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Marzo 2018

  LA INEVITABLE PACIENCIA DE LAS ISLAS. Graciela Perosio

“solo digo un corazón soberbio  nada puede” 

Claudia Schvartz

 

Desde que empezó el verano que quiero escribir en “La aldaba” un texto sobre la poesía referida al Delta del Paraná. La localidad de Tigre y sus islotes cercanos abren un espacio de alivio para muchos porteños que pasamos los meses estivales en Buenos Aires, ya que, en relativamente poco tiempo, podemos acercarnos a este paraíso con sombras y frescura de río. Pero lo que jamás imaginé es que en los momentos en que redactaría estas líneas, se fuera a tomar la decisión de cerrar escuelas de esta zona. No puedo, entonces, pasar por alto esta triste y mal encaminada medida de las autoridades. Esas escuelas más allá de ser indispensables para la formación de los chicos isleños, además “cumplen una función social muy importante en su comunidad, son el centro de los encuentros entre vecinos. En algunas hay huertas para todas las familias de la comunidad educativa, los padres asisten para realizar talleres (… )Es decir, el cierre de las escuelas implica romper con esos lazos sociales construidos por esas comunidades alejadas de la ciudad, incomunica y aísla aún más a los isleños.” ( 1)

         En este momento está en marcha un plan de lucha de docentes y pobladores de las islas a quienes los escritores brindamos toda nuestra solidaridad. Ojalá estas palabras adviertan sobre la trascendencia de este cierre y provoquen la reflexión de los responsables de una decisión tan desatinada. Todo nuestro apoyo a Marisa Negri quien se ha puesto al frente de esta tarea urgente.

El Delta del Paraná ha gestado mucha escritura, alguna incluso bastante remota. Pero mi nota para “La aldaba” no será exhaustiva y sólo me detendré en algunos poemas de tres voces nacidas en generaciones distintas: Carlos E. Urquía (1921-2004) , Claudia Schvartz (1952) y Juan Fernando García( 1969) Desde ya lo confieso: hablaré de libros amados. ¿Será que el amor otorga lucidez en la lectura?¿Ayuda a detenerse y concentrarse o será que distrae con memorias de anécdotas? El Delta, de por sí, propicia la lentitud, la demora, cierto desdén por las prisas que ordenan el día ciudadano. Es cierto que las lanchas deportivas se delizan veloces, a los saltos, con estruendo.  Pero los poetas, por lo general no las usan. Van en las colectivas de “EL Jilguero”, en botes, en canoas, en kayacs.

 

El Tigre y sus islas exigen cierta humildad en quien habita estos lares. ¿Qué señalo con esto? Que por más perfeccionista que se sea y por más puntualidad que se practique, aquí todo se ablanda con el vaivén del río, las horas se aletargan estirándose como el andar suntuoso de los caracoles. Aquí aún en la casa más lujosa, veremos un farol que no enciende, un árbol con ramas que se apoyan en un techo porque el jardinero prometió venir pero no lo hizo. Nada se puede resolver en el acto. Es un aprendizaje de la espera. O no hay a quien encomendar el arreglo necesario o si lo hay, justo falta la herramienta precisa o en el momento de hacerlo se nos corta la luz, o no se consigue un elemento imprescindible que habrá que ir a comprar mucho más lejos de lo que – siempre optimistas- habíamos calculado. Tal vez ésta sea la razón de un ambiente más solidario entre vecinos, que saben que por igual dependen de las normas que fijan el río, las mareas, los vientos, las sequías…Por eso el verso de Claudia Schvartz que elegí como epígrafe resulta en estas tierras especialmente verdadero: “un corazón soberbio nada puede”si frente al Paraná hago mi noche y mi morada. Sólo una humildad atenta, una obediencia alegre que respete los grandes ritmos que al universo encauzan.

