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Puede 2019

EL CALLEJÓN DE LOS VENCIDOS. Félix Anesio

 

A Bruno Schulz

I

Ayer me vi inmerso en una espesa

trama de cuerpos moribundos

en un edificio sórdido y gris

al pie del Callejón de los Vencidos.

 

Gente cansada, coja

los bastones y las muletas sonando

el cáncer al acecho por su turno

el asma, y también el lumbago

en este largo tren que abordo

y que no parece llegar nunca a su destino.

 

30, 31, 32…

A cada alma un número

en larga letanía de cifras y de horas

como gotas de una inmensa clepsidra.

 

El hedor de la piel y de los huesos

las muecas, las grotescas máscaras de dios

talladas por el tiempo:

vi a Dora Maar en una esquina

a Vincent desorejado en la otra

a Cervantes con su mano sola

a Rosa Parks

al Reverendo King

y cuanto negro menesteroso abunda en el paraje.

En verdad, no recuerdo haber visto a un solo judío.

 

Las axilas, los pubis y las piernas lampiñas

las varices en las narices hinchadas

piernas mustias que han gastado millas

bajo el sol, la lluvia o la nieve de otros sitios

y de éste ahora donde estoy confinado.

 

El ruido de mi mano temblorosa me delata.

 

32….

¡Última llamada al 32!

¡Qué le dirán al 32, pobre!

 

Que está muy cerca de la no existencia

en el edificio gris y con insignia

donde la Señora del Cárdigan Gris

juega a ser una sacerdotisa

que encubre sus propias miserias

desde una teatral pose de mando

conferida por el gobierno

para el cual trabaja en su desidia

hastiada en el fondo, de sí misma

de su papel de capo, de juez y de sicario

detrás de unos gruesos cristales

que la protegen de la ira

de una imposible toma de su propia Bastilla

de la mansedumbre enajenada de los otros

ánimas que se mueven en este tren gris

salido de un filme de Munch

visto en una abrumadora soledad desesperada

hace ya muchos años… ¡Cuántos años, Dios mío!

 

37

33, 33, 33, ¡por última vez, el 33!

Es mi detestable número.

Desconcertados rostros que miran

pantallas de televisión en circuito cerrado

exhibiendo otros rostros felices y seguros

mientras afuera los cocodrilos afilan las fauces

con sus lenguas límbicas, que han de cercenar

toda la carroña en El Callejón de los Vencidos.

 

Los húmeros artríticos, las gargantas roncas

párpados caídos sobre pupilas que ya no reflejan

ni un destello de una ilusoria felicidad pasada.

 

Hoy todo es duramente real.

¡Es la Vida y qué se le va a hacer!

Es la Ley.

¿De que sirve contradecirla?

¡Es el Destino!

Dicta la funcionaria del cárdigan gris

con olor a naftalina y a una insultante fragancia

desconocida al otro lado de la ventanilla.

 

Un mustio clavel rojo carmesí pende de la solapa.

 

¡Hagan silencio! ¡Hagan silencio!

 

Acaso no distingue la laxitud del que espera lo peor

del que sigue acoquinado en este tren de seres moribundos

que ya nada desean, sino quizás, el mendrugo que les alargue

el viaje que pronto ha de tener un final definitivo

ése que llega con el alivio de la muerte

ya también hastiada por la oficial demora.

 

Si, señora capo, señora del cárdigan gris con insignia

y clavel en la solapa, que fija los límite del Bien y del Mal.

Cómo se atreve a dictaminar que no soy todavía un miserable

que poseo unos dólares para comer y que debo bajarme

ya de este tren en marcha hacia la nada.

 

¡Gracias por venir, señor; que tenga usted buen día!

¡No hay apelación, señor! A qué preocuparse

si está usted libre bajo parole digamos por un año, al menos.

 

¡Eso sí! No deje de venir usted

dentro de un año en que seguramente

será declarado incompatente

inútil, inservible, miserable de toda solemnidad

más cercano a su destino natural, la inexistencia.

