvadoreño Manuel Enrique Araujo ocurrido en 1913. Además apareciendo Franz Kafka y Houdini como enigmáticos agentes secretos.

 

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