Frank Lestrigant escribió un ensayo titulado “Pensar por islas”(2) donde plantea un pensamiento geográfico del texto, es decir que “la imagen del mundo informa la escritura literaria”, “el mapa precede a la ficción y condiciona su aparición, su organización y su lectura”. Y llega a afirmar que “es el espacio el que nos piensa.” Por eso “en lugar de fijar el espacio, hay que permitirle que se mueva y respire. El postulado fundamental es que la forma de la tierra influye en la de la literatura. El suelo que hollamos día tras día, y sobre el cual dormimos y soñamos, el horizonte amplio o limitado que abarcamos desde la ventana o en nuestros paseos, los accidentes del terreno con que tropezamos no dejan de tener consecuencias en la fisonomía de nuestras producciones imaginarias. Así ocurre en la relación entre geografía y literatura.” Y señala que lo típico de los islarios es “su forma errática y fragmentaria.” (3)

 

Entre nosotros el poeta y editor, Javier Cófreces, en una entrevista al diario Página 12 también afirma:    “El paisaje siempre opera en la creación”. Cófreces es autor de Tigre (2010)junto con Alberto Muñoz, un libro anfibio de 500 páginas que contiene relatos, poemas, glosarios, manual de animales, referencias de aves y árboles de la región.” “En el caso de la geografía isleña, la naturaleza resulta tan voluptuosa que parece inevitable, para quien la habita, referirse a ella. Tal vez, signifique un vano y ridículo esfuerzo para contenerla y atraparla.” (4)

 

Volviendo a lo que decíamos antes de esa cierta humildad frente a la ley de la naturaleza que actúa sobre todos y propicia un clima solidario, hay que aclarar que esto no implica un borramiento de las diferencias entre clases sociales, esto sería una soberana tontería en un lugar donde básicamente no es lo mismo la posibilidad cotidiana para quienes viven permanentemente, que para aquellos que sólo se acercan a descansar o en busca de diversión y alivio de los rigores urbanos. Justamente en la obra de Carlos E. Urquía se destaca la diferencia entre el Tigre turista y el trabajo en el Delta:

 

Vinieron a comprar madera

con palabras de dinero

como si solamente eso compraran.

 

Me puse serio

triste y orgulloso.

 

El álamo y el sauce

son el mineral de las islas

su protagonismo.

 

Pero la necesidad y el dolor

suben juntos por las piernas.

 

Son dos várices ciegas

los buzos de la tragedia.

 

María Inés dijo que cargaran

los perros ladraron.

 

Siempre seremos pobres.

 

Diego comía una manzana. (5)

 

           Otro ejemplo puede ser el poema “El Bote” en la La Cimbra (6): “El trabajo del hombre/ desde el bote a su casa/ desde los sauceálamos/ desde las injusticias que se hunden y aparecen/ hasta.”

 

Pero donde la mirada se iguala es en la actitud de la espera obligatoria. (“y un vaivén de estrellas en el muelle/ lengua que por sí canta la espera” Schvartz.) Espera de la lancha colectiva, o del pez en la pesca, o del regreso de la corriente eléctrica. La espera suscita la observaciòn  minuciosa del entorno y se completa con la búsqueda de la palabra precisa y la imagen feliz capaz de transmitir aun el universo de lo mìnimo como una lente de aumento en el poema. Veamos algunas descripciones de flores en Urquía: “Uñas/ agujas/ las pestañas dulces/ los mínimos clarines amarillos./ La madreselva bebe/ la sed de la llovizna.” “El cardado equilibrio de los ceibos/ la flor/ un cardenal/ un puntazo/ se hirió la primavera.”En García: “la dichosa costumbre de ver/ por primera vez: las glicinas/frente a nuestro muelle/ y un tramo antes, las azaleas/ en brutal hermandad/ cayendo al río.”  Podríamos mencionar la observación de árboles, animales, insectos,  descriptos minuciosamente en Urquía, pero presentes en los tres: veamos, por ejemplo, los mosquitos:

Descarnado alfiler/ lenguas echadas/ sobre la perfección ingenua de la piel.”“ortigas en cardumen y equilibrios/ vivo oxígeno/ isla animal centrada en tubos rojos./ Una ropa interior de superficie/ las corcheas de alcohol de los riachos.”(C.E.U.) “y zumban, amilanados/ por las pavitas, los loros, los zorzales/ que se avienen en esta hora/ pero zumban y pican ¡estos desgraciados!” (J.F.G.))

