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Junio 2013

EN LA CIUDAD BLANCA. Una historia de amor en la Lisboa de los 80

dans la ville blancheTítulo. Dans la ville blanche. Director y Guionista. Alain Tanner. Fotografía. Acacio de Almeida. Música. Jean Luc Barbier. Montaje. Laurent Uhler. Reparto. Bruno Ganz y Teresa Madruga

Si hubiera escrito un guión le hubiera dado a la historia un significado….Lo que quería esta vez no era un significado sino sustancia. Así que fui a Lisboa como un forastero solitario y seguí los pasos del protagonista”. Alain Tanner

Hacía más de un mes que me había enviado un paquete a Miami. Ayer 8 de junio de 2013 recibí un papelito de aviso de Correos en mi buzón, para ir a buscarlo. En mis manos… un tesoro tan preciado como escaso en este país: Dans la ville blanche (1983) del director suizo Alain Tanner; junto al mismo, una foto de mi gran amigo el artista y perfomance, hoy desaparecido, Ocaña..Y una pequeña nota con unas palabras que definen porque estamos unidos y porque nos enamoramos de esta ciudad. Y he dicho escaso  – refiriéndome a esta obra tan querida-  porque sólo en una biblioteca de Chicago, si mal no recuerdo, pude encontrar esta película en video VHS en todo EE.UU. Hace tres años que la vi con unos amigos aquí en la Florida. Nadie quedó sorprendido;  esta es la verdad. “Es muy lenta Eduard…y un poquito triste” me dijo mi amiga venezolana Yeraldine, fotógrafa y cinéfila, con quien compartimos el séptimo arte de tanto en tanto.

Autor de obras imprescindible, de lo que fue el cine europeo de los setenta. Ligado también a lo que sería la nouvelle vague. Tanner, fue aclamado internacionalmente con films como: Carlos, vivo o muerto(1969), La salamandra (1971, con Bulle Ogier), y Jonas qui aura 25 ans en l’an 2000 ( 1976) o Messidor (1979). Después conocería a su actriz y compañera sentimental, Myriam Mézières, Le Journal de Lady M (El diario de Lady M.) (1993), Ícono erótico del cine de arte y ensayo de los años 80.Y haría otros films unidos eternamente a la lírica y a la contracultura, siempre bajo un estilo reconocible: recreación de sujetos perdedores, insólitos, o que viven bajo la huida; espacio abundante para lo nimio, y una lentitud en la narrativa, sólo apta para quien no tenga prisa en vivir el momento cotidiano en la pantalla, o ame el deleite que surge de la nada.

Sinopsis

Paul (Bruno Ganz), es un marinero suizo que decide abandonar su profesión de mecánico en un carguero y vagar por la Lisboa posterior a la Revolución de los claveles. Allí conocerá a su nuevo amor Rosa (Teresa Madruga), una camarera de un bar que le seducirá por su indiferencia. A raíz del robo de su cartera en un club de billar, Paul se abandonará a sí mismo mientras se cartea y envía película caseras de su vida en Lisboa a su amor original que vive en un apartamento a las orillas del Rhin.

Adoro a Tanner, precisamente, porque prefiero los versos más que la prosa. (…puedo entender a mis amigos americanos ponerse nerviosos ante tanta “pérdida de tiempo” para narrar una escena). En la ciudad blanca, según el propio Tanner de tintes autobiográficos   -él fue marino mercante-,  el director se recrea en algo heredado de la cultura de los años 60: el vagabundeo. Entendido éste, como dicen los franceses, como un laissez faire laissez passer. Hay una reflexión muy interesante y clásica de cualquier drama amoroso, aún hoy vigente en nuestros días, que fundamenta la razón es esta película: “Os amo a las dos y me siento entre confundido y traidor al mismo tiempo” le dice en una carta a su amor mientras habla de Rosa. Lo más interesante de este guión es que no hay una excusa clara del porqué decide abandonarse. “Mi patria es el mar” dice su voz en off mientras se escribe a sí mismo. Esto le sirve al espectador para ir entrando en los cubos vitales de una ciudad donde ubica una suma de acciones que permitirán narrar la vida en Lisboa y su propia melancolía: tabernas populares, mercados de pescado, hostales, escalinatas del barrio de Alfama con sus callejuelas estrechas y pobladas de sábanas tendidas, el famoso tranvía que va escalando la ciudad con su campana, el elevador de Santa Justa, los bares de putas, el puente 25 de abril sobre el río Tajo…Y un elemento esencial y nuevo para la época: el uso de la proyección de la cámara en 8mm ( lo que sería hoy nuestro video en el teléfono) en función de uso narrativo. Elemento que en aquella época fue muy nuevo, aunque no me atrevo a decir si fue el primer director que la utilizó como recurso estilístico.

Bruno Ganz es el mismo Bruno de Un amigo americano de Wim Wenders: interpretando perfectamente la ausencia o la locura infantilizada de un personaje, con trazos magistrales en los primeros planos y un dominio de la escena envidiable. La hermosísima Teresa Madruga, precisamente por su belleza ordinaria de mujer trabajadora, borda con sencillez este film de culto sólo apto para los que amen el indie o la nostalgia del existencialismo tardío de principios de los ochenta.

E.R

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