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Marzo 2014

DIÁLOGO CON MI SOMBRA Y OTROS POEMAS. Joaquín Gálvez

DIÁLOGO CON MI SOMBRA

A Dalia, mi madre

Mi sombra y yo no conversamos cara a cara:
partí de aquel país,
y se quedó velando mi otra vida.
Desde entonces el idioma es una pared
entre el ser y su sombra.
Soy interferencia errante…
Tomo partido en los designios de otro vientre.
(Madre, estoy extraviado,
y estos mapas me guían al extravío.)
queda tanta nieve por palear en mis ojos,
y aún esta raíz se resiste;
no me abandona aunque la nombren “dios obsoleto”.

Pero no te desveles, mi sombra,
también me pertenecen esas muertes que por tu ruta
han estallado.
Joaquín Gálvez partió de Joaquín Gálvez
coronándose desertor de su propia historia
(soy amasijo que escribe su autobiografía de otro),
pues, realmente, ¿en dónde se halla mi ser
y en dónde su sombra?
¿Cuál de los dos no me engaña al elegirlo
Mi Historia?

Pero si hacia ti emprendo mi viaje,
no creas en esas fotos, en esas anécdotas,
que sólo definen mi equipaje apócrifo.
¡No habrá argucia con la que escape de mi Gálvez
inédito!
Solamente permíteme leer tu Diario
en esta isla de espera,
para que brote el otro hombre
(para que conozca al que hoy ha regresado);
ahora que tú, sombra, desde la otra orilla,
has comenzado a llamarme.

 

ALGUIEN CANTA EN LA RESACA


Me obsesiona cruzar los mares,
imaginarme que existe una orilla
donde me aguarda la calma.
Por eso canto,
soñando que ya me acerco
al anhelado nido.
Por eso canto (¡esta vez es real mi coraza!).
En estos mares es Ulises
quien hechiza a las sirenas.
Por eso canto-seguiré cantando-
aunque sé que me estoy mintiendo,
que tal orilla
para el hombre no está reservada:
siempre la custodian inexpugnables resacas.
Hacia la misma resaca el hombre otra vez navega…
Ah, olvidémonos de tal orilla,
que el canto será nuestra única llegada
posible.

 

ALEGATO PARA QUE EL TONTO SE QUEDE EN LA COLINA


Tonto, no bajes nunca de la colina.
Confínate para siempre en tu catacumba de asombro.
¡Cuidado que la colina amenaza con ser tu paraíso perdido!
Mira, tienes el apoyo de todas esas aves que nacieron de tu
delirio.
Es imprescindible que no exista diferencia
entre el horizonte y tus ojos,
que tu huella sea otra revelación de la lluvia.
Tonto, te has ganado ese reino
por ti mismo construido.
Escucha, príncipe de tu propia altura,
si bajas de la colina
te pondrán la camisa de fuerza,
para convertirte en mero espectador…
-¿Quiénes?
-¡Nosotros! –tu estirpe- los verdaderos tontos,
porque bajamos de la colina;
y ahora, desde esta platea,
el cielo es sólo un rostro gris.

 

El LUGAR DE LOS ELEGIDOS

Mira también los siglos infinitos
que han precedido a nuestro nacimiento
y nada son para la vida nuestra.
Lucrecio

Todos los días me despierto con la dichosa carga
de haber sido elegido para habitar esta insólita pausa
que es la vida.
Pude no haber nacido nunca, pude haberme quedado
para siempre en ese lugar al que no acude la memoria.
Y a esta pausa la he colmado de inmortales símbolos.
También a la muerte, con Infierno y Paraíso,
le he legado ya el símbolo.
Por eso sé que, cuando abandone esta pausa,
no encontraré la puerta del Infierno ni la del Paraíso.
Mas se me concedió el prodigio de conocer
el otro lado de esta puerta,
que un día se abrirá para que yo vuelva
a mi lugar de origen:
La Nada.

 

SYLVIA PLATH Y JUAN FRANCISCO PULIDO
DECIDEN SEGUIR VIVOS

Para Rodolfo Martínez Sotomayor
y Armando de Armas

Sylvia Plath ha escrito mi poema favorito
de la lengua inglesa. Y ese poema lo escribió
porque tuvo el presagio de que yo,
Juan Francisco Pulido –como ella, joven poeta-,
en los umbrales del siglo veintiuno, me iba a suicidar.
Entonces Sylvia escribió ese poema,
como última rendija por donde me diera
su testimonio la luz.
Y eché la soga a un lado
y le escribí un poema de amor a Sylvia
y ella se detuvo a escucharlo, precisamente
en el momento en que iba a meter su cabeza en el horno
sin la piedad del gas.