También es común a las tres voces la observación de la impermanencia y la fugacidad: tanto a lo largo del año con las variantes de las estaciones, como en los diferentes momentos del día y sus cambios de luz. Veamos la llegada de la primavera:“Primavera/farmacia al rojo/ con el tobillo asido por las flores/ con un ruido de aceite en las mañanas. “ (C.E.U) “y una relación atinada/ con el ritmo: allí se estableció/ esta llegada de la primavera./ Se entreveró en las aguas/ que cubrieron el muelle,/ vimos florecer la azalea/ deslumbrante, vimos/ la luna entre las nubes/ y la estrellada noche.”

( J.F.G.)

Este tiempo otro de la isla permite reflexionar sobre la lluvia como “las lluvias”, es decir cómo cada lluvia difiere según se  la percibe o de acuerdo a dónde y cuándo caiga: “La lluvia filatélica de los helechos/ octogonal e hiriente en las arañas”. El adjetivo “filatélico” en este caso nos muestra el trabajo del mejor Urquía: la precisión. En Schvartz, la contundencia deuna sola imagen para la tormenta: “Y en la espesura de las cañas el primer relámpago/ espejo de jade”. Un elemento da la idea de la totalidad. En García, la narración de los actos que desencadena el temporal: “Entonces, cuando las furias/ en centelleante noche/ alteran el sueño pesado/ en certidumbres/ sin luz por unas horas/ con flamas debiluchas/ aseguramos puertas y ventanas/ y hospitalarios/ con los que en el río aislados/ dormitamos, manteniendo la calma/ en el ojo que admira la intemperie/ y dados a ver: el viento/ encrespando la marea.” Con pocas frases la zozobra de una noche tormentosa en las islas. Notable la documentación de los momentos de la jornada y sus rituales. Veamos la tarde que en este poema de Urquía adquiere categoría de personaje: “La tarde pasa entre los árboles/ en un viaje abstracto(…) Las islas la ven ponerse los colores más exactos/ y usar pájaros más puros/ Es extremadamente delicada/ porque todo lo hace con maestría y respeto./ El isleño entra y sale de ella/ con la seguridad de lo muchas veces ensayado/ Pero la tarde no gira ni vuelve ni contesta./ Solamente muestra su andar sin ruido./ su pisada sin huella.”

En Schvartz el ocaso y la noche son igualmente temidos y celebrados. Allí el yo lírico se implica profundamente con el paisaje y ya no sabemos si habla de la luz o del sueño que lo oscuro trae:

 

Ocaso, latencia…

Frente a la oscuridad rápidamente desenvuelta

trato de imponerme el recuerdo de las presencias diurnas

Me prometo el cerco florecido, la caña, el limonero

Presa la visión de creciente oscuridad

aguzo mi escasez

Más tarde la noche encenderá

otros nombres

intraducibles para el día

y en esa nueva calma

parecerá irrisorio

el pavoroso tránsito

 

Aquí lo más espléndido de la escritura de Schvartz: la bruma, las sombras, lo ambiguo, la duda, la angustia. Decir que en su caso obtiene, sumando a lo oscuro, los reflejos, lo que replica confundiendo. Teatro que espejea la “realidad”. Hay en ella una insistencia en la geminación, lo doble, lo que “altera” y trueca en extraño lo conocido: “Las sombras crecen. La noche cada cosa gesta/ preguntas sin respuesta y a veces la certeza/ en ancho mundo de luz y sombra lleno/ que navego como antiguo marinero/ conociendo sin ver los arrecifes/ y el viento por la cresta de las olas/ y la costa por el olor de la resina”. Claudia Schvartz opera en Ávido don (7) con los instrumentos del Barroco: tanto en la temática como con el uso del hipérbaton, nos lleva muy cerca del Siglo de Oro Español: “Y de repente quién no sé qué hábito de nombres/ o ímpetu me arrastra y me despeña/ en inmóvil estrecho dardanado” “muda veloz la noche lila nace/ el gran teatro está por comenzar”. Su poesía se muestra  joya de azabache, piedra de obsidiana, destellos negros que susurran misterio: “la superficie se desdobla/ infinitamente/ cóncava y convexa/ se agranda hasta el pavor/ se aleja   cenital/ y yo soñando/ parca silueta inhabitada”. Una de las partes de este poemario se titula “Eco”. El yo lírico se desdobla una y otra vez: “Y la que escribe es otra, la que observa del árbol la plegaria” Y el yo con la naturaleza se intercambia: “ser hoy dejándome esparcir/con mis semillas una/ granada toscamente pluma” “Llenos los pulmones de aire húmedo el río que soy ahora/ Inclinada a darme/ bebe de mí y con mis ojos ve”. Extrañamiento en la lengua que da su personal visión de este paisaje.        