 

II

Lo sabrá por una citación a vuelta de correos

en sobre amarillo con el sello de la insignia

y por sus dolores crónicos y por su cojera atroz

por su hediondez

por sus magros alimentos sintéticos y transgénicos

que quizás entonces ya no pueda asimilar del todo

porque ya sabe, señor…

 

Por un instante vi alzarse en mi mano el hacha de Raskolnikov

 

¡No me distraiga!

¡Usted es inteligente, señor!

¿No dice que es poeta?

 

El tiempo oficial es limitado, no insista con preguntas.

¡Hasta la vuelta, señor, que yo lo espero aquí

en la ventanilla de la desesperanza, de los desvalidos

de los sordos, los ciegos y los locos, los dolidos y dolientes!

 

III

Yo seguiré aquí investida

con mi cárdigan gris para decirle cuándo

su existencia amerite ser declarada oficialmente gris

Usted es viejo conforme a la Ley, al Orden y al Progreso

abandone toda esperanza

su vida absurda no es más que una falacia.

 

34, 35, 36, ad infinitum.

 

Se escucha una voz de mando:

¡Nest, nest, nest!

¿Cómo que nido,

cómo que casa,

cómo que hogar…?

¡Qué lengua rara habla el alienado custodio!

 

Diga, next, next, next, correctamente

tenga al menos el decoro

de exhibir su nueva lengua de adopción

¿O es que no ha tenido tiempo de aplicarse?

 

¡Silencio, silencio, silencio!

Silence, silence, silence…

¿Será que este hombrecito rudimentario

puede acaso escuchar mis pensamientos?

¿Se habrá percatado que desde niño detesto las insignias

y el horror que me producen los uniformes y las armas?

 

¡Hasta el próximo año de Nuestro Señor, poeta!

 

Salgo trastabillando entre sillas de rueda,

muletas bastones bocas resecas

órbitas descejadas, ya sin lágrimas.

IV

Y de repente la patética visión de una niña

de bucles negros y piel aceitunada

que persigue a su madre manca y maloliente

por los pasillos del pesado tren en marcha

que no se acaba nunca…

 

37, 38, 39…

 

La cuenta es infinita.

 

Lentamente, salgo al Callejón de los Vencidos…

 

Los saurios yacen con las fauces entreabiertas

despreciativos, mirando alevosamente hacia otro lado.

¡Usted no, señor, todavía no! Parecen decir.

¡No ve que usted no es quien decide, ni gobierna nuestras fauces!

 

Silencio.

 

El pistoletazo no se hizo esperar, sobre la sien, la víspera.

 

© All rights reserved Félix Anesio

Félix Anesio (Guantánamo, 1950) Ingeniero de profesión. Ha publicado los libros de relatos Crónicas aldeanas y A Tale of Two Villages, Ed. Voces de Hoy, 2011, 2012. Así como los poemarios “La Cosecha” Edit. Entre Líneas, El ojo de la gaviota (Betania y Entre Líneas, 2015 y 2016) y Los cuervos y la infamia, (Betania, 2018). Participó en la FIL Miami, 2016. Sus cuentos y poemas han sido publicados en revistas literarias como Linden Lane Magazine, EE.UU; Nagari, (Ediciones electrónicas y Nagari 5 formato papel, EE.UU.), La Otra Costilla, Chile; Alba, Luz Primera, Cuba, Conexos, Miami, Cañasanta, Canadá, entre otras. Aparece en varias antologías de Cuba, EE.UU. y España: Bojeo a la isla infinita, Ed, Betania, España y Entre Líneas, EE.UU, 2013, Antología de poetas del Siglo XXI de Fernando Sabido, España, Puede parecer un bosque, Edit. Insula Barataria, Cuba 2016) etc. Su obra también ha sido publicada en numerosos blogs literarios, así como en su propio blog www.cronicasaldeanas.blogspot.com Reside en al ciudad de Miami.

Anesio me ha dejado muy impresionada con este poema tan real y tan bién dicho.
Clara señal de que todavía no te toca y así de año en año irás escapando hasta el límite del tiempo asignado, no antes.
El horror, la vejez, "el orden establecido" posiblemente el hospital...en fin: las pérdidas propias que ofrece la mirada en los otros y en ti mismo, o mejor dicho en tu "voz poética". Abrazos hermano desde Catalunya.

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