 

PREMONICION DEL INICIADO


Escritura, ahora que he desechado todos los dioses,
que ya no me queda un ápice
de teogonía ni cosmogonía,
me entrego en cuerpo y alma a tu culto.
Serás mi adorable tótem:
el halcón que vuela desde el innombrable abismo
de mi voz,
para anunciar la apertura del templo.

Entonces alguien reconocerá en tus ojos
mis ojos,
cuando tu lengua sea definitivamente un árbol,
y en tus manos se abra una ruta hacia la gran pirámide,
y tus piernas sean el mapa por donde se recobre el camino,
y, al amanecer de unas metáforas,
alguien crea haber perdido por siempre la ceguera,
sin saber que, apenas, ha llegado a la leve culminación
de mi rostro.
Entonces, sólo entonces, comenzarás a ser La obra.

 

UN HIJO BASTARDO DE NORTEAMERICA


Yo soy un hijo bastardo de Norteamérica,
un exiliado cubano que fue obligado a partir
hacia esta tierra.
Yo nunca asimilaré, como es debido, esta cultura extranjera;
mas he vivido en Nueva York, y mi puerta se ha abierto
al arcoiris de otras etnias.

Yo soy un hijo bastardo de Norteamérica,
uno de tantos que fue echado a patadas, por un dictador,
de su tierra.
Y ahora soy Sísifo llevando a cuestas la turbia roca de mi pasado.
Yo siempre hablaré el idioma inglés
con este desamparado acento habanero. No olviden:
no fue mi libre albedrío el que eligió vivir en esta tierra.

Yo soy un hijo bastardo de Norteamérica,
la oveja negra que profana el sueño americano,
un pésimo heredero de los puritanos del Mayflower,
por eso este país nunca será mi casa.
Pero, como poeta, pertenezco al mismo linaje de Whitman;
he aprendido a cantarme a mí mismo,
y, por lo tanto, soy un discípulo de Emerson,
que se ha ganado la confianza en sí mismo.

Yo soy un hijo bastardo de Norteamérica.
Mi paladar jamás perderá su preferencia
por el arroz blanco con frijoles negros;
sin embargo, hay en mi mesa un sushi japonés,
un pan judío, una pasta italiana, una hamburguesa de Norteamérica…

Yo soy un hijo bastardo de Norteamérica;
mejor dicho, un hijo legítimo de este mundo.

© All rights reserved Joaquín Gálvez

 

Joaquín GálvezJoaquín Gálvez (La Habana, Cuba, 1965). Poeta, ensayista y periodista. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Cursó estudios de postgrado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Internacional de la Florida. Ha publicado los poemarios: Alguien canta en la resaca (Término Editorial, Cincinnati, 2000), El viaje de los elegidos (Betania, Madrid, 2005), Trilogía del paria (Editorial Silueta, Miami, 2007) y Hábitat (Neo Club Ediciones, Miami, 2013). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. Coordina el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras. Reside en los Estados Unidos desde 1989.

Para mí leer estos consumados poemas ha sido otra feliz coincidencia, pues fueron publicados hace seis años. Digo coincidencia, porque soy otro afortunado lector a quien le ha tocado toparse con ellos precisamente mientras me encuentro en el mejor estado anímico que me puede dar esta soledad de pandemia que nos aqueja sin previo aviso, sin pedir permiso. Para mí el encierro en este paréntesis existencial ha sido largo, castigador y maestro a la vez. Tras releerlos, acción automática que es mi costumbre, algo me mueve a reaccionar ante el encuentro casual... o mejor sería decir: tras ellos haberme encontrado a mí, hecho que quizás signifique que el encuentro no ha sido tan casual. Debo agregar que es muy significativo que el encuentro fortuito haya sido hoy, al comienzo del que, para muchos de nosotros podría ser el último de los septiembres. En fin, los he digerido todos; en ellos me han hablado sus imágenes. Ellas se han confabulado o consolidado en mi ínsula, y me han permitido palpar la timidez metafísica de sus contextos.

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