         Resulta curioso que Juan F, García sirviéndose repetidas veces del hipérbaton no adhiere en su obra a esta visión barroca de lo oscuro. En su caso tal vez, sea más cercano al uso que aparece en Borges, pero rara vez lo asocia a la ambivalencia y al horror vacui. Sobre el Carapachay (8) es especialmente un libro celebratorio, una escritura diurna y luminosa, un canto a la amistad y a los “días de vacaciones/ robados al trabajo, al yugo diario” El paisaje es refugio de la tiranía urbana: “ entonces: huída al río, a las siestas/que van a dar al muelle/ una estelar presencia/ y la repetición de rituales/ de persistencias/ nada es igual/ aunque parezca/ en el giro de las estaciones/ en la velocidad de la noche/ que nos acompaña”. El cambio constante, sí, pero el correlato emocional casi opuesto. Un poemario donde todo fluye hacia la alegría, hacia lo leve: “La casa tiene espacio/ y tiempo, horas/ acumuladas en fines de semana/ y tantos veranos/ de la casa al río”

 

Anochece

y se tornan estelas las luces

que aparecen en el río.

Una lanchita avanza decidida,

y detrás la lancha colectiva.

Bajan los amigos, felices.

Como bienvenida enjundiosa,

cruza a la altura de nuestras cabezas,

en medio del río, una bandada

de patos escandalosos.

Su llamada no alarma, jugamos

a adivinar nombres de aves

que esta región ofrece.

 

Es hora de preparar el fuego,

fogata, asado, estufa,

pero nada más resolvemos, el frío

invita a entrar y allí quedarnos.

Luego iremos al muelle,

a despedir el día,

a dejarnos estar en los silencios.

La noche. Los pájaros. Los amigos.

                                    Para Fer y Nazareno

 

El clima de este poemario es de júbilo, canto de los días “fáciles” sin horarios ni tareas estrictas. Siempre hay, de todos modos, algunos cuidados que hacen a la precariedad de la vida isleña: “Y el tanque/ por favor, que no se olviden de llenar el tanque,/ antes de que el río baje y baje,/ la marca son los escalones/ que se van descubriendo,/ y sigue bajando/ y se seca el canal.” Documenta su poesía esos fines de semana con sus ritos: “Evitamos el borde caprichoso/ de la impuntualidad,/ y volvemos a mirar/ esas aguas, las lanchas/ en disposición cercana,/ los turistas que por ahí caminan/ en la estación fluvial. / Los locales con precios semejantes/a Venecia”. Con la ironía se nombra el abuso injusto. “Subimos a El Jilguero. Atestada/ abandona el paseo/ en una despedida a aquellos/ que en tierra quedan./ Nos despiden también/ los patos negros posados/ sobre una acumulada desidia;/ he aquí su puerto de basuras.”Me detengo en estos detalles porque la actitud de molicie, de descanso, no impide ver la realidad y sus contrastes. Justamente hay tiempo para la observación de cada detalle, lo que aparece tal cual es, sin idealizaciones. Fiesta de los sentidos relajados y por eso mismo alertas, despliegue de la observación que va haciendo surgir en la escritura el Carapachay “íntimo” que el poeta conoce tan bien:”suspensión del viento/ que mueve incansablemente/ las hojas/ infla un short, flamea/ una toalla verde oscuro/ tiemblan cuatro vasos de colores/ sobre la baranda/ de la galería./ de un muelle a otro,/ Miguel y su señora/ visitan amigos en otra casa.” Quiero señalar que estos poemas  mencionan nombres propios de personas y de casas. Dato más importante, tal vez, de lo que una primera lectura ingenua puede captar. Se trata de dar relevancia a las personas como tales, a cada una y aún a los objetos, a las casas concretas, a los lugares donde nos cobijamos y celebramos la vida, los encuentros con otros. En tiempos de masificación y ninguneo, un acto delicado de respeto. Implica un posicionamiento político frente a los intentos del poder despersonalizador: “Es de la observación/ atesorando brillos/ atesorando conversaciones” “son las celebraciones/ lo que hermana, lo que en su viento/ se hace familiar.”

 

Retomando el pensamiento de Lestringant, observamos en los tres poetas un escribir atribuído a la naturaleza o al menos, hermanado íntimamente con ella: “La lluvia perpendicular a los insectos/ con su escritura de viento.”(C.E.U.) “La sombra de una mariposa sobre el papel/ sorpresivo haiku/de las superficies”“El sol dibuja en el río sombras como caligrafías” (C.Sch) “En el muelle/ se piensa una lengua/ que llamamos poética/ con cierto escepticismo” “que día a día/ su palabra inicial/ surja del lodo del todo/ que va a dar a la nada/ irremediablemente. Y más”(J.F.G.). Pero importa hacer la salvedad y no porque crea que ésta pueda ser la intención de Lestignant en su ensayo. Hay que aclarar que el espíritu común que fácilmente podemos encontrar en estas escrituras, nutridas por un mismo paisaje de las islas,  no implica homogeneidad. No es tan obvio en tiempos de neoliberalismo donde una – a mi ver equivocadísima o interesada- filosofía de la globalización quiere anular las individualidades, los rasgos personales y las marcas de la Historia. Porque también es válido decir que aunque son pocos los años que separan a estos tres escritores, no obstante, entre los años ’40 (en los que pudo haber comenzado a escribir Urquía) y la actualidad del nuevo siglo, muchos son los sucesos históricos por los que pasó nuestra querida Argentina y  por lo tanto, muy distintas las realidades sociales y políticas  atravesaron la juventud de estos poetas, y a no dudarlo, la Historia igual que el paisaje, surca nuestra literatura y escribe curvándonos la mano con su aliento.

 

(1) García,Sabrina:“Confirmado: se cierran diez escuelas del Delta .En  sanfernandonuestro.com. ar

(2)  Lestringant, Frank: “Pensar por islas” En Revista de Occidente N°342, 2009.

(3)  Ibidem.

(4) Friera,Silvina:“El paisisaje también opera en la creación” En Página12.      Cultura&Espectáculos. 13/2/ 2016.

(5) Urquía, Carlos E. : Rama Negra. Tercer libro de las islas, Americalee, Buenos Aires, 1971.

(6) Urquía, Carlos E. : La Cimbra, Americalee, Buenos Aires, 1961.

(7) Schvartz, Claudia: Ávido don. Tsé-Tsé, Buenos Aires, 1999.

(8) García, Juan Fernando: Sobre el Carapachay.Leviatán, Buenos Aires, 2017.

© All rights reserved Graciela Perosio

Graciela Perosio. Bs. As (1950) Escritora. Prof. Universitaria en Letras. Recibió la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre. Publicó ocho libros de poesía: del luminoso error (1982 de autor), Brechas Muro (1986, Tierra Firme), La varita del mago (1990, Tierra Firme), La vida espera (1994, Del Dock), La entrada secreta (1999, Grupo Editor Latinoamericano), Regreso a la fuente (2005, Del Copista), Sin andarivel (2009, Del Copista), Balandro (2014, Paradiso), la antología Escampa, el corazón (Editorial Ruinas Circulares 2016) y El privilegio de los años, (Editorial Leviatán 2016)

Su obra ha motivado puestas escénicas multimediáticas, esculturas, pinturas y otras obras literarias. Muchos de sus poemas se han difundido por la red en sitios nacionales y extranjeros mereciendo juicios elogiosos de críticos y colegas. Un poema de su autoría fue seleccionado para realizar un afiche con ilustración de Alexiev Gandman que se presentó en las veredas de la Ciudad de Buenos Aires.

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